La
alegría inundó la casa cuando Izaskun nació. Una niña buscada, deseada y
esperada. Desde siempre, Plasencio y Maricruz, habían buscado
el preciado bebé y cada mes deseaban que ese fuese el último de su larga
espera.
Amistades
y familia acudieron felices a visitar a la feliz pareja que llena de gozo
recibía a las visitas y disfrutaba de los elogios que dirigían a su pequeña.
A
medida que crecía, Izaskun, se convertía en una persona que derramaba luz y
bondad por donde quisiera que fuese. Tenía un corazón humilde y bondadoso, su
sentido del humor le acompañaba hasta para afrontar los peores momentos y su
inteligencia le ayudaba a solventar todas las dificultades.
Al alejarse de la niñez, en pleno camino de
hacerse mujer, todas esas cualidades se acrecentaban, sin embargo, sus padres
cada vez estaban más angustiados. Sus rasgos faciales la afeaban año tras año.
A ella, parecía no importarle, a pesar de las burlas que debía soportar, pero a
sus progenitores la situación les sumía en una inmensa tristeza.
Poco a
poco la vida de Izaskun se convirtió en un tormento. Plasencio y Maricruz no
podían soportar verla afearse cumpleaños tras cumpleaños y vivía encerrada en
casa, para evitar las mofas y que sus padres sufrieran.
Había
conseguido trabajar online, en diseño y desarrollo de webs, para varias
empresas, y prácticamente no salía de casa. Pero ver sufrir a sus padres era
insoportable para ella.
Un día
decidió desaparecer. Encontró por internet una cabaña oculta en un bosque solitario
pero lo suficientemente cerca de la civilización para poder tener luz, agua e
internet. Además tenía dirección postal para poder comprar online desde
alimentos hasta el capricho que se le ocurriera. A sus padres les dijo que le
había surgido una oportunidad de empleo buenísima y se fue.
Los
primeros días fueron como unas vacaciones en el paraíso. Se dedicó a recorrer
el bosque y encontrar infinidad de rincones increíbles donde disfrutar de la
naturaleza, de la soledad, de su nueva libertad. Hablaba a diario con sus
padres, a los que echaba mucho de menos, las conferencias se hacían eternas.
Pero los veía felices, a ella la veían contenta y con eso les era suficiente.
Un día, por la mañana muy temprano, oyó que
picaban a su puerta y titubeó antes de girar el picaporte, pero al final
decidió que no tenía nada que ocultar. Al abrir, una pequeña bolsa de regalo le
esperaba en la puerta. Dentro, una máscara preciosa de fantasía y una
invitación a una fiesta de caretas en el pueblo.
El
resto de la semana no pudo concentrarse en nada pensando en la fiesta y la
posibilidad de acudir a ella. Al final, decidió acudir. Se vistió, la ropa no
debía de ser especial, según decía la tarjeta y después de ponerse la mascarilla
se encaminó hacia el pueblo. Era su primera visita y le pareció como de cuento.
Pequeñas casas unifamiliares, juntas, iguales de colores variados formando
círculo. En medio estaba la gente, no mucha, y la fiesta. Mesas largas
adornadas con manteles divertidos con comida y bebida. Una pequeña orquesta
tocando música bailable y hombres y mujeres, con sus máscaras riendo, bailando,
comiendo, bebiendo… disfrutando.
Sin
darle demasiada importancia, con mucha naturalidad, a medida que avanzaba entre
la gente le iban saludando, reían con ella, la acogían. El tiempo pasó rápido y
se sintió acogida y querida en todo momento.
De pronto paró la música y todo el mundo
empezó a quitarse la máscara. Ella también lo hizo, sin miedo, tranquila. Sonrió
al mientras miraba a su alrededor. Hombres y mujeres encantadores y
entrañables, pero físicamente como ella. Feos. Bueno, eso decía el resto de la
humanidad.
Habían
formado una pequeña comunidad, autosuficiente. Donde cada uno tenía una
actividad económica que repercutía en la comunidad y le permitía pagar los
gastos cotidianos. No había niños, ni adolescentes, estaban empezando. Un
pequeño pueblo abandonado era su refugio del mundo y estaban empezando a
construir una nueva vida lejos de burlas, miradas curiosas y rechazo.
Empezarían a construir una casa para ella. Izaskun
les ayudaría con sus conocimientos a mejorar sus negocias a través de la web y
entre todos se harían la vida un poco más agradable.
De
momento lejos del mundo, pero sin descartar ninguna posibilidad. Ahora
necesitaban sentirse queridos y disfrutar de salir a la calle, reír y llorar
sin sentirse bichos raros.
Antes
de irse a dormir, se hicieron una foto de grupo que envió a sus padres.
💙💚💛💜💗💚💙💛
Pero he pensado merece ser publicado, leído y criticado.
Así que ahí va. ¡Saludos!