jueves, 28 de diciembre de 2023

Poquito a poquito

Jirafita  huyó con su familia de la selva en la que vivía tras un enorme incendio que nadie sabe cómo empezó. Todos los animales corrieron despavoridos en busca de un nuevo lugar para vivir. 
Aunque echaba de menos su antigua casa, su nueva selva era bastante acogedora. 
Estaba contenta. En la escuela de animales se sentía a gusto. No era para nada el centro de atención, cosa que odiaba. Pasaba desapercibida a pesar de su altura. 

Gracias a su largo cuello, veía más allá que los demás. Hacía días que notaba
cómo el gran orangután blanco, llegaba con una sonrisa de oreja a oreja y poco a poco se desdibujaba por completo. Blanquino entregaba todos los días su almuerzo a Pumuki y después vagaba entre los árboles cabizbajo. Ese día pensó en acercarse a él, en cuanto lo viera,  y darle un abrazo. 
Nada más verle entrar al recinto escolar se acercó a él. Blanquino le regaló una de sus sonrisas y no se despegaron en todo el día. Almorzaron juntos y como vivían cerca volvieron a casa sin dejar de reír y contarse cosas. 

Al día siguiente, Jirafita se acercó a Cebrina que  se escondía tras los arbustos día sí y día también. Le iba a preguntar qué le pasaba cuando notó por su lomo un frío inesperado y en su cuello se empezó a enroscar el cuerpo  de Pitonisa:
—¡Por qué te metes, cuellilargo, donde nadie te llama!
Pero antes de poder contestar se acercó Blanquino con su amigo  Melenas y la pitón se fue volviendo la cabeza amenazante. 
¡Vaya!,  resultaba que el león había perdido las melenas por una broma de Pitonisa y sus amigos,  y ahora le daba miedo ir solo por la selva. 

Jirafita era feliz rodeada de sus nuevos amigos con los que charlar en el cole, ir y venir a casa y jugar en el tiempo libre. Sin embargo, con su largo cuello, seguía viendo como Pitonisa y Pumuki imponían su tiranía en el corazón de la selva. 

Algunos animales se hacían los despistados, con ellos no iba  nada y otros parecían invisibles, nadie quería ver lo que les pasaba. Y mientras,  una panda de  cuatro valentones se hacían dueños de cada rincón de sus vidas. 


Pero poco a poco todo empezó a cambiar sutilmente. El grupo de amigos de Jirafita iba aumentando, y se ayudaban a crecer entre sí. 
Se habían dado cuenta que si iban varios juntos, Pitonisa y su panda les molestaban menos. Así que procuraban ir en grupo. Y estar atentos por si alguien necesitaba ayuda.


Trompas llegó un día nuevo al colegio. Jirafita creía recordarlo de su antigua selva y cuando se dirigía a saludarlo Pumuki se interpuso en su camino.
—Creo  que Pitonisa quiere darle la bienvenida. Te aconsejo que no te interpongas, piernas largas.
—Pues,  yo "creo" que te equivocas. Veo a Blanquino y Cebrina riéndose con el nuevo. ¿Dónde dices que está tu amiga?

Se fue esquivándolo y estirándose todo lo que podía. Por supuesto que tenía las piernas largas. 
—¡Larguísimas! —diría ella.

El elefante recién venido enseguida atrajo a media selva. Era graciosísimo y todos se divertían mucho con él.

la selva iba cambiando de sol a sol. Los despistados cada día reconocían a más invisibles y estos habían hecho de la unión su arma invencible. Estaban convirtiendo el patio de su recreo en un lugar seguro, de todos y para todos. De todas y para todas.
Todos tenía su hueco en el tiempo libre: unas contaban historias, otros se sabían muchos juegos, a veces cantaban todos juntos o se inventaban una nueva diversión. Cada cual tenía diferentes ideas y se agrupaban según el día y lo que les apetecía. 
"La panda de Pitonisa" se había reducido a la pitón y al puma. Había días que se les veía aburridos, enfadados, rabiosos... No encontraban oportunidad para seguir amedrantando a los demás. Nunca nadie estaba solo el tiempo suficiente. En cuanto se acercaban a cualquier animal, alguien  aparecía a su lado con la excusa de jugar, de hablar, le pedía ayuda para algo... 

Cuando Jirafita pudo volver a su selva, las cosas habían cambiado mucho. Todos eran importantes y todos tenían su espacio. Entre todos habían conseguido, con abrazos, sonrisas y compañerismo convertir su cole en un lugar único donde aprender y divertirse juntos unas y otros.
El cole y cada rincón de la selva eran ahora espacios de felicidad. 
💥💥💥💥💥💥💥💥💥💥💥💥💥
Esta es mi aportación al VadeReto de Diciembre.
Una idea interesante la que ha tenido nuestro anfitrión.
"Recuéntame un cuento"
Las fábulas de Jean de La Fontaine, más bien sus moralejas 
son nuestro punto de partida. 
¿Encuentras la moraleja en la que he querido basar mi cuento?

