lunes, 21 de septiembre de 2020

Oportunidad, ¿para quién?


Querida Teslam:
"Aún no te has ido y ya te echo de menos..." (Cómo dice la canción.) Sé que llegaste bien a casa, al campamento en el Sahara.  
Tal vez  sea la última en que nos veamos, dado que has traspasado la edad en que os permiten venir. Debido a tus problemas médicos lo hemos alargado hasta tus quince años, pero ya no sé si nos lo volverán a permitir. Ha sido una maravilla conocerte y disfrutar  contigo estos veranos únicos que hemos tenido.  Estoy pensando en lo que hablamos, preguntando y enterándome de los trámites. Pase lo que pase, nunca olvides que te queremos como a una hija.                                              Un beso. Cristina

 


Hola, mamá Cristina :                                                                    A pesar de que ya han pasado varios meses desde mi marcha, todavía me quedan historias que contarle a mi familia ¿es tanto lo que allí vivo con vosotros? Tanto lo que aprendo...(Ves que bueno es mi español). Nunca se me olvidará la primera vez que llegué a vuestra casa, con ocho años. El miedo que tenía al llegar y las lágrimas que derramé al irme. Tengo muy pensado y meditado lo que te pedí. Quiero estudiar en España.
¡Ójala puedas permitídmedlo! Os quiero.                    Teslam

 


Hola Teslam:                                         Acabamos de aterrizar en España y en el coche, de vuelta a casa te escribo impaciente con tu regreso. Tenía muchas ganas de visitar tu casa en el campamento del Sahara, conocer como vives, como es tu día a día. Tenías razón. No podía imaginármelo. He pasado unos días fantásticos contigo, aunque reconozco todo lo que yo tengo que a tí te falta. Ahora entiendo el motivo por el que quieres venirte. Y siento haberme enfadado contigo, en verano, cuando le pediste a mamá venir a estudiar a España. De pronto tuve celos, envidia... sentí que compartir mi habitación y mis cosas, mis amigos en el verano, estaba bien pero para siempre... ¡Qué egoísta!  Ahora, después de estar en tu casa, lo veo de otra forma. Es tu gran oportunidad de cambiar de vida. ¡Estoy deseando que llegue el verano y te dejen volver!                                                                                                       Ana

Querida Teslam:                                                                                                                                                                Ya casi es seguro que te vienes un verano más con nosotros. Si tus padres firman el consentimiento de acogida, iniciaremos los trámites para que te quedes aquí, con nosotros, a estudiar. Los jóvenes valientes, como tú sois los que podéis cambiar la situación y para eso necesitáis formaros.  Por otro lado entiendo a tu familia, ellos pierden una hija que solo verán por vacaciones. Y sí, la pierden, cambiarás de forma de pensar y tal vez el desierto ya no sea lo que quieras para vivir. Ahí, pienso como tu madre. Tú, ahora, quieres formarte como médico, enfermera, educadora... para mejorar la vida de los tuyos. Pero, ¿querrás volver luego a esa dura vida, cuando tal vez puedas elegir quedarte? Habla con tu madre y tu padre. Piensa. Es un gran paso el que quieres dar. Cristina

Querida familia,                                                                                                                                                                                   Se ha retrasado mi viaje. Mi madre está delicada de salud y no quiero irme dejándola así. Sé que en España tengo una madre, Cristina y una hermana. Ana. Y por supuesto toda una familia que os apoya y me aceptan. Ahora debo quedarme, mi corazón me lo pide. Si dejo mi mundo será por buscar una vida mejor, y tal vez ayudar a los míos, pero me iré dejándolos contentos. O no me iré. Sé que voy a poder viajar en el próximo turno. Y entonces hablaremos de todo.                                                                  Teslam

💛💛💛💛💛💛💛💛💛💛💛💛💛💛💛💛💛💛


Reto#38: Tu protagonista escribe cartas a una niña de otro continente. Escribe un relato epistolar con esta correspondencia. #52RetosLiterup

Desde que mis hijos son pequeños he visto como a mi pueblo vienen para el verano niños saharauis. Aquí disfrutan de un verano de sueño, aunque todo lo que hagan es ir a la piscina del pueblo y jugar en la calle con su vecinos. Nuestro clima, la alimentación que aquí tienen y los cuidados médicos que reciben les dan la posibilidad de una vida mejor y más larga.  Algunos tienen más suerte y viajan con sus familias de acogida, conocen la playa, parques acuáticos, museos, zoológicos... Sé que tienen una fecha límite de edad para venir. Y he sabido de casos que han pretendido quedarse a estudiar en España. Algunos lo han conseguido.

