Una noche que no podía dormir, de esas de vueltas y vueltas en la cama, se le apareció un duende. Al encender la luz para beber un poco de agua se lo encontró sentado en la mesilla.
domingo, 11 de diciembre de 2022
Pedrito, el saxofón
Una noche que no podía dormir, de esas de vueltas y vueltas en la cama, se le apareció un duende. Al encender la luz para beber un poco de agua se lo encontró sentado en la mesilla.
lunes, 8 de agosto de 2022
Crisis de identidad
jueves, 14 de julio de 2022
La cabaña del bosque
La
alegría inundó la casa cuando Izaskun nació. Una niña buscada, deseada y
esperada. Desde siempre, Plasencio y Maricruz, habían buscado
el preciado bebé y cada mes deseaban que ese fuese el último de su larga
espera.
Amistades
y familia acudieron felices a visitar a la feliz pareja que llena de gozo
recibía a las visitas y disfrutaba de los elogios que dirigían a su pequeña.
A
medida que crecía, Izaskun, se convertía en una persona que derramaba luz y
bondad por donde quisiera que fuese. Tenía un corazón humilde y bondadoso, su
sentido del humor le acompañaba hasta para afrontar los peores momentos y su
inteligencia le ayudaba a solventar todas las dificultades.
Al alejarse de la niñez, en pleno camino de
hacerse mujer, todas esas cualidades se acrecentaban, sin embargo, sus padres
cada vez estaban más angustiados. Sus rasgos faciales la afeaban año tras año.
A ella, parecía no importarle, a pesar de las burlas que debía soportar, pero a
sus progenitores la situación les sumía en una inmensa tristeza.
Poco a
poco la vida de Izaskun se convirtió en un tormento. Plasencio y Maricruz no
podían soportar verla afearse cumpleaños tras cumpleaños y vivía encerrada en
casa, para evitar las mofas y que sus padres sufrieran.
Había
conseguido trabajar online, en diseño y desarrollo de webs, para varias
empresas, y prácticamente no salía de casa. Pero ver sufrir a sus padres era
insoportable para ella.
Un día
decidió desaparecer. Encontró por internet una cabaña oculta en un bosque solitario
pero lo suficientemente cerca de la civilización para poder tener luz, agua e
internet. Además tenía dirección postal para poder comprar online desde
alimentos hasta el capricho que se le ocurriera. A sus padres les dijo que le
había surgido una oportunidad de empleo buenísima y se fue.
Los
primeros días fueron como unas vacaciones en el paraíso. Se dedicó a recorrer
el bosque y encontrar infinidad de rincones increíbles donde disfrutar de la
naturaleza, de la soledad, de su nueva libertad. Hablaba a diario con sus
padres, a los que echaba mucho de menos, las conferencias se hacían eternas.
Pero los veía felices, a ella la veían contenta y con eso les era suficiente.
Un día, por la mañana muy temprano, oyó que
picaban a su puerta y titubeó antes de girar el picaporte, pero al final
decidió que no tenía nada que ocultar. Al abrir, una pequeña bolsa de regalo le
esperaba en la puerta. Dentro, una máscara preciosa de fantasía y una
invitación a una fiesta de caretas en el pueblo.
El
resto de la semana no pudo concentrarse en nada pensando en la fiesta y la
posibilidad de acudir a ella. Al final, decidió acudir. Se vistió, la ropa no
debía de ser especial, según decía la tarjeta y después de ponerse la mascarilla
se encaminó hacia el pueblo. Era su primera visita y le pareció como de cuento.
Pequeñas casas unifamiliares, juntas, iguales de colores variados formando
círculo. En medio estaba la gente, no mucha, y la fiesta. Mesas largas
adornadas con manteles divertidos con comida y bebida. Una pequeña orquesta
tocando música bailable y hombres y mujeres, con sus máscaras riendo, bailando,
comiendo, bebiendo… disfrutando.