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domingo, 26 de noviembre de 2023

¿Una relación normal?



"Me he despertado esta mañana
 y me encuentro que no hay leche para desayunar. 
Si vas a comprar, recuérdalo."

❤❤❤❤❤❤❤❤

"He ido a comprar,
 he comprado desengrasante. La cocina necesita un buen repaso."
💚💚💚💚💚💚💚


"Limpié la cocina. 
¡A ver si haces tú lo mismo con el baño!"
❤❤❤❤❤❤❤❤



"Trabajaré todo el fin de semama, turno doble. De noche.
 Procura no hacer mucho ruido por las mañanas" 
                    💚💚💚💚💚💚💚💚
"El domingo fue nuestro aniversario. 
El silencio fue mi regalo."
❤❤❤❤❤❤❤❤❤

¡Por fin hemos acabado de pagar la hipoteca!                                            
Me he despedido del trabajo.💚💚💚

❤❤❤"¡¿Qué has hecho qué?!
Compra posits."

💚💚💚💚No te eches a dormir antes de que yo llegue.
Tenemos el fin de semana para dormir.
No he comprado pósits.
Hablemos.💕


👥👥👥👥👥👥👥👥👥👥👥👥👥👥



Esta es mi aportación al microrreto 
"Matemos al narrador", 
que nos propone el blog 
este mes de noviembre.

domingo, 19 de noviembre de 2023

El dragón que habito

Nada podía salir mal. Hacía un día explendido. Lucía el sol y la humedad de los días anteriores parecía haber desaparecido. Un suave calorcito te cubría, cuando los rayos del sol tocaban la piel. La poca  que quedaba expuesta en pleno mes de noviembre.
Llegué a la consulta de oncólogía, allí había quedado con Alex. Entré confiada de que estuviera dentro, era casi la hora de la cita. El autobús había tenido una avería y, entre hacer el transbordo y llegar, me había retrasado. Pero ya estaba allí y justo a tiempo. Mientras buscaba con la mirada me acerqué a la recepcionista y le pedí si podía retrasar mi cita hasta que llegara mi pareja. No hubo problema.
Me senté tranquila, mientras uno tras otro iban pasando todos los pacientes de ese día. Caras alegres, tristes, preocupadas... no todos salían con el mismo talante tras la consulta. Tras hora y media, no tan tranquila ya, me leí el informe que llevaba entre las manos. Llamé a Alex. Llegó cuando solo quedaba yo en la consulta y mi oncóloga salía a pedirme que entrara. 
¡NO,no,no, no...! Cogí a Alex de la mano y confié  en que contestara por mí a todo lo que la doctora iba diciendo... ¡no está pasando, no está pasando...! Noté que me soltaba de la mato y en ese momento es como si empezara a caer en un oscuro y profundo pozo negro.
—¡Está sugiriendo que debe abortar! —Cáncer y embarazo. Dos noticias inesperadas el mismo día. ¿no es "cómo" mucho?
—Marisa —me dijo la oncóloga mirándome a los ojos—, podemos dejarlo para mañana. Sé que es mucho lo que te he dicho. Volvéis mañana, después de pensarlo y hablamos.
Llegamos a casa. Alex se volvió al trabajo. Me senté en el sofá, el rincón favorito de mi casa, bajo la ventana de mi dormitorio, apoyada en la pared. Perdí la vista tras el ventanal. Dejé que la rabia y la ira se llevarán todo el miedo y la angustia del terrible diagnóstico que acababa de recibir. 

