jueves, 15 de julio de 2021

VadeReto

                                                        Imagen de Arek Socha en Pixabay

Tras conocer el rincón mágico de David Rubio Sánchez, "El tintero de Oro" y participar en alguna de su propuestas, he recibido, en  este mi blog, numerosas visitas de maravillosos rincones, donde sus dueñas, dueños,  dan rienda suelta a su imaginación literaria. Una de esas visitas la recibí de JM Vanjav y gracias a su blog "Hasta en 500 palabras +" he conocido otro espacio digno de visitar " Acervo de letras" que nos propone mes a mes una sugerencia para soltar la pluma y escribir sin censura, VadeReto. (La imagen la he sacado de su blog)
Para este mes de julio nos propone construir un relato a partir de la siguiente introducción:

"Después de una catástrofe mundial, la Tierra está desolada. Según todos los indicios, eres la última persona viva en el mundo. Estás encerrado en tu casa, dentro de tu habitación, cansado de vagar solo por parajes desiertos, pensando con desesperanza en tu futuro. En ese momento, unos golpes llaman a la puerta…!

Espero que mi propuesta os guste y no dudéis en visitar los lugares que os he sugerido, os gustarán. 

Detrás de la puerta

Llevaba días vagabundeando por las calles. Iba y venía con el coche buscando, llamando a puertas, entrando en casas ajenas, intentando encontrar un teléfono que funcionara, una radio o una televisión que emitiera noticias, alguien o algo que le explicara lo que estaba pasando. Ni un ser vivo había encontrado en los tres días que llevaba de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad. Nadie. Como si se los hubiera tragado un agujero negro, como si hubieran sido abducidos por los extraterrestres.

Todo lo demás intacto.  Edificios, casas, comercios, coches, autobuses… todo quieto, parado, en silencio, esperando una mano amiga que  reiniciase el movimiento.

Cada noche, una casa diferente le daba cobijo. Un hogar que antes había pertenecido a los dueños de las fotos expuestas, a veces, estratégicamente por la estancia.  ¿Dónde estaban esas personas?  Para saciar cual necesidad o capricho solo tenía que ir a cogerlo, le esperaban abiertos, para regalarle lo que necesitara, establecimientos y comercios varios. Todo parecía estar intacto, sin embargo todo estaba yermo. Ni una sola huella de vida.

Tumbado en el sofá de esta nueva casa “ocupada” le sorprendió el ruido de la puerta. ¿Quién llamaba? ¿Quién llamaba… pero había alguien que pudiera llamar?

Pasó de la euforia de pensar que no estaba solo a sentir la sangre helada imaginando lo que podría esperarle al otro lado de la puerta. Pero el pomo de la puerta se movió y la puerta dejó ver lo que le había dejado pegado al suelo sin poder reaccionar.

—¿Pero, qué haces tú aquí? —Justo cuando parecía que salía de su estado de shock todo se puso oscuro, giraba muy deprisa…  antes de poder contestar calló desplomado en el suelo.

Le despertó el olor a chorizo y huevo frito, envuelto con el aroma a café recién hecho. Por un momento le pareció que todo había sido un mal sueño. Pero no, esa no era su casa.

—Justo a tiempo para almorzar —le dijo sonriendo su inesperada visita.

—De todas las personas del mundo que hubiera pensado encontrarme, tú, no estabas entre ellas  —contestó desolado.

—¡Vaya, gracias! —Le sonrió irónicamente—. ¿Gustas?

Seis años hacía que no se veían y al mirarla a los ojos aquel fuego que sintió entonces parecía querer volver a encenderse. Ni todo lo pasado los últimos días, ni los años de diferencia entre ellos, obstáculo que los separara entonces, aplacaban la atracción que siempre había habido entre ellos cada vez que se miraban. Era una magia indescriptible, una conexión indescifrable que los unía. Los atraía. El silencio los envolvió mientras disfrutaron de la primera comida grata en muchos días.

Después se contaron una a otro lo que habían vivido, visto, pensado, hecho… desde que despertaran en sus casas hacía ya tres largos días.

—Paradójico, ¿eh? —Ella había cambiado de expresión, se relajó y sentándose el porche de la puerta charlaron tranquilos.

 

Se habían conocido hacía unos seis años. Maestra en un centro de adultos, lo conoció, como alumno, intentando sacar la obligatoria para conseguir un trabajo. Le gustaba la forma en que la miraba, desde el fondo de sus ojos, como si adivinara sus pensamientos. Le hacía sentir viva, deseada. Enseguida un hilo invisible pareció unirlos Las miradas se hacían eternas, delataban sentimientos; las sonrisas ahogaban palabras que no se atrevían a dejar escapar. Casada, con dos hijos, más de cuarenta… hacía verdaderos esfuerzos para controlar el torrente de sentimientos que estar cerca de él le provocaba. ¿Pero en qué estaba pensando?

Aun no tenía los treinta, y desde que conectaran el primer día, con aquella broma estúpida, lo tenía embrujado. Le encantaba su sentido del humor, verse reflejado en sus pupilas y esa manera suya de tratarlo, de hacerle sentir adulto. ¿Nadie se daba cuenta que ya era todo un hombre?  Entre ellos paseó el deseo de lo prohibido, las ganas de lo añorado, enamoramiento mal gestionado, un mal entendido amor.  Sus miradas se buscaban por los pasillos y en clase de broma en broma se insinuaban más de lo que quisieran. Pero el curso terminó. Y cada uno siguió con sus vidas, aplacando lo que sentían en el olvido. Con la rutina.

—Parece que somos los únicos seres vivos del planeta —Ella volvió a la realidad.

—Eso parece —contestó abatida.

—Creo que tenemos una misión muy importante que hacer por la humanidad. Tal vez seamos el último hombre y la última mujer, si no ponemos remedio…

 

Su cara lo dijo todo…Ella explotó en una carcajada contagiosa.

—¿En serio puedes pensar en eso ahora?

Sí. Se le pasó por la cabeza y durante el resto del día hablaron todo lo que entonces eludieron hablar. La piel erizada, el corazón latiendo deprisa y la cabeza fantaseando con lo que hubiera podido pasar, lo que quisieron que hubiera pasado, lo que querían que ahora pasara, lo que podría pasar.

Sí. Se hubieran dejado llevar por todo lo que el cuerpo les pedía pero alguien llamaba a la puerta de nuevo.

Mientras veían girar el pomo de la puerta, ella recordó cuantas veces deseó un mundo en el que sus sentimientos tuvieran cabida. Mundo para los dos, donde no hubiera obstáculos para dar rienda suelta a toda la tensión que acumulaba tan solo con pensar en él… Y ahora fue ella la que se desplomó sobre el suelo, antes de que la puerta acabara de abrirse.