miércoles, 28 de febrero de 2024

Cómo el jazz cambió sus miradas

Vamos a ir conociendo poco a poco a nuestros protagonistas. Por un  lado tenemos a tres urbanitas.   Tres "señoritingos" que acaban viviendo en un "pueblucho perdido", alejado de la civilización. Bueno, eso es lo que ellos pensaron al llegar al pueblo de montaña donde sus padres habían decidido 
invertir y montar una empresa. 
Al haber acabado el periodo escolar  y  estar empezando las vacaciones escolares de su prole, las tres familias se trasladan juntas, al completo,  al pueblo. 
La primera semana les da, a nuestros burguesitos, para  convencerse de  que  no hay nada que hacer en ese lugar. ¿Cómo no se mueren de aburrimiento? Conocen a la poca juventud con la que pueden alternar en la piscina municipal y en el bar donde se reúnen por las noches y los findes. Pero para ellos es todo muy soporífero.

—Propongo que nos acerquemos a conocer al "rarito"
—¡Chicos! No lo veo claro...
—¡Don remilgos! ¡No fastidies! ¿Quieres?
—Tampoco vamos a hacer nada más que mirar. Tal vez reírnos, ¡Según dicen es todo un espectáculo!

Acaban convenciendo a su amigo, el reticente, y una noche se acercan decididos a su granja. 
Al llegar a la casa, escuchan una melodía de jazz que les hace olvidar a lo que habían ido. 
—¡Tío! ¡¡Esto es una pasada!!—Las notas  de "Feeling good", de Nina Simone,  les hipnotizan
—¡Ya te digo! Debe tener un pedazo piano de cola, ¡pero qué sonoridad!. 





La música parece salir de un granero y sigilosamente, van acercándose, embobados, ahora por una improvisación sobre la base de "kind of blue" de Miles Davis.
Al asomar la cabeza por la puerta entreabierta, ven a alguien de espaldas,  tocando un viejo piano de madera desgastada, sin embargo, suena como ningún otro instrumento han oído jamás. En sus años de conservatorio no han escuchado a nadie interpretar así. Ese sonido cálido, recio... 
Acaban haciendo ruido. El intérprete deja de tocar. Se vuelve hacia ellos y le disparan atónitos cientos de preguntas sobre su música, su piano...





Y aquí tenemos a nuestro último protagonista. Tiene 16 años, como los otros. Pero este curso ya no ha ido al instituto. Ya, con sus casi 17 años está harto de intentar encajar . 

Estudiar se le  da fatal. No entiende la mitad de las cosas. Tampoco cree que le vayan a servir para mucho. Tiene claro que quiere continuar con los campos y la granja de su padre. Es feliz así. 
Le encanta el trabajo, sus compañeros de trabajo (los animales y las verduras no le dan problemas) y por la noche tiene la música, con la que se evade  de  todo lo malo que haya podido ocurrir.

Los mira ojiplático, mientras le lanzan todas esas preguntas. Nadie se ha interesado nunca por su música. Bueno. Nadie de su pueblo. Duda que ni siquiera sepan lo que hace de noche en su granero. 

Su padre, que ha oído voces y no escucha la música de su hijo, aparece con una escopeta de perdigones:

— ¡Largo de aquí, gamberros! ¡A reíros de vuestro padre!— Lanza varios perdigonazos al aire y, los tres de ciudad, huyen como alma que lleva el diablo. 
—¡Papá! ¡No estaban riéndose de mí! —Se acerca al piano, lo cierra y apaga las luces del granero, empujando suavemente a su padre hacia fuera mientras cierra la puerta. El hombre, totalmente descolocado por la situación, que no acaba de entender, sigue a su hijo hasta casa y guarda la escopeta en su armario de costumbre.

Al día siguiente, Luca, nuestro artista al piano se acerca a la piscina con la seguridad de que los   tres visitantes de la noche anterior estarán allí. Huyendo del calor del  verano. 
Esperaba las miradas indiscretas y las risas tontas de su vecinos, pero no le importa. Los ha visto, a sus visitantes nocturnos, al fondo, cerca de la valla.
A medida que se acerca lo saludan con entusiasmo y entre sonrisas y presentaciones, a los diez minutos están los cuatro sentados en la hierba. Mirándose los unos a los otros. 
Entonces es cuando se dan cuenta de la cara de Luca. ¡Menuda mancha roja le tapa prácticamente media cara! 
—Es una mancha de nacimiento. Sois los primeros que no me miráis raro.
—La verdad, acudimos a tu casa buscando "al rarito", a "cara roja"... —Luca baja la cabeza avergonzado—, y nos fuimos sin reparar en tu cara.
—¡Pero nos encontramos con un genio con las teclas! —comenta  eufórico Andrés.
—¡Luca, tío! Eres un crac al piano —interviene Marcos entusiasmado.

Los cuatro chavales acaban de hacerse amigos sin darse cuenta. Han aparcado los prejuicios de niños ricos, los aires de superioridad que traían de la ciudad, la tontería que les añadía el tener de todo y no apreciar nada. Por otro lado, los complejos de años y años de mofas e insultos se quedan aparcados, por parte de Luca, cuando empiezan a contarse sus idas y venidas por las melodías del jazz. Resulta que les une a los cuatro su amor por este estilo tan particular y acaban en casa de Andrés tocando para Luca. Al saxofón, Andrés; Marcos, con su trompeta y para terminar, Jaime con su batería.

Luca, entusiasmado entona suavecito "What a wonderful world" al más puro estilo de Louis Armstrong. Sin tardar, los demás empiezan a acompañarle con los instrumentos. Como si llevaran meses ensayando juntos se acoplan de maravilla y acaban interpretando varios temas, de improvisación en improvisación.

Y así se les va el verano, y empiezan una relación que nadie sabe donde puede llegar. Las familias de los cuatro se conocen y entablan una buenísima relación. 
¡Quién sabe! Tal vez Luca se replantee el fututo. O tal vez no. Pero a partir de ese verano, todo cambia. Luca descubre que en el mundo hay mucha gente que merece la pena conocer y los chicos de ciudad, nunca más volverán a menospreciar lo que no conocen. Bueno, o sí. El caso es que, seguramente, ellos también aprendieron una gran lección en aquel granero.













4 comentarios:

  1. Bravo me ha encantado, no sabes cuanto.
    Hay una lección de vida que la has plasmado genial. Nunca hay que sobrevalorar las cosas. pero eso nos pasa, creo que a todos.
    La música unió familias diferentes en estatus, ¿pero en realidad que es eso, comparado con una buena amistad?
    Un besote, y genial relato.

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  2. muchas veces el estar en un lugar remoto y alejado nos hace reparar y disfrutar de las cosas (en este caso el jazz) que en el confort de nuestro hábitat natural no la apreciamos porque no pensamos en ella.

    ayudó mucho en la unión de esta amistad que los cuatro fueran aficionados a la música.

    he disfrutado de los videos musicales que has compartido con nosotros.

    saludos.

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  3. Interesting story. I dunno I liked New Wave best when it came out and then my days went to grunge before just indie yet sometimes anti folk. Great to see your love for jazz. We used to have a jazz radio station here, but as in all things it went under too. Keep up the good work.

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  4. A veces alejarse es lo mejor. Me gusta el jazz :D

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