—Señoras, nos hemos perdido. Hace
rato que la estela del cielo no se ve. Ya sabía yo que era arriesgado seguir
esa luz cósmica.
—Tranquilas, preguntemos a
esos pastores que cenan al calorcito de la hoguera.
—Sí, vayamos. Es de noche y
llevamos muchas horas de camino. A ver si conseguimos un lugar donde pernoctar.
En el pueblo que les indicaran
los pastores no encontraron aposentos libres. El posadero les indicó que solo
disponía de un establo, pero creía que ya lo habría ocupado una pareja, que
buscando refugio, la mujer estaba a punto de dar a luz, había aceptado el ofrecimiento.
Un hedor penetrante les hizo retroceder
instintivamente, cuando al fondo de la cuadra, en un rincón, se escucharon los
lamentos de la futura mamá.
—Este no es lugar para alumbrar
un bebé.
—Manos a la obra, miremos que
llevamos en nuestro equipaje que pueda servirnos.
María, la parturienta, no
entendía nada de lo que pasaba. José extrañado y algo asustado se acercó a las
que sin duda eran las mujeres más raras que nunca hubiera visto. Con sus
túnicas elegantes, sus turbantes en la cabeza y desprendiendo un aroma a flores
y campo no tuvieron ningún reparo en emprender la limpieza del lugar.
Tras adecentar uno de los
rincones, apartando los animales y la paja sucia, con el suelo y paredes
perfumados, tras la limpieza, extendieron una larga tela en el suelo que
acolcharon con paja limpia. Allí, a la luz de una hoguera, aliviada por el
calor que emanaba de ella, tendieron a María que estaba a punto de traer al mundo
un nuevo ser.
Fueron unas horas de trajín,
nervios, alguna risa, alguna lágrima. Al final, todos descansaban
merecidamente.
—María duerme plácidamente —dijo
Ramatulay exhausta, comprobando que el bebé hacía lo propio—. Busquemos en las
alforjas, veamos que podemos preparar para cenar.
De lo encontrado en sus caballos
y camellos, cada una aportó lo que consideró oportuno. José que había salido a
la puerta llegó anunciando visitas. Los pastores y familias se habían enterado
del nacimiento y venían con presentes para ayudar a la desdichada pareja. ¡Cómo
podían pasar una noche tan fría en un establo tras el alumbramiento!
A lo que nuestras
protagonistas aportaron se unió pan y queso de los pastores, así como vino y
agua para la sed, un buen puchero caliente de varias mujeres del pueblo, dulces
y frutas de postes. También hubo quien dejó mantas y ropas tanto para los esposos
como para el bebé.
Todos juntos compartieron una
agradable velada y partieron a sus casas para dejar descansar a la recién estrenada
madre.
Por la mañana, José y María,
con las sobras de la noche, quisieron agasajar a sus “ángeles custodios” de la noche
anterior. Prepararon un delicioso desayuno.
—Como por arte de magia
aparecisteis cuando ayuda necesitábamos —les dijo José.
—Pues magas no somos, se lo
aseguro —contestó Hajar.
—Con trato de majestades nos auxiliasteis
y acompañasteis —exclamó María sonriente.
—Pues reinas no somos—añadió
Malena.
—Pues dejadme que os diga —declaró
admirada María— para mí siempre seréis, mis tres Reinas Magas.
Y así fue como al niño, a medida que crecía, al llegar su aniversario, le contaban, María y José que el día de su nacimiento, tres reinas magas los colmaron de regalos y les hicieron creer que la humanidad tenía futuro.
Nuevo año, nuevos relatos. Como el año pasado me he apuntado al reto del blog Literup, que nos propone 52 retos de escritura para 2021. En esta ocasión me he comprometido a 12 relatos, la versión corta. Tengo en mente otros escritos y con la versión completa no doy a abasto.
Este primer relato es el reto 2 que nos pide "Escribe un relato protagonizado por tres reinas magas".
Buscando inspiración me encontré con una entrada en el blog "De Enaguas, Molcajetes y Armas" que planteaba al lector: "que hubiera pasado si en vez de tres reyes magos, hubieran llegado tres reinas magas", me hizo gracia y de ahí salió este relato.
Cuéntame tus propósitos para este año.
Acuérdate de que dejen tiempo para disfrutar.