Sin
darle demasiada importancia, con mucha naturalidad, a medida que avanzaba entre
la gente le iban saludando, reían con ella, la acogían. El tiempo pasó rápido y
se sintió acogida y querida en todo momento.
De pronto paró la música y todo el mundo
empezó a quitarse la máscara. Ella también lo hizo, sin miedo, tranquila. Sonrió
al mientras miraba a su alrededor. Hombres y mujeres encantadores y
entrañables, pero físicamente como ella. Feos. Bueno, eso decía el resto de la
humanidad.
Habían
formado una pequeña comunidad, autosuficiente. Donde cada uno tenía una
actividad económica que repercutía en la comunidad y le permitía pagar los
gastos cotidianos. No había niños, ni adolescentes, estaban empezando. Un
pequeño pueblo abandonado era su refugio del mundo y estaban empezando a
construir una nueva vida lejos de burlas, miradas curiosas y rechazo.
Empezarían a construir una casa para ella. Izaskun
les ayudaría con sus conocimientos a mejorar sus negocias a través de la web y
entre todos se harían la vida un poco más agradable.
De
momento lejos del mundo, pero sin descartar ninguna posibilidad. Ahora
necesitaban sentirse queridos y disfrutar de salir a la calle, reír y llorar
sin sentirse bichos raros.
Antes
de irse a dormir, se hicieron una foto de grupo que envió a sus padres.
💙💚💛💜💗💚💙💛
Pero he pensado merece ser publicado, leído y criticado.
Así que ahí va. ¡Saludos!
jueves, 28 de abril de 2022
Una mirada, una historia.
Me despierto de repente y a mi
alrededor todo es desconocido. Estoy en una habitación blanca, minimalista, su
único mobiliario es una cama, una mesilla y unos estantes con ropa y enseres de
aseo. Salgo a un pasillo y frente a mí
un enorme ventanal. Parece verse a través de él una película del espacio, me
acerco… ¿Estoy en una nave rumbo a no sé
qué galaxia?
Empiezo a recorrer la nave. Un laberinto de
pasillos blancos, luminosos, diáfanos. A uno de los lados del pasillo en cada
laberinto hay grandes ventanales abiertos al exterior. Un espectáculo
maravilloso, que te atrapa, el universo al alcance de la mano.
Llego a un pasillo estrecho más
oscuro que conduce a una sala abierta, me acerco… una especie de motos esperan
aparcadas en una gran sala nuevamente iluminada en exceso, y al fondo lo que
parece ser la entrada/salida de la nave. Mis pies se quedan pegados al suelo. No
parecen querer avanzar hacia ella. Aprieto los puños de las manos que cuelgan al
final de mis brazos a lo largo de mis costados. Retrocedo sobre mis pasos,
marcha atrás, sin poder apartar la mirada de la puerta y salgo del pasillo
alejándome. Alterada. Creo. No sé.
¿Esto es un sueño o está pasándome
de verdad?
Decido entrar en las habitaciones
que habitan los pasillos. Aunque el no saber qué habrá dentro me crea una cierta
desazón, ¿Qué pinto yo aquí? ¿Cómo he llegado?
Empiezo a entrar en las distintas
habitaciones, todas numeradas, vacías, silenciosas, sin embargo nada más entrar
en ellas como si de una realidad virtual se tratara, un juego ajeno a mí,
empiezo a revivir un episodio familiar, con uno de hermanos, con mis padres,
mis abuelos, tíos… Unas veces la historia la vivo y la siento como propia,
algunas tan vivamente que me parece retroceder a ese momento. Otras
habitaciones me hacen vivir episodios de mi infancia o juventud desde la vivencia
de uno de mis hermanos. Son escenas que hemos vivido, que yo he compartido con
ellos pero que las siento desde su perspectiva.
