viernes, 12 de julio de 2019

Por navidad una rosa

           Hace muchos, muchos años, en un pequeño país escondido tras las nubes, vivían los "nubelienses". 
Eran personas diminutas, tan pequeñas como un copo de nieve, pero tan llenas de amor que cuando nevaba a los niños no les daba tiempo a salir a la calle y hacer un muñeco de nieve.
Fueron pasando los años y nubelandia fue creciendo y creciendo. Cada vez era más moderno, más importante. Día a día prosperaban sus negocios y los sueños de sus habitantes iban haciéndose realidad. Su pequeño país era ahora una nación fuerte y vigorosa, y todos sus habitantes se sentían orgullosos.

Sin embargo, en el fondo de sus corazones, buscaban el recuerdo de aquel pequeño rincón entre las nubes donde los sueños lo inundaban todo de esperanza.
Anhelaban aquel silencio en sus calles, aquel aire fresco que alegraba sus pulmones y aquella convivencia de antaño, donde la amistad era lo mejor que podían regalarse unos a otros.
Ahora, esa sencillez de las cosas pequeñas se les había escapado de las manos. Los coches con sus claxones y sus tubos de escape llenaban el espacio de ruido y polución; las prisas de sus habitantes impedían aquellas reuniones en la plaza que antes tuvieran  y,  al ir aumentando los habitantes,  entre ellos crecían los secretos y parecía enfriarse aquella amistad recordada.
Pero eran felices.
Les había costado perder parte de la infancia de su pueblo, parte de sus sueños de niños grandes. 
Pero eran felices.
Habían prosperado, habían crecido en todos los aspectos; no solo eran un gran país, ellos tenían nuevos sueños, grandes metas y esa esperanza que llenara sus corazones hacía muchos años.
Cada año en Nochevieja, cogían las doce uvas y se iban a la plaza a oír las doce campanadas y, pese a ver caras nuevas, sueños renacientes, aquellos que antes cantaban pequeños villancicos se miraban sonriendo, pues a pesar de todo seguían siendo los mismos. 
Tan solo el tiempo y el espacio parecían querer robarles ese amor del corazón.