¡Menos mal que nada podía salir mal!
¿Por qué yo? ¿por qué  además tenía que estar embarazada? ¿por qué Alex no estaba conmigo? ¿por qué ahora que todo me iba tan bien?
Grité, grité, grité... y de pronto volaba a lomos de un enorme dragón que iba soltando llamaradas de fuego cada vez que yo despotricaba y maldecía mi mala suerte. Y, montada en él, sobrevolé toda la relación con Alex, hasta el día que nos conocimos. Las riñas, las reconciliaciones, las decisiones, las veces que cedí, las que fui feliz, las que lloré. Nuestro primer beso... Desperté. 
Había anochecido. Aún no estaba en casa. Pensé en mi familia, mis padres, mis hermanos, hermanas... Demasiados para llamarlos a todos. Todavía no. Los amigos... no. La única a la que quería decírselo, estaba viviendo su gran aventura. ¡Se lo merecía! No sería yo quién le amargara los primeros días en el trabajo de su sueños. 
Me preparé un salmoncito al horno y me abrí una cerveza sin alcohol. El angelito que dentro de mí deseaba cobrar vida se merecía este detalle. ¡Qué rico olía! ¡Qué bien me sentó!
Como no dio señales de vida, me fui a dormir. No recuerdo haber pasado peor noche nunca. No sé qué hora sería cuando me levanté y me senté en el diván bajo la luz de la luna. Tras demasiadas lágrimas cargadas de desesperción, el coraje, la furia y la irritación me hicieron golpear con fuerza el cogín en el que me recostaba, cada golpe cargado de adrenalina dolía más, cada puñetazo dejaba mi mano adormecida... y de nuevo volé a lomos de mi dragón esta vez por un futuro incierto donde un bebé crecía sin su mamá. Me vi sufriendo con un cáncer sin tratamiento, me vi sola ¿dónde estaba Alex? 
Sonó el despertador. Acurrucada bajo la ventana, unos rayitos de sol calentaban la manta que me cubría. 
Esperé a oir una voz cariñosa que me abrazara en mi despertar. ¡Qué tonta!
Amalia, la oncóloga, y yo decidimos esperar. Podía retrasar el principio del tratamiento una semana, pero no más. Si decidía tener al bebé no podría iniciar el tratamiento. Si no empezaba lo antes posible seguiría extendiéndose. Era muy invasivo.
El teléfono de Alex no daba señal. Me monté en el autobús para regresar a casa. Agradecí no tener que ir a trabajar. Estaba disfrutando de mi año sabático. Aunque tal vez mis niñas y niños del colegio me hubieran ayudado a relajar, a distraer los pensamientos. 
Al llegar a casa, me acurruqué en mi rincón favorito y  mientras la irritación aumentaba y la indignación de sentirme tan sola en este momento me hacían morderme la mano para no gritar. Cuando ya casi empezaba a salirme sangre, noté el aire rozandome las mejillas y un  resoplido  que envolvió  de baho todo a mi alrededor. Volaba lejos, con toda la vida por delante, feliz. Sin pelo pero sonriente publicaba mi primera novela y mi canal de youtube daba sus primeros frutos. Comíamos en mi casa, con mi familia unida y una calma inmensa me vino a visitar. Hacía muchos días que no me sentía así. La llamada de mi amiga me sacó del trance. Cuanta positividad enfundió en mi alma.
El ruido de la puerta me despertó. Me acaricié el vientre. Tanto pensar en mí. ¿Qué sentiría mi preciosa presencia interior? Anochecía.
—He estado llamándote. —Alex me miró con semblante duro, como por encima del hombro. 
—No quería influir en tu decisión.—Se cambiaba de ropa y preparaba su equipaje, casi impasible, sin mirarme. ¡Qué distinto fue todo durante el proceso de reproducción asistida!
—¿Mi decisión? Pensé que eramos un equipo. —Busqué su mirada.
—Tengo un viaje de trabajo, ¿lo recuerdas? He venido a buscar mis cosas.
Y así se fue de mi vida. Sin más.  Un par de días después me levanté perdiendo en sangre. Todo se había precipitado. Mi pequeño querubín había decidido esperar mejor momento para conocerme. Y a mí me ingresaron para iniciar el tratamiento.
❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤
Las relaciones de pareja no son fáciles.
 Tener un hijo, es una decisión importante y cuando es cosa de dos,
 lo es la decisión y la responsabilidad. 
Vivir en pareja es compartir, si no
¿para qué?



Esta es mi participación en el VadeReto de noviembre
si no lo conces sigue el enlace
¡merece la pena visitarlo!

domingo, 22 de octubre de 2023

¿Premio o castigo?

Se fue. Sin hacer ruido. Sin destacar. 

Al día siguiente de su partida, cada persona que su vida habitó recibió, por correo, un paquete.

El mío era pequeño. Una pequeña caja de cartón, cartón de embalar. Dentro, un plástico burbujeante protegía un pequeño tintero dorado.

Una fina inscripción, con letra elegante, alrededor del tintero de oro, decía: «Pídeme un deseo y lo verás escrito pero levantarás amores y odios a partes iguales».


Me picaban las manos y deseé con todas mis fuerzas ponerme a escribir la novela que llevaba en mi cabeza y nunca arrancaba. Últimamente mis ideas sufrían tal sequía que ahogaban mi inspiración.

 Cada vez que la pluma se nutría en el tintero las palabras se me agolpaban, desparramándose por el folio en blanco casi sin masticarlas. Cada novela que había ideado ahora salía del rincón escondido donde el cerebro la escondía y se plasmaba en un libro exitoso. Cada uno aumentaba mi fama. Mi bolsillo. Mis fans escribían miles de cartas que amontonaba en el garaje.

 Sin embargo, cada una de esas obras había tenido un efecto inverso en mis personas más queridas. Se veían reflejadas y las hería, las defraudaba, las enfadaba… Las perdía. Al escribir no podía filtrar el contenido. Hasta que el libro no estaba en las librerías y releía las partes donde mis allegados se encontraban, no me daba cuenta de lo que realmente había escrito y a quien señalaba.

Guardar el tintero sería lo lógico.