Es como abrir el baúl de los
recuerdos, de las intimidades, de las alegrías, las tristezas, los celos, las
envidias, los días bonitos, los días que quisieras olvidar… Voy conociendo y
sintiendo como lo vivieron cada una de mis hermas y hermanos e incluso mi padre
y mi madre. Por un rato, lo que tarde en salir de la habitación, estoy dentro
de ellos y siento lo que ellos sintieron, yo observo imparcial, y sus emociones
me invaden. Puedo entrar varias veces en la misma sala y la misma escena la
viviré siendo una hermana o hermano diferente, o mi padre, o mi madre, o yo misma
…
Empiezo a entrar y salir de unos
habitáculos a otros, como si fuera un carrusel que gira y voy subiendo primero
en el caballito, luego en el camión de bomberos, después en la olla… sin dejar
que pare de girar y girar.
Unas veces
salgo llorando, otras rabiando, otras riendo… Descubro el lado desconocido de
cada uno de ellos, me veo en mis peores momentos, y en los mejores… Descubro
sus pasiones, sus miedos, sus recelos. Me descubro como víctima y como verdugo,
igual que a ellos, y todos los entramados de nuestra vida juntos van deshilándose
a medida que entro y salgo de puerta en puerta.
Entro en la última sala del día,
ya estoy algo agotada anímicamente. Pero lo que allí veo no me lo esperaba. Mi
madre yace en la cama del hospital, yo estoy con ella, con el traje EPI que me
hicieron ponerme para dejarme verla, nos agarramos de las manos… salgo rápidamente
de allí. No sé si quiero vivir con ella su final. Volver a sentir ese desgarro
que en ella forzó la soledad. En todos y todas que la perdimos. No sé si
quiero.
Corro hasta la sala de las motos,
sin pensar, impulsivamente. Me monto en una de ellas y consigo que se ponga en
marcha, no sé muy bien cómo, la puerta de salida se abre y salgo al espacio. A
la inmensidad de un silencio luminoso. El traje que se te adhiere a la piel en
cuanto montas a la nave, te cubre de pies a cabeza y te va insuflando oxígeno
para respirar.
No sé, todo muy extraño. Este sueño
empieza a cansarme. Quiero despertar. ¿Por qué es un sueño, verdad?
💔💔💔💔💔💔💔💔💔💔💔💔
Con este relato participo en el VadeReto de abril, propuesto desde el blog Acervo de Letras.
jueves, 14 de abril de 2022
El club de la microficción
Tras abrir el blog "Hasta casi cien libros" en 2014, fue en febrero de 2019 cuando realmente ese rinconcito literario empezó a tomar vida. Pretendía ser mi biblioteca virtual, donde ordenar y contabilizar los libros que tenía. Hice alguna reseña, participé en retos de lectura, puse en venta mis libros de cuando daba clases particulares y fui poco a poco haciendo visible esta paraticular biblioteca.
A la par empecé a publicar relatos en este blog, A orillas del Oria, y así di rienda suelta a mi creatividad y mis ganas de escribir. Siempre he soñado con ser escritora.
En esta andadura visité y me visitaron muchas bitácoras. Pequeñas y grandes ventanas abiertas a la web que nos muestran todo un paraiso de escritos y lecturas, de retos, concursos... en resumen espacios para compartir.
Dos fueron las ventanas a las que me asomé, que me acogieron y sacaron mi blog de escritura del anonimato. Una es la página de J. A. Sánchez, Acervo de letras en la que participo siempre que puedo a través de su convocatoria VadeReto. Si no la conocéis estáis a tiempo de visitarla y participar en el VadeReto de abril.
El club de la microficción.
«Está diseñada como revista digital, con la vistosidad que permite el formato en cuanto a imágenes y color sin olvidar la legibilidad, algo que a mí me parece esencial en publicaciones que pueden aparecer en formatos tan dispares como móviles, tablets u ordenadores.» (estracto de la entrada original)
jueves, 24 de febrero de 2022
Desde que te fuiste
martes, 25 de enero de 2022
A pesar de la bruma que me acecha
con el piloto puesto modo robot, (trabajo, casa, obligaciones y vuelta empezar)
me he prohibido la melancolía. Buscando un antídoto eficaz,
me he acordado del blog "Acervo de letras", de los motivadores comentarios de su anfitrión
y de las originales propuestas mensuales de su "VadeReto".
