A veces la vida nos muestra su cara más oscura y tenemos que coger el paraguas para atravesar la tormenta. Nos agarramos fuerte para que el viento no nos arrastre y buscamos la linterna que más luz nos dé. Cuando escampe, podremos secarnos suavemente con una toalla y disfrutar de nuevo del sol.
Mientras ese nubarrón, que se instaló hace unos meses en mi tejado, acaba de descargar os dejo esta presentación. La hice para un curso para el trabajo.
Os cuento de mí. En las redes soy "Jose Lezcano". Intentaba ocultar mi identidad. Que no me localizaran las personas que me conocen. Necesitaba escribir sin ataduras y sin tapujos, sin censura.
La de la presentación soy yo, Mª José , la que está intentando salir de detrás de esa oscura nube.
Vamos a ir conociendo poco a poco a nuestros protagonistas. Por un lado tenemos a tres urbanitas. Tres "señoritingos" que acaban viviendo en un "pueblucho perdido", alejado de la civilización. Bueno, eso es lo que ellos pensaron al llegar al pueblo de montaña donde sus padres habían decidido
invertir y montar una empresa.
Al haber acabado el periodo escolar y estar empezando las vacaciones escolares de su prole, las tres familias se trasladan juntas, al completo, al pueblo.
La primera semana les da, a nuestros burguesitos, para convencerse de que no hay nada que hacer en ese lugar. ¿Cómo no se mueren de aburrimiento? Conocen a la poca juventud con la que pueden alternar en la piscina municipal y en el bar donde se reúnen por las noches y los findes. Pero para ellos es todo muy soporífero.
—Propongo que nos acerquemos a conocer al "rarito"
—¡Chicos! No lo veo claro...
—¡Don remilgos! ¡No fastidies! ¿Quieres?
—Tampoco vamos a hacer nada más que mirar. Tal vez reírnos, ¡Según dicen es todo un espectáculo!
Acaban convenciendo a su amigo, el reticente, y una noche se acercan decididos a su granja.
Al llegar a la casa, escuchan una melodía de jazz que les hace olvidar a lo que habían ido.
—¡Tío! ¡¡Esto es una pasada!!—Las notas de "Feeling good", de Nina Simone, les hipnotizan
—¡Ya te digo! Debe tener un pedazo piano de cola, ¡pero qué sonoridad!.
La música parece salir de un granero y sigilosamente, van acercándose, embobados, ahora por una improvisación sobre la base de "kind of blue" de Miles Davis.
Al asomar la cabeza por la puerta entreabierta, ven a alguien de espaldas, tocando un viejo piano de madera desgastada, sin embargo, suena como ningún otro instrumento han oído jamás. En sus años de conservatorio no han escuchado a nadie interpretar así. Ese sonido cálido, recio...
Acaban haciendo ruido. El intérprete deja de tocar. Se vuelve hacia ellos y le disparan atónitos cientos de preguntas sobre su música, su piano...
Y aquí tenemos a nuestro último protagonista. Tiene 16 años, como los otros. Pero este curso ya no ha ido al instituto. Ya, con sus casi 17 años está harto de intentar encajar .
Estudiar se le da fatal. No entiende la mitad de las cosas. Tampoco cree que le vayan a servir para mucho. Tiene claro que quiere continuar con los campos y la granja de su padre. Es feliz así.
Le encanta el trabajo, sus compañeros de trabajo (los animales y las verduras no le dan problemas) y por la noche tiene la música, con la que se evade de todo lo malo que haya podido ocurrir.
Los mira ojiplático, mientras le lanzan todas esas preguntas. Nadie se ha interesado nunca por su música. Bueno. Nadie de su pueblo. Duda que ni siquiera sepan lo que hace de noche en su granero.
Su padre, que ha oído voces y no escucha la música de su hijo, aparece con una escopeta de perdigones:
— ¡Largo de aquí, gamberros! ¡A reíros de vuestro padre!— Lanza varios perdigonazos al aire y, los tres de ciudad, huyen como alma que lleva el diablo.
—¡Papá! ¡No estaban riéndose de mí! —Se acerca al piano, lo cierra y apaga las luces del granero, empujando suavemente a su padre hacia fuera mientras cierra la puerta. El hombre, totalmente descolocado por la situación, que no acaba de entender, sigue a su hijo hasta casa y guarda la escopeta en su armario de costumbre.
Al día siguiente, Luca, nuestro artista al piano se acerca a la piscina con la seguridad de que los tres visitantes de la noche anterior estarán allí. Huyendo del calor del verano.
Esperaba las miradas indiscretas y las risas tontas de su vecinos, pero no le importa. Los ha visto, a sus visitantes nocturnos, al fondo, cerca de la valla.