Yo he planteado mi relato en esa circunstancia y me pregunto, 

¿Qué mueve a un niño a dejar su familia y su forma de vida para irse a otro país? 

¿Es realmente lo mejor para ellos, venirse a España a estudiar?  

¿Habéis pensado en esto alguna vez?

¿Conocéis el programa "Vacaciones en Paz"?




 

jueves, 17 de septiembre de 2020

Un poco de veneno... ¡¡Y mala baba!!


No había nadie más. Creí que estaba sola.  Al entrar, frente a la puerta, la cortina del balcón se onduló sutilmente. Un olor espeso y agrío envolvía la habitación y moscas revoloteando alrededor del  cuerpo, en medio el salón, era la evidencia. ¿Cuántos días llevaría allí?
 Llamé por teléfono para que vinieran a buscar el cuerpo. Fui hasta la cocina, vi las escudillas junto a su cesto. Marina había cumplido con su promesa: 

—Tranquila, me pasaré un día sin otro y controlaré que esté bien.  —Ayer o anteayer, habría estado, no faltaba el agua y  comida.
La arenilla tampoco estaba sucia luego la había renovado ese mismo día. 

La despensilla del pasillo, donde Bertín guarda sus utensilios de limpieza estaba bien cerrado. A veces se deja la puerta abierta y Mififú ya nos ha dado más de un susto. ¡Lo que le gusta husmear entre polvos de limpieza!

¡Vaya vuelta a casa! Mi paso por el hospital había durado más de lo previsto. Y los días ausente se habían cobrado el peaje. Y eso que cada vez que cualquiera venía a visitarme les insistía en que no descuidaran a Mififú. Llevaba conmigo ya once años, era todo un viejito gatuno. 

Fui a mi cuarto a deshacerme de la bolsa de ropa que aun llevaba bien asida con la mano. Todas las puertas del pasillo estaban cerradas: Extraño. Dejo que pasee por la casa cuando no estoy, es un felino limpio y necesita su espacio cuando se encuentra solo. 
Suelo tener la ventana de mi habitación, además, entreabierta, ya que es su escape por los tejados. Entra y sale de la casa a menudo, le gusta tomar el sol en el tejado. (Cosas, que toda la gente que me ayudaba estos días sabía).

Era martes. Juana pasaba por casa. Abrir y cerrar ventanas y persianas, además de controlar la caldera del agua que a veces perdía gas y había que ventilar ...
 Así, entre unos y otros, prácticamente, todos los días ,en casa,  se veía movimiento. ¡Táctica anti-ocupas!

Oí un ruido en el salón. Solté, la bolsa, y salí. Esperaba encontrarme con Juana...

—Avisé a tu vecina el domingo. Mi madre se puso mala y no podré hacerme cargo de Mififú. Le dejo la llave. Los siento "cari". —Del teléfono se escuchaba la voz cálida de Marina.

—¡Hola, Casiana! Pensé que estaba sola cuando llegué.—Me miró sin decir nada. Con la mano todavía encima del botón de borrar, del contestador del teléfono. Seguramente se le había disparado sin querer.

Llamaron al portero de la calle, a la vez, Juana abría la puerta de casa con su llave. 
Del ayuntamiento, de la perrera,  vinieron a llevarse el cuerpo de mi mascota y Juana se las arregló con la vecina. Después de años protestando, ya no saltaría nunca más, mi gato, a su balcón. Me metí en la cama y dormí hasta la tarde. 
Al despertar, Bertín me esperaba en el salón. Con una taza de tila entre las manos escuché toda al historia.