¿No?

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En septiembre, los blogs "Acervo de Letras" y "El Tintero de Oro" crearon un reto conjunto. No llegué a tiempo y no puede participar. Sin embargo, el relato estaba escrito (aunque no lo tuve  a tiempo para la convocatoria de El Tintero de Oro). 

Como sé que J.A. Sánchez , anfitrión del blog "Acervo de Letras" no cierra sus convocatorias mensuales, y tengo entendido👀que está de celebración de cumpleaños, le regalo el relato que escribí para ese reto.

¡¡¡¡¡ FELICIDADES !!!!!

domingo, 8 de octubre de 2023

Una tarde de verano

Más allá del horizonte, por donde se esconde el sol tarde tras tarde, en la cima de una altísima montaña, donde el ser humano jamás ha puesto el pie, se esconde el bosque Maravillas. 
Tily es una ardillita pequeña y pispireta,  que corre y salta de rama en rama. Por las tardes, al caer el sol se reune con su amigo Bily, el conejito, y se van en busca  de rincones secretos y exóticas frutas.
Les gusta reír, cantar y parecen los seres más felices sobre la tierra. 

Un día, Tily  amaneció triste y decaída. Era el cumpleaños de Bily y no tenía nada que poder regalarle.
Había buscado, sin  cesar, por todos los rincones del bosque, removiendo matorrales y setos, intentando encontrar una sorpresa que fuera lo más rara, lo más difícil de encontrar, lo más costoso de alcanzar. Pero lo difícil de encontrar no pudo hallarlo y lo costoso de alcanzar se le escapó de las manos.
Así que era el cumpleaños de Bily y ni siquiera había recogido la fruta más exótica y rara que poder regalarle ni había encontrado el rincón más maravilloso que poder  juntos disfrutar.  Se fue pues a su conejera a esperar, triste y decaída, igual que se levantara...
¡¡¡¡¡Pero qué desastre!!! 
La madriguera de Bily parecía un trastero. ¡Qué desorden! Estaba todo tirado, revuelto, sucio...


Se puso a ordenar la conejera, intentando darse prisa para que estuviera arreglada cuado él volviera.
No le costó mucho. Era poco lo que había en la pequeña gazapera, así que, cuando Bily llegó el conejar relucía por los cuatro costados.
¡¡¡¡¡Qué contento se puso el conejito!!!
 El día de su cumpleaños lo pasó enterito en su cubil. 
¡¡¡Se estaba tan bien!!!
Y cada día,   cuando intentaba no dejar nada fuera de lugar para que todo siguiera en orden, se acordaba de Tily, que había puesto todo su cariño para hacerle ese gran regalo. 
(Escrito en 1989)
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Acabo de rescatar este cuento, escrito hace ya mucho tiempo, para participar en el VadeReto de octubre. J.A. Sánchez a través de su Blog Acervo de Letras (que si aún no lo conoces, ya estás tardando en cilcar en el enlace) nos propone cada mes un reto diferente, para ponernos a prueba con nosotros mismos. Después, si te paseas por los relatos de los participantes te darás cuenta las diferentes historias quesurgen a partir de una misma idea. Sorprendente. Igual que pueden sosprenderte cada una de la bitácoras de los participantes. ¡A mí me encantan!

martes, 29 de agosto de 2023

VadeReto agosto 23

Un mes más me encuentro al final de mes sin un relato que presentar al VadeReto. Y me fastidia porque entonces me quedaré sin las visitas de todos los participantres de este fantástico reto que mes a mes nos propone José Antonio Sánchez  en su blog "Acervo de Letras". Desde la primera participación con uno de mis relatos, me sorprendí al recibir las visitas de los amigos de este blog, participantes casi todos, que se acercaban a leer mi relato. Me encanta ese feedback tan reconfortante. Con las buenas y las malas críticas tan constructivas. Así que este mes, para no quedarme fuera, recupero una entrada antigua para dejar mi granito de arena en este carrusel de relatos.  Es uno de los cuentos que hace años escribí a una de mis amigas pero que puede servirnos de metáfora para muchas circustancias de la vida. Gracias de antemano por vuestra visita.