Niebla
Una espesa niebla me envolvía
sin piedad. Iba totalmente en tensión, agarrada al volante como si mi vida
fuera en ello, temerosa al no saber si cerca tenía algún vehículo, si me mantenía
en mi sitio o estaba demasiado a la derecha o invadiendo el otro carril. Hacía
rato que no veía más allá de los faros del coche. En mi cabeza, creo que inconscientemente, para
intentar relajarme, evocaba una de las últimas veces que, bajo un tupido manto blanco,
similar a este, conducía de vuelta a casa con mi sobrino…
—Tía, vas a cien —me dijo con cara de
circunstancias.
—¡Pero qué dices!, si no paso de 50 —le dije echando
un ojo el cuentakilómetros.
—Pues eso, vas haciendo el ridículo. Un caracol
te adelanta. ¡Mira, mira!
—¡¡¡JA, JA, JA…!!! —repliqué con sorna—. A ti
te querría ver yo al volante en este momento.
…Instintivamente eché el
freno, parecía vislumbrar un bulto bajo los focos antiniebla. Solo de pensar
que pudiera tener frente a mí uno de esos jabalíes que tan a menudo se cruzaban
en este tramo de carretera, me hizo hincar el pie en el freno y tensar todo mi
cuerpo hacia atrás. Te destrozan el coche, los bicharracos esos, y te puede
caer una buena multa si, además, los matas “fuera de temporada”. El coche paró
a dos palmos de los dientes de una gran bola de pelo grisáceo furioso y a la
defensiva.
—¡Será posible! —pensé—. En medio de mi camino y el
ofendido es él.
Bajé del coche sin dudarlo.
Estaba en medio de la carretera, era casi de noche en una fría tarde de
invierno y no parecía tener muchas ganas de conocerme el susodicho. Me quedé
atónita. Frente a mí, un enorme San Bernardo que seguía enseñándome su mala
leche.
—¡Pero vamos a ver!, ¿tú que pintas aquí en medio? —Sorpresivamente,
al oírme hablar, me miró con sus enormes ojos negros y se tumbó todo lo grande
que era en el asfalto.
—¡Qué voy a hacer contigo! —Me acerqué a acariciarlo. No sé
explicarlo, pero se ganó mi corazón—. ¡Anda, sube al coche!
El perro se puso en pie y como un corderito me siguió al
coche, al abrir la puerta, se subió al asiento trasero, y se recostó como si
nada.
Sí, no solo salí del coche
viendo un perro aparentemente agresivo, sino que a la primera que se calma me
acerco a él, lo acaricio y, como si fuera lo más normal, lo monto en mi coche.
Sin pensar en las consecuencias… Solo quería llegar lo antes posible a casa y
no me parecía humano dejarlo tirado en la carretera… Bueno, actué por inercia,
sin pensar. No sé.
Lo llevé a la clínica de una
amiga del pueblo, veterinaria, que se ofreció a quedárselo esa noche y me aseguró
que por la mañana lo llevaría a la perrera si nadie lo reclamaba.
Al día siguiente, al salir del
trabajo, fui a enterarme que había sido del chucho.
—Lo tengo en la enfermería. No
se ha movido en todo el día. No ha bebido, no ha comido, no ha hecho sus
necesidades… Es viejito, sabes, puede ser que ya no le quede mucho. A veces,
hacen esto. Se adormilan y poco a poco se van.
Me hizo duelo verlo, allí tan
solito, triste y, al ver que levantaba la cabeza y me miraba, le dije:
—¡Qué, Niebla! ¿Nos vamos a
casa?
Y como os podéis imaginar,
Niebla y yo, damos largos paseos por el
parque, despacito, a su ritmo.