 El día anterior, por la noche, mi vecina echó en las escudillas un veneno. Indoloro. Se excusó diciendo.  Dejó todo cerrado para que no pudiera escapar y dejara el menor rastro posible. Por la mañana, tempranito fue a limpiar las pistas que hubiera podido dejar. Pero, yo, había llegado demasiado pronto. 
Esperó escondida tras la cortina del salón, sin embargo, los nervios provocados por mi inesperada aparición le jugaron una mala pasada. Se anticipó saliendo demasiado pronto de su escondite.

Miré a Bertín a los ojos, mientras acariciaba el hueco del sofá, donde ahora estaría Mififú, acurrucado, a mi lado. Una lágrima resbaló por mi mejilla. 
👀👀👀👀👀👀👀👀👀👀👀👀

Reto#37: Escribe un relato policíaco que empiece con “No veía a nadie más. Creí que estaba sola”.   #52RetosLiterup

Una semana más, aquí está mi relato para el reto. NO es que me saque de mi zona de confort, es que hace semanas que no la veo por ningún lado. Los temas propuestos me superan, porque el tiempo es poco y son planteamientos a los que nunca me he enfrentado. Si no hiciera nada más, le dedicaría más tiempo al día a escribir. Pero trabajando y con familia y casa que sacar adelante, el tiempo es el que es. Pero me he propuesto acabar el reto, así que tengo que conformarme. Una vez más publico con retraso, pero ahí va. 
¿Qué os ha parecido?
¿Me acerco a los requerimientos del reto?
No dudes en dejarme tu opinión.


domingo, 13 de septiembre de 2020

Arroz, champiñones y vino blanco


Después de un año de estudio intensivo y, de parte del verano, presentándome a exámenes para aprobar las oposiciones, por fin, todo había terminado. Acababa de hacer el último examen, la defensa oral de la programación, y tenía la sensación de: “Prueba Superada”.

No sé cómo explicarlo. Dentro del aula todo había sido muy rápido, mi exposición, las preguntas del tribunal, mis respuestas, sus expresiones al leer la programación mientras hablaba, sus gestos al mirarme, al despedirme…

Los nervios turbiaban mi percepción, pero el subidón con el que había salido de allí era una sensación desconocida para mí. ¡¡He aprobado!! Eso me decía la cabeza.

Finales de julio. El sol cegador me abrasaba la piel mientras me dirigía a casa. Le había dicho a mi madre que era el último día, que la llamaría al acabar. Pero no me cogió el teléfono.

 No aprobaba lo que hacía. Durante todos los años de estudio me recriminó que no ayudara a la familia. Que todo lo que ganaba me lo gastaba, prácticamente, en los estudios y que le ayudaba poco en la casa, con mis hermanos.

Era cierto. Pero yo tenía claro la vida qué quería para mí. Al llegar a casa no había nadie. “Nos hemos ido a pasar el día a la piscina”—decía la nota del figrorífico. Cosas así era lo que me empujaba a luchar por irme de casa. ¡Un día tan importante para mí y me dejaba sola!

Al abrir la nevera no había nada apetitoso que comer. Arroz hervido de varios días, una ración de champiñones, algo de fruta… nada apetecible, lo dicho.

Decidí darme una ducha, relajarme.

De la cocina me llegó el olor a cebolla pochada. Sonreí al ver a Quique entre sartenes.

—¿Pero cómo tú por aquí? —Me estrechó entre sus brazos y recordé cuando de pequeña venía corriendo hacia mí para darme la bienvenida.

—¡No iba a perderme por nada este día! Sé lo importante que es para ti.

—Eres un amor, sin embargo ella…—Me separé de él con lágrimas en los ojos.

—No se lo tengas en cuenta, ¡vamos, ayúdame!

Tenía en la sartén la cebolla, cortada bien pequeña, ya transparente y le añadió los champiñones que había limpiado y laminado. Los salpimentó.

Mientras se iban mezclando los sabores de las verduras, preparamos una ensalada con tomates cherry, queso blanco y nueces. Con ese toque de aliño que sólo él sabe darle.

Después incorporó a la sartén el arroz blanco. Dejó que se mezclara bien con la cebolla y los champiñones, Poco a poco, los removía, con mimo, suavemente.