y sin embargo...
Hace muchos años en un lejano país existía una pequeña aldea donde jamás habían visto la luna.
En la biblioteca del lugar,infinidad de libros, con grandes dibujos e ilustraciones, intentaban explicar cómo era.
Los habitantes de aquella aldea se conformaban con ver todas las noches distintos luceros y estrellas que el cielo les mostraba, e imaginaban por medio de comparaciones cómo sería su anhelada luna.
Sin embargo,María,todas las noches miraba ansiosa las estrellas intentando encontrar una que fuera distinta a todas ellas;buscando ese gran lucero, ese broche de nácar que adornaba las noches en sus sueños.
María, que desde siempre había vivido en esta pequeña aldea,sonreía feliz, día a día, pues no podía quejarse de lo que la vida le brindaba.
Y, aunque poco a poco todos esos sueños que de niña tuviera se iban cumpliendo, un vacío quedaba en su corazón, una extraña sensación de soledad que la estrella más bella del universo no podía disipar con su luz.
En una de esas noches en que María pasaba horas y horas en su ventana recorriendo, palmo a palmo, la vasta oscuridad del cielo, vio,de pronto,el lucero más hermoso que jamás hubieran sus ojos comtemplado.
En medio de tanta oscuridad, su redonda silueta parecía la sonrisa del cielo; María hubiera jurado que esa noche brillaba 
solo para ella.
Sí, habían merecido la pena tantos años de espera. Era mucho más preciosa de lo que nunca pudiera haber imaginado.
Dentro de su corazón 
los débiles rayos que de ella manaban iban inundando ese espacio vacío que tantas veces había querido llenar.
Cada día se le hacía más largo esperando llegar la noche para poder ver de nuevo su preciosa luna.
Hubiera querido poder descolgarla del cielo y guardársela como un tesoro para ella sola.
Tenía celos de la gente que como ella pudiera sentir esta intensa emoción al admirarla y a la vez temía que alguien pudiera querer llevársela de nuevo lejos de ella.
Poco a poco iba creciendo en su corazón
 una inmensa felicidad y al mismo tiempo un abrumador sentimiento de impotencia.
Era feliz con poder disfrutarla cada noche pero, a la vez, quisiera no tener que compartirla con nadie.
Sí, María era ahora completamente feliz, 
y no creas, 
todos sus vecinos se dieron cuenta del cambio que había dado y es que la felicidad que renacía en su interior no podía disimularla y se reflejaba en sus ojos. 
Ella sabía que,tal vez, la luna volvería a desaparecer, pero mientras estuviera cerca de ella no dejaría de asomarse 
cada noche a su ventana.




"Y así se sentía mi amiga cuando conoció a quien hoy comparte la vida con ella, tanto tiempo esperándolo y ahora le daba miedo poder perderlo. 
 Dudas, incertidumbre, inseguridades...
y una nueva felicidad que disfrutar."
Escrito en septiembre de 1988
Publicado por primera vez el 1/12/2019

lunes, 31 de julio de 2023

Media luna dorada

—Ya sé de qué va a tratar mi trabajo sobre la inclusión,mamá. ¡Voy a darle un "repasito" a la princesita caprichosa de tu cuento "Media luna dorada". —Su madre la mira sorprendida.

—¡Pero si te encantaba ese cuento! Me hacías que os lo contara en todas las fiestas de tu cumpleaños. Todos, niños y niñas, aplaudían y disfrutaban. A veces jugabais a representarlo.

—Ya. Me acuerdo. Eramos pequeños y hacíamos la lectura que tú nos  dabas. Tu moraleja era "las mentiras no llevan a nada bueno" y nosotros solo veíamos eso: una princesa caprichosa que acaba sola. —Mira a su madre. la mujer no sabe la que le viene encima.

—Te recuerdo el principio:
        «En un pequeño reino, más allá de las estrellas, vive una pequeña princesita. Sola en su planeta. Espera impaciente la llegada de su príncipe soñado. ¡Os preguntaréis por qué! Intentaré contároslo.
En su reino, una antigua tradición obligaba a las princesas a  casarse con el príncipe que les apareciera en sueños la noche de su dieciocho cumpleaños. Durante años y años, las princesas del reino habían cumplido esta antigua tradición, e  incluso muchas no pudieron encontrar nunca al príncipe de sus sueños.»
A ver, mamá. ¿A ti te parece normal?  Esperar a los dieciocho para conocer, EN SUEÑOS, a tu futuro marido. Sigamos con el cuento
«A nuestra princesita le faltaba solo una semana para cumplir dieciocho años, y en vez de esperar con gran ilusión esa noche, en que conocería a su príncipe, paseaba cabizbaja por los jardines de palacio.
—¡OH, no, no! ¿Por qué nacería princesa? No sé con quien soñaré esa noche, pero seguro que no es mi príncipe. Sé, que cuando llegue. campanas de oro repicarán en mi corazón y un suave aroma de jazmín envolverá el ambiente. La sangre hervirá en mis venas y una alegría inmensa desbordará por todo mi ser. Solo podré conocer a mi príncipe viajando incansablemente. ¡No en un absurdo sueño! 
La noche de su cumpleaños, nuestra princesita no durmió. ¡Tendría que  casarse con el príncipe del sueño!
En la fiesta de su cumpleaños debía describir al príncipe con el que había soñado. El día entero lo pasó pensando en una descripción que no encajara con nadie que ella pudiera conocer... 
No me extraña, como decía el cuento, que la princesa no durmiera en toda la noche. Pero no por esa ñoñería.  ¿Su único problema era que debía cumplir la tradición? ¿Solo se esperaba de ella eso?¿No tenía más aspiraciones? Quería viajar para conocer a su príncipe, ¿solo para eso? ¿No sería importante, también, que conociera su reino, como vivían sus súbditos, que se podía hacer para mejorar las cosas...?