A medida que se acerca lo saludan con entusiasmo y entre sonrisas y presentaciones, a los diez minutos están los cuatro sentados en la hierba. Mirándose los unos a los otros.
Entonces es cuando se dan cuenta de la cara de Luca. ¡Menuda mancha roja le tapa prácticamente media cara!
—Es una mancha de nacimiento. Sois los primeros que no me miráis raro.
—La verdad, acudimos a tu casa buscando "al rarito", a "cara roja"... —Luca baja la cabeza avergonzado—, y nos fuimos sin reparar en tu cara.
—¡Pero nos encontramos con un genio con las teclas! —comenta eufórico Andrés.
—¡Luca, tío! Eres un crac al piano —interviene Marcos entusiasmado.
Los cuatro chavales acaban de hacerse amigos sin darse cuenta. Han aparcado los prejuicios de niños ricos, los aires de superioridad que traían de la ciudad, la tontería que les añadía el tener de todo y no apreciar nada. Por otro lado, los complejos de años y años de mofas e insultos se quedan aparcados, por parte de Luca, cuando empiezan a contarse sus idas y venidas por las melodías del jazz. Resulta que les une a los cuatro su amor por este estilo tan particular y acaban en casa de Andrés tocando para Luca. Al saxofón, Andrés; Marcos, con su trompeta y para terminar, Jaime con su batería.
Luca, entusiasmado entona suavecito "What a wonderful world" al más puro estilo de Louis Armstrong. Sin tardar, los demás empiezan a acompañarle con los instrumentos. Como si llevaran meses ensayando juntos se acoplan de maravilla y acaban interpretando varios temas, de improvisación en improvisación.
Y así se les va el verano, y empiezan una relación que nadie sabe donde puede llegar. Las familias de los cuatro se conocen y entablan una buenísima relación.
¡Quién sabe! Tal vez Luca se replantee el fututo. O tal vez no. Pero a partir de ese verano, todo cambia. Luca descubre que en el mundo hay mucha gente que merece la pena conocer y los chicos de ciudad, nunca más volverán a menospreciar lo que no conocen. Bueno, o sí. El caso es que, seguramente, ellos también aprendieron una gran lección en aquel granero.
Había una vez un reino que era un auténtico desastre. Las calles aparecían siempre llenas de basura y en malas condiciones. Numerosos edificios medio derrumbados amenazaban con caerse un día u otro.
Los vecinos discutían a doquier, no importaba el motivo. Y los niños correteaban a su antojo faltos de cariño y atención.
Un día llegó una reina que buscaba un palacio donde vivir y un reino para reinar. Le gustó tanto el lugar que pensó que podría arreglar todos los problemas y volverían a ser felices.
LLegó cargada de cariño y buenas intenciones...
Cada día salía de palacio en ayuda de alguien con problemas y, noche tras noche, regresaba rendida y abatida porque sus esfuerzos parecían en vano.
Sus súbditos pronto empezaron a quererla y a confíar en ella. En todos los reinos se oía hablar de la "reina Carola".
Al anochecer se acostaba soñando encontrar solución a este o a aquel problema y al despertar se prometía que ese día arreglaría algún asunto pendiente.
Pero un día se despertó triste, cansada. Se sentó en su trono y se pasó toda la mañana pensando:
«No podía hacer nada solo con buenas intenciones. Esas gentes no ponían de su parte y necesitaban más ayuda de la que ella podía darles".
Recogió sus cosas, cargó su maleta y sigilosamente, por la noche, se fue del reino desolada, abatida.
Pronto en el reino se empezó a hablar de la "Reina Mala". La mala reina que les había abandonado, dejándolos solos en el peor de los momentos. Más pronto aún la habían sustituido.
Paradójicamente, el reino empezó a ir mejor. Buscaron ayuda donde podían encontrarla y pusieron empeño en salir del trance. Todos aportaban su granito de arena, cado uno daba lo que tenía lo que sabía hacer. Juntos, haciendo piña. Compartiendo problemas y soluciones.
La nueva reina solo tenía que pasearse con su gran sonrisa y darles aliento y ánimos. Sembrar buen ambiente y positividad. Interviniendo cuando era necesario repartiendo sabiduría, escuchando mucho.
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VadeReto de enero nos propone esta foto como punto de partida.
HORIZONTES COPARTIDOS
He recuperado un breve cuento, escrito hace tiempo,
dónde he creído ver reflejado el espíritu de esta convocatoria.
La unión hace la fuerza, junto podemos con todo, mejor.
Como siempre, si no conoces el reto, te invito a conocer el blog y todo lo que puede ofrecerte.