domingo, 26 de abril de 2020

Duele diferente, pero duele.

—Tengo algo importante que pedirte. —Le miro a los ojos—.  Siempre has dicho que harías cualquier cosa por mí…
—Y lo haría...
— Mira en el bolsillo interior de mi mochila. —Señala al armario, allí está la mochila con su ordenador. Hace días que no lo toca.

—¿Qué es esto? —pregunto sorprendida al volver junto a su cama, aunque sé de sobra qué es.
Hace unos meses, cuando empezamos a sospechar que no había remedio, cuando se pasaba el día sedado o sufriendo dolores insoportables, los ratos que pasaba despierto lo veía manejar con el ordenador y hacer videoconferencias en inglés con gente de la que nunca le había escuchado hablar.
Yo me acercaba y el cambiaba enseguida de página web y al preguntarle con quien hablaba siempre contestaba: “colegas médicos”.
Su ordenador, bueno y la mochila donde lo guardaba, se volvió intocable.
Un día llegó un paquete al hospital. Me dijo que era un regalo para Izaskun, su novia. Pero yo sabía que no era verdad, el cumpleaños había sido hace días.
Tras un breve silencio sigue …

—Ya no puedo más, mamá. Esto es un infierno...
—Hay que tener esperanza, este nuevo tratamiento puede...
—¡¿Qué?! —Me interrumpe con gesto y tono de voz de desesperación—. ¡Mírame mamá, por favor! —Extiende los brazos a lo largo de su cuerpo, sobre la cama, para que me fije en su deterioro físico —. ¡Ayúdame! No quiero estar solo cuando lo haga. Solo tú puedes ayudarme. ¡A quién voy a pedirle esto!
—Yo te di la vida... —Tenemos los ojos llenos de lágrimas los dos.
—Y ahora te pido que me la devuelvas. La muerte duele tanto...
—Has hablado con el médico, ¿verdad? —Sonríe como tantas otras veces me ha sonreído.
—No he dejarlo de hacerlo, soy médico, ¿recuerdas? Esta dichosa enfermedad no me ha dejado disfrutar de mi carrera, solo me permitió acabarla...

Y qué razón tiene. Justo había aprobado el MIR. Tanto esfuerzo para nada.
 Lleva tantos meses entrando y saliendo del hospital, tumbado en una cama o en el sofá, que ya no se parece en nada al chico que tanto disfrutaba de la vida hace no mucho más de un año.
Hace días que sé por el oncólogo que ya no hay nada que hacer.  Tan solo pueden intentar paliar el dolor.
 Por las noches llora, lo oigo desde el sillón de acompañante, en el hospital. Me acerco y le doy la mano. La aprieta. Al rato, a veces, se calma. Se duerme. La noche siguiente, lo mismo...
—Todos estamos sufriendo. Odio haceros sufrir a todos. Pero, esto es por mí. Ya no aguanto más dolor, sé que soy egoísta al pedirte esto. No quiero esperar a la muerte solo. Quiero elegir el día y que me des un beso de despedida. Quiero irme cogido de tu mano.
—Amor... ¡qué me pides! —Me tapo la cara con las manos y lloro, lloro todo lo que no he llorado delante de él. Los dos acabamos llorando. Lloramos todas las lágrimas que nos hemos reprimido hasta hoy. Nos abrazamos y el tiempo pasa, pasa, pasa...
Al rato lo noto que se calma y me habla pausado, tranquilo y aunque no sé qué me dice, consigue calmarme y dejar el llanto. Está agotado.
—Necesito dormir un rato —se toma el calmante que antes no ha querido, me mira y cierra los ojos.

Antes o después iba a pedírmelo. Lo sabía. Algunos días me miraba suplicante como si quisiera que fuera yo la que sacara el tema, buscaba la conversación rozando una fina línea que yo hacía ver que no veía.
¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡NOOOO!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Es algo que habíamos hablado mucho antes de su enfermedad, cuando estudiaba y tocaron el tema de la eutanasia. Los dos habíamos estado de acuerdo en que una muerte digna es mejor que esperar a morir de forma horrorosa. Que vivir es disfrutar de la vida y cuando todo se vuelve sufrimiento, ¿para qué alargarlo? A veces se te comen tus propias palabras. Cuidado con lo que piensas, que puede suceder.

 Lo hacemos varias noches después. Cuando las enfermeras dan la última vuelta y por unas horas lo dejarán descansar si no llama. Él lo prepara todo. Luego me dice cómo deshacerme de las pruebas para que no encuentren nada. Si no hay rastro nadie sospechará, porque le queda lo que el cuerpo aguante. Y ya hemos pasado varios sustos últimamente.
Tras tomárselo recordamos los últimos días. Hemos aprovechado para ver fotos, recordar grandes momentos, alegres, tristes... ha pasado rato con sus hermanos, con su padre, con amigos, con Izaskun...
Hablamos, nos miramos, reímos algo mientras se va adormeciendo, su mirada  busca la mía, me sonríe dulcemente hasta que acaba cerrando los ojos y soltando la mano que agarraba fuerte desde el principio. Se ha ido. ¡Cuánto le quiero!