—Si mirado desde tu punto de vista... pero mi intención no era esa. —Recordaba la ilusión con la que de pequeña escuchó su cuento la primera vez, y lo que disfrutaba cuando se lo leía las innnumerables veces que se lo pidió. 

—Lo sé mamá, de buenas intenciones está el mundo lleno. Pero vamos a avanzar. Llegamos al día de su fiesta de cumpleaños cuando debe describir al príncipe:

«—El príncipe tenía un hermoso caballo negro que relucía a la luz de la luna y entre su capa llevaba un pequeño saxofón, del que salía una bella y extraña melodía.
Un murmullo irrumpió en el silencio de la sala. Nunca, nunca se había visto un príncipe que tocara ese instrumento. ¡Solo es arpa era instrumento real!
Y menos aun en un caballo negro. Desde pequeños los príncipes montaban blancas cabalgaduras, signo de poder y grandeza.
Desesperado, el rey buscó y buscó en todos los reinos un príncipe que cumpliera esas condición. Numerosos bandos colgaban en los árboles de muchos kilómetros a la redonda. 
Un día se presentó en palacio un príncipe montado en un majestuoso caballo negro y de su saxofón brotaban melodías que hacían estremecer a las estrellas.
la princesita no salía de su asombro y quiso conocer a este personaje de fantasía. Durante días y días la princesita habló y paseó con Ernest. Parecía encajar tan bien con ese príncipe con quien tanto soñaba...
Sin embargo, cuanto más lo conocía,  aunque más lo quería, un extraño miedo invadía todo su ser.»

Así que aparece su futuro marido y rompe con todos los esquemas. ¿Qué problema hay con el color del caballo? ¿Blanco sí y negro no? No sé yo... un poco racista, ¿no? Y los instrumentos musicales, ¿tienen categorías según el rango en la sociedad?

—Me parece, hija mía, que esto es sacarle punta a las palabras. —La mirada inquisidora de la crítica del cuento se clavó en las pupilas de la escritora, que se hundió en el sofá, esperando que algo se salvara de su cuento.

—Sigamos:

«Cuando el rey la llamó para que fijara la fecha de la boda, la princesita sorprendió con su respuesta:
—¡Oh, padre! ¡Cuánto lo siento! Pero no es el príncipe del sueño. Él, solía recitar largos poemas al viento y al sol y Ernest ni siquiera sabe un corto poema de amor. Yo le quiero, padre, pero no es el príncipe del sueño.
El pobre rey ya no sabía donde buscar, a quien preguntar, `pues ¿dónde se había visto un príncipe poeta?
¡¡¡¡La poesía era cosa de juglares!!!!
Pero, para sorpresa de todos. en medio de una horrible tormenta apareció un príncipe con cabalgadura negra, que al saludar descubrió bajo su capa un pequeño saxofón. Por la noche, mientras cenaban, recitó largos poemas al viento y al sol.
La princesita maravillada con la coincidencia pasó los siguientes días sin separarse de Walter, que así se llamaba.
Parecía coincidir hasta en el último detalle con sus pensamientos, sin embargo... ¿Por qué incesantemente lo comparaba con Ernest? Y si esperaba más, ¿Aparecería quien ella buscaba?»

Si obviamos el hecho de que estos principes parecen tener muy pocos quehaceres, pues se pueden permitir el lujo de viajar sin rumbo fijo para encontrar su compañera de vida. Que dicho de paso, son ellas quienes eligen, como si de un trofeo se tratara.  ¿No te chirría un poco el asunto? Además de esto,  ¿Qué problema hay en que los príncipes expresaran sus sentimientos escribiendo un poema? ¿Era un arte menor, solo de juglares?¿O es que no se les permite a los principes esa sensibilidad?

«Los miedos de la princesita volvieron nuevamente y el día que tenía que fijar la boda...
—¡Oh, padre! ¡siento deciros que no es el príncipe de mi sueño! El día de mi boda, en el sueño,  el  príncipe pasó la noche cocinando un gran pastel de chocolate y Walter... ¡Nunca quiso pisar la cocina de palacio!
El monarca no pudo evitar encolerizarse: ¡Un príncipe en la cocina, menuda desfachatez!»

 Este rey me empieza a caer mal. ¿No se da cuenta que su hija le está tomando el pelo? Y bueno,  estos herederos de reinos, ellos y ellas , qué vidas más vacías, ¿no te parece? Me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere... Y bueno, eso de que los hombres no pueden estar entre fogones... eso creo que ya lo hemos superado en este siglo. ¡Menos mal!