Mientras dejábamos reposar el arroz, abrió una botella de vino blanco que había traído él.

Color dorado  en la copa, aroma a fruta fresca, suave al paladar, de cuerpo ligero…

 El arroz estaba exquisito, ¿Cómo había conseguido esa combinación los sabores, ese tejido exquisito entre tan simples ingredientes?

El vino lo envolvía todo con su aroma, su textura… y la ensalada,  fue el condimento perfecto.

Mientras preparaba un té para la sobremesa sacó de la nevera su famoso sorbete de naranja… ¡Lo que me gusta!

Con su toque justo de champan y el punto agridulce de la naranja.

Reímos y nos pusimos al día. Llevaba tres meses, desde que cumplió dieciocho años, independizado y nos habíamos visto muy poco.

¡Cómo quiero a mi hermano!

🎈🎈🎈🎈🎈🎈🎈🎈🎈

(Llego con una semana de retraso. A ver si me reengancho y me pongo al día).

Reto#36: Haz una historia que integre una descripción de la mejor comida que has probado. #52RetosLiterup





miércoles, 2 de septiembre de 2020

El lado oscuro de la luna...


Hacía pocos días que había llegado al pueblo. Un pequeño pueblecito, al pie del Moncayo. Acogedor, amable, amistoso.

Al menos eso sintió todos los años que veraneó en él, cuando su abuela, mujer solitaria, abría las puertas de su casa a la familia. Contadas ocasiones. Siempre le extrañó que mantuviera a todos tan alejados. 

Ahora que ella ya no estaba, la casa era suya. Por primera veztras su marcha, volvía al pueblo. Pasaría unos tranquilos días de vacaciones, lejos de los ruidos y prisas de la ciudad. Lo necesitaba. 

Al entrar, en el umbral de la puerta, todos los recuerdos la asaltaron. Ese olor inconfundible… Se preparó un té. Taza en mano,  se paseó por la casa,  dejando que recuerdos, añoranzas, risas y llantos la envolvieran. Pasó un buen rato en la alcoba de su abuela, estaba llena de reminiscencias, puntos de encuentro con sus recuerdos más lejanos. Al fondo del armario, encontró un cuaderno,medio escondido, pensó que tal vez sería su diario. “Luna nueva” lucía escrito en l portada. Lo dejó en la mesilla. ¿Tenía derecho a leer los más íntimos pensamientos de su abuela?

Saldría a comprar lo imprescindible. La tarde con su sopor la encerraría en casa. Se cruzó con varias vecinas, caras conocidas pero que le rehuían la mirada. Saludos secos, respuestas parcas… En la tienda, la de toda la vida, estaba Paca, haciendo compañía a su hija, pero allí.

—¡Hola Paca! ¿Cómo estás?

—Ya ves. Tú, ¿qué haces por aquí?

—Bueno, a pasar unos días tranquilos —No le gustó el tono de la conversación.

—En tu estado, no es el mejor sitio. ¿Estás de espera, no?—asentí con la cabeza, sin más.

Compré lo mínimo para irme cuanto antes. Casi nadie sabía lo de su embarazo. ¿Quién se lo habría dicho?

Al volver hizo un poco de limpieza. Después de comer se sentó en la mecedora de su abuela y decidió leer el cuaderno "luna nueva".

“Durante los días de luna nueva, la influencia sobre los


fantasmas (demonios, diablos, energías negativas, etc.), es muy fuerte,,, reciben energía negra para sus actividades…. …

…Especialmente durante la noche, la luna nueva es una gran oportunidad para los fantasmas para causar malestar al hombre…”

Lo cerró de golpe al poco de abrirlo. No le gustaban esos temas. Influencia de la luna nueva, su fuerza en los maleficios... Las imágenes que lo acompañaban tampoco le gustaban. Aquelarres con niños, círculos satánicos…

Llamaron a la puerta. Era la amiga de su abuela, Andresa. La que últimamente más la acompañaba. Se ofreció a ayudarla con la casa, a hacerle compañía, le trajo una sopa caliente…

Anochecía cuando se fue. Quiso hacerle aprecio y se tomó parte de la sopa. Pasó la noche con pesadillas que la despertaron de madrugada y ya no se durmió.