Espero poder vivir con este secreto. Espero poder vivir: reír, disfrutar, amar…
No sé cómo lo haré. Llevo meses viviendo junto a su cama, estas cuatro paredes eran todo mi mundo. Mi mundo era él.

Los días pasan. Lo despedimos. Entre todos recogemos su habitación. Todos necesitamos revolver entre sus cosas, olerlo, sentirlo, recordarlo… allí aparece una caja como aquella que yo creí que era su verdugo. Me siento en la cama y la abro. Dentro encuentro una cadena fina con un corazón colgando grabado con su nombre. Y debajo una pequeña nota, escrita a mano por él: “Ya no duele mamá”.
Nos abrazamos  y parece que tiene razón, duele menos al pensar que ya no le duele.
💕💕💕💕💕💕💕💕💕💕💕💕💕💕💕

#Reto 17: Esta semana es el Día de la Madre. Haz una historia que hable sobre el amor maternal llevado al extremo. ¿Hasta dónde es capaz de llegar una madre por salvar a sus hijos?

Este es mi aportación de esta semana al reto 52 retos literup 2020, he de deciros que he llorado escribiéndolo. A veces que lo he dejado, he cerrado el ordenador porque era superior a mí seguir. Como si realmente tuviera que hacerlo. Tampoco puedo explicar la razón para escribir este relato. Es algún miedo que tengo incrustado en el alma, cada vez que lo leo lloro. No soy objetiva con la calidad del relato. Yo lo leo más allá de las palabras, de la estructura, de las normas... Yo lo siento como si lo viviera. Me pasó al escribirlo y ahora al leerlo. Pero es como si necesitara dejarlo escrito. Y aquí está.

13 comentarios:

  1. ¡Wow...! Estremecedor el relato, Jose! Entre decirlo y vivirlo... ¡Qué fuerte! Hermoso y doloroso, a la vez. Como si lo hubieses vivido. Llega muy adentro.
    ¡Un gran abrazo deseando estés bien!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Si escribiéndolo dolió, no quiero pensar... Me alegro que te gustara. Con la alegría de estar bien deseo que tú puedas sentir lo mismo. ¡Gracias por tu visita!
      ¡Un abrazo!

      Eliminar
  2. Francamente logras transmitir al lector todo el gran dramatismo que encierra una historia basada en la problemática de la eutanasia.
    También has descrito bastante bien el desgarro emocional que se produce entre la protagonista, madre y narradora en primera persona, y su hijo, enfermo terminal y quien decide poner fin a su vida antes de que su naturaleza se rinda completamente, o para los creyentes, cuando Dios decida llevárselo.
    No es tan sencillo de practicar como de narrarlo, pues se necesita mucho coraje y anteponer la voluntad del otro a la nuestra.

    Un abrazo, Jose.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Razón tienes, es más fácil escribirlo, no quiero pensar en vivirlo. Sin embargo, es algo que tenía dentro y había que soltarlo. Me costó escribir este relato,pero no podía dejarlo pasar. Lloré mucho.
      ¡Gracias por tus palabras!

      Eliminar
  3. Hola, la verdad me gusto mucho, tienes mucho talento, saludos desde kiwybooks!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Gracias por tus ánimos! Encantada de verte por aquí.

      Eliminar
  4. ¡Hola!
    Pues no tengo palabras porque se me salen las lágrimas y tengo el corazón arrugado... qué triste... Me encantó tu relato pero qué fuerte y doloroso, te entiendo cuando dices que has llorado escribiéndolo...
    Un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Bueno, me da "un poco de cosa" decir esto pero me satisface que hayas sentido eso, quiere decir que lo que escribí transmite. Mereció la pena el esfuerzo.
      ¡Gracias por tus palabras!

      Eliminar
  5. Me ha pegado fuertísimo tu relato. Lo viví hasta hace poco con mi madre, aunque ella luchaba por vivir, pero ya estaba en el final, donde no existía nada para hacer mermar un poco el dolor ni su agonía, aunque murió porque le llegó la hora, aún así, sufrió muchísimo.
    Se me estremeció el corazón al leerte.
    ¡Un abrazo!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Ánimo Roxana! El dolor poco a poco se lleva mejor.
      ¡Un abrazo!

      Eliminar
  6. Guau, completamente desgarrador.
    Creo que la madre tiene muchísimo coraje para enfrentarse a algo así.
    Un relato muy triste y muy sentido.
    ¡Un abrazo y cuídate!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Esta madre tiene mucho coraje, es cierto, pero yo sólo de escribirlo sufrí un montón...
      ¡Un abrazo!

      Eliminar
  7. Me alegro que te guste lo que escribo. ¡Gracias por tu visita!

    ResponderEliminar