Antes de que digas nada voy a continuar con el cuento:

«Y así, la princesita fue conociendo a numerosos príncipes que coincidían con sus peticiones ( y con sus sentimientos) pero siempre aparecía ese miedo que le atormentaba.Los quería, y al mismo tiempo quería no quererlos. Los comparaba incansablemente y no sabía cual le gustaba más y a la hora de elegir el miedo respondía por ella. Durante meses y meses. la princesita inventó raras cualidades de su príncipe.

  •  Sus príncipe era un gran pintor. ¡Solo a las princesas se les enseñaba ese gran arte!  

  • Su príncipe era diestro en hacer malabarismos. ¡Cuándo eso era ocupación del buzón del rey! 

  • Su príncipe conocía todas las constelaciones del firmamento. ¡Solo los astrónomos estudiaban y conocían los astros!  

¿Cómo iba un príncipe a perder el tiempo en esos menesteres descuidando los asuntos de gobierno? 

Pero siempre, siempre, por rara que fuera la escusa de la princesita aparecía un nuevo príncipe. Así conoció a todos  los príncipes que existían y a pesar de ello n unca calmaba esos miedos, esos temores ¿Y si conocía a otro ao que quisiera más? ¿Y si al elegir se equivocaba? ¿Y si...?Viendo que so seguía inventando personajes de cuento acabaría quedándose sin argumentos. buscó una cualidad que nadie, nadie, pudiera cumplir. 

—... Cuando miraba asus ojos, una media luna aparecía en medio de sus pupilas, una media luna dorada.  

La indignación del rey creció y creció. Parecía que con sus rugidos estallarían las paredes.»

Te olvidas que chicos y chicas pueden hacer o les pueden gustar las mismas cosas. Que cualquier persona puede elegir lo que quiere hacer en su vida. Que tu princesa tiene pocas aspiraciones o inquietudes, pero que  tus príncipes tampoco se salvan. Pocas cosas parece que pueden elegir en sus vidas. Y lleva todo el cuento, el rey de enfado en enfado. ¿Y la reina? ¿No tiene nada que decir? 

Bueno, y por fin llegamos al final: 

«Entonces, súbitamente, se abrierontodas las ventanas de palacio y entre una gran nube mágica, un hada apareció ante la princesita:

—Durante meses y meses has mentido a tu padre inventando tontas historias. has engañado con ellas a tu propio corazón. buscando sos rumbo alqo que ni siquiera tú sabías que es.
Y. el hada del buen querer castigo tu indecisión. Quieres seguridad en el amor ¿acaso asegurarías que mañana sale el sol? Por eso te maldigo: «Que conozcas muchos, muchos príncipes. Todos ellos merecedores de tu amor. Pero que no puedas querer más  que a aquel que en sus pupilas brille una media luna dorada»
Y aun sigue esperando a su príncipe, que nunca llegará pues: 
¡¡¡Qué príncipe puede tener una media luna dorada en sus pupilas!!!»

He de decirte que cambiaré un poco el  final. Un encantamiento la convierte en encantaira: legendaria criatura de la mitología aragonesa,  condenada a vivr sola eternamente, vagando incansable por las ruinas del castillo. ¿No te parece que así le damos una aire más "tradiocional" ?

—Deduzco que ya has acabado de desmontarme el cuento, ¿no? —Parecía disgustada. Se levantó con semblante triste. Cabizbaja. durante días estuvo dandole vueltas a la cabeza la tarde pasada con su hija donde le hizo una lectura totalmente diferente a lo que ella quiso expresar al escribirlo. Todo parecía ser más complicado. Escribir no solo era juntar palabras de forma que quedara un bonito escrito con un mensaje explícito. Había que fijarse lo que se decía implícitamente.

Un día llego su hija pletórica del instituto. Hablaba muy deprisa y le contaba lo bien que le había ido la exposición y la buena crítica que le había hechos sus compañeros. Había triunfado en clase. El profesor le había felicitado. La tutora decía que iban a preparar una actividad, a partir del cuento para que fueran los alumnos y alumnas de otras clases los que "desmontaran el cuento".  

Se fijó en su muñeca. La llevaba vendada. De pequeña siempre decía que se tatuaría una media luna cuando fuera mayor. ¡Seguramente no era muy realista pensarlo ahora!  Se había quedado sin cuento. Pero había servido para un buen fin, aunque no fuera el que ella imaginó.  Su hija se abrazó a ella y le transmitió toda su emoción. Toda su alegría. Sonrió. Este momento valía más que todos los cuentos que ella pudiera escribir.

