jueves, 14 de julio de 2022

La cabaña del bosque

La alegría inundó la casa cuando Izaskun nació. Una niña buscada, deseada y esperada. Desde   siempre, Plasencio y Maricruz, habían buscado el preciado bebé y cada mes deseaban que ese fuese el último de su larga espera.

Amistades y familia acudieron felices a visitar a la feliz pareja que llena de gozo recibía a las visitas y disfrutaba de los elogios que dirigían a su pequeña.

A medida que crecía, Izaskun, se convertía en una persona que derramaba luz y bondad por donde quisiera que fuese. Tenía un corazón humilde y bondadoso, su sentido del humor le acompañaba hasta para afrontar los peores momentos y su inteligencia le ayudaba a solventar todas las dificultades.

 Al alejarse de la niñez, en pleno camino de hacerse mujer, todas esas cualidades se acrecentaban, sin embargo, sus padres cada vez estaban más angustiados. Sus rasgos faciales la afeaban año tras año. A ella, parecía no importarle, a pesar de las burlas que debía soportar, pero a sus progenitores la situación les sumía en una inmensa tristeza.

Poco a poco la vida de Izaskun se convirtió en un tormento. Plasencio y Maricruz no podían soportar verla afearse cumpleaños tras cumpleaños y vivía encerrada en casa, para evitar las mofas y que sus padres sufrieran.

Había conseguido trabajar online, en diseño y desarrollo de webs, para varias empresas, y prácticamente no salía de casa. Pero ver sufrir a sus padres era insoportable para ella.

Un día decidió desaparecer. Encontró por internet una cabaña oculta en un bosque solitario pero lo suficientemente cerca de la civilización para poder tener luz, agua e internet. Además tenía dirección postal para poder comprar online desde alimentos hasta el capricho que se le ocurriera. A sus padres les dijo que le había surgido una oportunidad de empleo buenísima y se fue. 

Los primeros días fueron como unas vacaciones en el paraíso. Se dedicó a recorrer el bosque y encontrar infinidad de rincones increíbles donde disfrutar de la naturaleza, de la soledad, de su nueva libertad. Hablaba a diario con sus padres, a los que echaba mucho de menos, las conferencias se hacían eternas. Pero los veía felices, a ella la veían contenta y con eso les era suficiente.

 Un día, por la mañana muy temprano, oyó que picaban a su puerta y titubeó antes de girar el picaporte, pero al final decidió que no tenía nada que ocultar. Al abrir, una pequeña bolsa de regalo le esperaba en la puerta. Dentro, una máscara preciosa de fantasía y una invitación a una fiesta de caretas en el pueblo.

El resto de la semana no pudo concentrarse en nada pensando en la fiesta y la posibilidad de acudir a ella. Al final, decidió acudir. Se vistió, la ropa no debía de ser especial, según decía la tarjeta y después de ponerse la mascarilla se encaminó hacia el pueblo. Era su primera visita y le pareció como de cuento. Pequeñas casas unifamiliares, juntas, iguales de colores variados formando círculo. En medio estaba la gente, no mucha, y la fiesta. Mesas largas adornadas con manteles divertidos con comida y bebida. Una pequeña orquesta tocando música bailable y hombres y mujeres, con sus máscaras riendo, bailando, comiendo, bebiendo… disfrutando.

Sin darle demasiada importancia, con mucha naturalidad, a medida que avanzaba entre la gente le iban saludando, reían con ella, la acogían. El tiempo pasó rápido y se sintió acogida y querida en todo momento.

 De pronto paró la música y todo el mundo empezó a quitarse la máscara. Ella también lo hizo, sin miedo, tranquila. Sonrió al mientras miraba a su alrededor. Hombres y mujeres encantadores y entrañables, pero físicamente como ella. Feos. Bueno, eso decía el resto de la humanidad.

Habían formado una pequeña comunidad, autosuficiente. Donde cada uno tenía una actividad económica que repercutía en la comunidad y le permitía pagar los gastos cotidianos. No había niños, ni adolescentes, estaban empezando. Un pequeño pueblo abandonado era su refugio del mundo y estaban empezando a construir una nueva vida lejos de burlas, miradas curiosas y rechazo.

 Empezarían a construir una casa para ella. Izaskun les ayudaría con sus conocimientos a mejorar sus negocias a través de la web y entre todos se harían la vida un poco más agradable.

De momento lejos del mundo, pero sin descartar ninguna posibilidad. Ahora necesitaban sentirse queridos y disfrutar de salir a la calle, reír y llorar sin sentirse bichos raros.

Antes de irse a dormir, se hicieron una foto de grupo que envió a sus padres.

💙💚💛💜💗💚💙💛

Este relato llegó tarde al reto para el cual lo pensé.
 Pero he pensado merece ser publicado, leído y criticado. 
Así que ahí va. ¡Saludos!