Se levantó y se fue a andar. Le sentaría bien. Las siete de la mañana. Al atravesar el pueblo para llegar al bosque, le pareció raro que todas las mujeres estuvieran en sus ventanas, la saludaran esquivas, la miraran raro… ¿Qué pasaba?

Al llegar a casa se acercó al calendario. No quería olvidarse de sus citas médicas. ¡Vaya! ¡Esa noche  había luna llena!

Se preparó un café. Vio las sobras de la sopa. La tiró. ¿Y si estaban preparando un sacrificio?¿Qué mejor que una embarazada, su hijo no nacido? Esas miradas huidizas, esquivas. Esos comentarios parcos, impersonales.

La extraña visita del día anterior, que insistió en recorrer la casa…

Miró a la calle, le extrañó. Las mujeres se estaban concentrando junto a su ventana. Poco a poco iban llegando y se arremolinaban  frente a la  casa. ¿Qué estaba pasando?

Llamaron a la puerta pero no abrió. Fue a la habitación de su abuela, se sentó en la mecedora y se puso los cascos para no oírlas, ya se irían. Cerró los ojos.

 Se levantó sobresaltada…

—Andresa, ¿qué haces aquí?

— El cuaderno de Vitorina…

—¿Eh? —Miró hacia la cama.”Luna Nueva”, el cuaderno… Levantó los ojos, la miró de frente:

—¡Qué está pasando, Andresa! —Hizo ademán de querer escapar de ella. Andresa explotó a reír, tan fuerte, que todas las mujeres entraron en el cuarto. Estaba rodeada, muerta de pánico, ¿qué iban a hacer con ella?

—¡Vamos a ver! —El tono de Andresa se dulficicó y de repente todas aquellas mujeres le volvieron a parecer las vecinas amables y cariñosas de su abuela.

Le contó que había una tradición en el pueblo que la llevaban a cabo las mujeres generación tras generación. Su abuela, había estado investigando.

En las últimas páginas,  se explicaba como en la biblia se hablaba de Luna nueva como el principio del mes. El principio de la luz, tras una noche oscura, sin luna.

 Tras una gran peste en el pueblo, las mujeres decidieron limpiar las casas de todas las mujeres embarazadas, aquella luna nueva, como señal de nuevo inicio tras tantas muertes. Lo que se hizo aquel año, se fue repitiendo y había acabado en una tradición. 

Hacía años que no tenían  embarazadas en el pueblo y al enterarse de su estado de buena esperanza, su abuela, lo planeó todo con Fran, su pareja. Venían a limpiarle la casa, para recibir la luz. Esa noche oscura y estrellada sería el preludio del primer día del mes lunar, lleno de energía para los nuevos proyectos.

Pasó un día divertidísimo. Dejaron la casa reluciente y la llenaron de obsequios para ella y el bebé. Este último regalo con su abuela nunca lo olvidaría.

 Andresa le explicó, que ella y su abuela eran pareja. Durante muchos años reprimieron sus sentimientos, pero al morir su marido, el abuelo, y con los hijos ya mayores… decidieron vivir como siempre habían deseado.

 La familia no lo entendió ni lo aceptó nunca. En el pueblo, después de años, que vivieran juntas,  unos lo veían de lo más normal y otros, de lo que pasara de puertas para adentro, preferían no saber. De vez en cuando, se armaban de valor e invitaban a la familia. Vitorina  añoraba a sus hijos, a sus nietos… a veces venían. Algunos.

Por la noche, con Fran en casa, rieron largo y tendido con sus paranoias. Y lloraron, no todo lágrimas amargas,  recordando a su abuela Vitorina. Ahora entendía muchas cosas.  

👐👐👐👐👐👐👐👐👐👐👐👐👐👐
Un poco tarde pero aquí publico el relato de esta semana. 
¿Tú crees en le influjo de la luna?
¿Has leído sobre las fases lunares y su influencia en la vida?
¡Cuéntame lo que sepas en comentarios!

  Reto#35. Escribe un relato que ocurra en luna nueva y que este hecho tenga consecuencias para la trama.