"Después de una catástrofe mundial, la Tierra está desolada. Según todos los indicios, eres la última persona viva en el mundo. Estás encerrado en tu casa, dentro de tu habitación, cansado de vagar solo por parajes desiertos, pensando con desesperanza en tu futuro. En ese momento, unos golpes llaman a la puerta…!
Espero que mi propuesta os guste y no dudéis en visitar los lugares que os he sugerido, os gustarán.
Detrás de la puerta
Llevaba días vagabundeando por
las calles. Iba y venía con el coche buscando, llamando a puertas, entrando en
casas ajenas, intentando encontrar un teléfono que funcionara, una radio o una
televisión que emitiera noticias, alguien o algo que le explicara lo que estaba
pasando. Ni un ser vivo había encontrado en los tres días que llevaba de pueblo
en pueblo, de ciudad en ciudad. Nadie. Como si se los hubiera tragado un
agujero negro, como si hubieran sido abducidos por los extraterrestres.
Todo lo demás intacto. Edificios, casas, comercios, coches,
autobuses… todo quieto, parado, en silencio, esperando una mano amiga que reiniciase el movimiento.
Cada noche, una casa diferente
le daba cobijo. Un hogar que antes había pertenecido a los dueños de las fotos
expuestas, a veces, estratégicamente por la estancia. ¿Dónde estaban esas personas? Para saciar cual necesidad o capricho solo
tenía que ir a cogerlo, le esperaban abiertos, para regalarle lo que necesitara,
establecimientos y comercios varios. Todo parecía estar intacto, sin embargo
todo estaba yermo. Ni una sola huella de vida.
Tumbado en el sofá de esta nueva
casa “ocupada” le sorprendió el ruido de la puerta. ¿Quién llamaba? ¿Quién
llamaba… pero había alguien que pudiera llamar?
Pasó de la euforia de pensar
que no estaba solo a sentir la sangre helada imaginando lo que podría esperarle
al otro lado de la puerta. Pero el pomo de la puerta se movió y la puerta dejó
ver lo que le había dejado pegado al suelo sin poder reaccionar.
—¿Pero, qué haces tú aquí? —Justo cuando parecía que salía de su estado de shock todo se puso oscuro, giraba muy deprisa… antes de poder contestar calló desplomado en el suelo.
Le despertó el olor a chorizo y
huevo frito, envuelto con el aroma a café recién hecho. Por un momento le
pareció que todo había sido un mal sueño. Pero no, esa no era su casa.
—Justo a tiempo para almorzar —le
dijo sonriendo su inesperada visita.
—De todas las personas del mundo que hubiera pensado encontrarme, tú, no estabas entre ellas —contestó desolado.
—¡Vaya, gracias! —Le sonrió
irónicamente—. ¿Gustas?
Seis años hacía que no se veían
y al mirarla a los ojos aquel fuego que sintió entonces parecía querer volver a
encenderse. Ni todo lo pasado los últimos días, ni los años de diferencia entre
ellos, obstáculo que los separara entonces, aplacaban la atracción que siempre
había habido entre ellos cada vez que se miraban. Era una magia indescriptible,
una conexión indescifrable que los unía. Los atraía. El silencio los envolvió
mientras disfrutaron de la primera comida grata en muchos días.
Después se contaron una a otro
lo que habían vivido, visto, pensado, hecho… desde que despertaran en sus casas
hacía ya tres largos días.
—Paradójico, ¿eh? —Ella había cambiado de
expresión, se relajó y sentándose el porche de la puerta charlaron tranquilos.
Se habían conocido hacía unos seis años. Maestra
en un centro de adultos, lo conoció, como alumno, intentando sacar la
obligatoria para conseguir un trabajo. Le gustaba la forma en que la miraba,
desde el fondo de sus ojos, como si adivinara sus pensamientos. Le hacía sentir
viva, deseada. Enseguida un hilo invisible pareció unirlos Las miradas se
hacían eternas, delataban sentimientos; las sonrisas ahogaban palabras que no
se atrevían a dejar escapar. Casada, con dos hijos, más de cuarenta… hacía verdaderos
esfuerzos para controlar el torrente de sentimientos que estar cerca de él le
provocaba. ¿Pero en qué estaba pensando?
Aun no tenía los treinta, y desde que conectaran el
primer día, con aquella broma estúpida, lo tenía embrujado. Le encantaba su
sentido del humor, verse reflejado en sus pupilas y esa manera suya de tratarlo,
de hacerle sentir adulto. ¿Nadie se daba cuenta que ya era todo un hombre? Entre ellos paseó el deseo de lo prohibido,
las ganas de lo añorado, enamoramiento mal gestionado, un mal entendido
amor. Sus miradas se buscaban por los
pasillos y en clase de broma en broma se insinuaban más de lo que quisieran. Pero
el curso terminó. Y cada uno siguió con sus vidas, aplacando lo que sentían en
el olvido. Con la rutina.
—Parece que somos los únicos seres vivos del
planeta —Ella volvió a la realidad.
—Eso parece —contestó abatida.
—Creo que tenemos una misión muy importante que
hacer por la humanidad. Tal vez seamos el último hombre y la última mujer, si
no ponemos remedio…
Su cara lo dijo todo…Ella explotó en una
carcajada contagiosa.
—¿En serio puedes pensar en eso ahora?
Sí. Se le pasó por la cabeza y durante el resto
del día hablaron todo lo que entonces eludieron hablar. La piel erizada, el
corazón latiendo deprisa y la cabeza fantaseando con lo que hubiera podido
pasar, lo que quisieron que hubiera pasado, lo que querían que ahora pasara, lo
que podría pasar.
Sí. Se hubieran dejado llevar por todo lo que el
cuerpo les pedía pero alguien llamaba a la puerta de nuevo.
Mientras veían girar el pomo de la puerta, ella
recordó cuantas veces deseó un mundo en el que sus sentimientos tuvieran
cabida. Mundo para los dos, donde no hubiera obstáculos para dar rienda suelta
a toda la tensión que acumulaba tan solo con pensar en él… Y ahora fue ella la
que se desplomó sobre el suelo, antes de que la puerta acabara de abrirse.