🌙🌙🌙🌙

Este es uno de los cuentos que escribí, haceya muchos años, y que he "desmontado" en forma de relato para participar en el VadeReto de julio. Os dejo el enlace al blog Acervo de letras . Así podéis conocer el blog, con todos sus retos y sus relatos. Entretenimiento para cualquier noche fresquita de verano, o alguna de las más calurosas con un buen refrigerio entre las manos

lunes, 24 de abril de 2023

Un poquito de mi, para empezar a conocernos

Un poquito de mí, para empezar a conocernos:

Me llamo Bartolo (te agradecería obviaras pensar en determinadas bromitas de las que estoy más que harto). Todo el mundo me llama Barti. Estoy acabando secundaria y como toda la promoción debo decidir qué quiero hacer al año que viene: Bachiller, grado medio, grado superior…

Yo quiero trabajar en el campo. Y con el ganao. Vamos, quiero irme con mi padre a trabajar. Me encanta ese trabajo y adoro mi pueblo y vivir en él. Lo tengo clarísimo. No veo la necesidad de seguir estudiando en la enseñanza reglada, porque no necesito títulos y no me van a enseñar nada de lo que vaya a necesitar. Ahora con internet, todo lo que quiera aprender sobre agricultura y ganadería para avanzar en mi trabajo lo tengo a golpe de “un clic”. Todo lo que mi padre no pueda enseñarme. ¡Claro está!

Te cuento cosicas sobre mí. Mi madre dice que soy un bisajudo1, porque me pongo lo primero que encuentro me planto las maripis2 y listo para salir de casa. También soy un poco zaforas3, tanto con mi aspecto como en mi proceder diariamente:

—¡Dónde vas con el calzero4 de trabajar! —grita mi madre en cuanto entro por la puerta— ¡Menudo barrestruz5 me has dejado en el suelo! ¡Mira!

“Y al inte”6, antes de que pueda reaccionar, me ha puesto una rodilla7 en la mano y me tienes limpiando el rastro que he dejado al entrar.

Mi abuelo dice que estoy arguellau8, vamos que soy un “tirillas” y además algo garroso9.

¡Dónde vas con ese cuerpo escombro! —grita mi abuelo riéndose cuando los sábados me voy de marcha. (Para que no vayas soñando con que soy un Robert Redford).

Puedo parecer un poco aplampau10, un zebollo11. Las vecinas de mi madre alguna vez le han dicho: ¡A tu hijo Barti parece que le falta un hervor!

Me da pampurrias12 solo de pensarlo. Confunden el tocino con la velocidad. Es cierto que en el colegio y en el instituto no he demostrado mucha virtud. Cierto. ¡No sabes lo que me abuuuuurrrrrro!

Pero no te equivoques, ¡eh!, no soy para nada un malchandro13. Soy el primero en levantarme los fines de semana para irme con mi abuelo o con mi padre a trabajar al campo. O al monte con las ovejas. Soy muy hábil en el ortal14. Mi padre dice que lo que yo trabajo tiene un sabor especial. A mi dame un ajau15 y déjame ser feliz.

—¡Ranca al instituto y no me hagas hablar! —Mi madre no lo entiende, ella cree que debería estudiar para tener una vida mejor—¿Quieres estar como tu padre, toda la vida trabajando pa otri16?

—¡Ñai17! ¡Ya estamos! ¿Tan mal hemos vivido? Yo, a Papá lo veo feliz.

—¡Qué chandrío18! ¡No sé qué vamos a hacer con este chiquillo! —Así acaba la discusión. Mamá se va medio enfadada, medio triste y yo que quedo esbafau19.

 

Te lo explico. Me gusta contemplar las hormigas cuando empieza la primavera y haciendo caminos eternamente largos de montones de hormigas van llenando el hormiguero con provisiones para el invierno. Una detrás de otra, en grupo, las puedes encontrar en todas las direcciones. Pero a veces, si te fijas bien, cerca de ellas, pero lo suficientemente lejos, una hormiga ha perdido la fila. Se mueve de manera errática atrás y adelante, a izquierda y derecha, como si se moviera dentro de un laberinto invisible y no encontrara la salida. Como perdida. En ese momento pienso en lo que estará sintiendo: angustia, miedo, soledad… no encuentra su grupo de trabajo, ¿sabrá volver al hormiguero? ¿la echaran de menos?

Así me siento yo, como en una encrucijada… ¿qué quiero, qué hago, que esperan de mí…?

—¡Inde20, Barti! A papá le va a dar un torzón21 si no te apuras, te esperan para ir a la cuadra. ¿Qué haces ahí “pasmao” contemplando las hormigas?

Y bueno, poco más te puedo contar antes de que vengas. Estoy deseando que llegues y nos conozcamos en persona. Te voy a caer bien, ya verás. No soy rebordiau22, ni alparzero23 y no me gusta nada zismiar24. Á la finitiba25, soy buena gente y, en este mi pueblo, lo vamos a pasar de miedo.

(La profe nos dijo que en la carta fuéramos sencillos y que usáramos el lenguaje normal de casa, eso he intentao. Y los diálogos los he puesto para hacerme entender mejor, así parece que ya estás aquí, ¿no te parece?).

¿Vendrás, vedad?

                                                                                   Tu amigo de intercambio,

                                                                                               Barti

 

 Este mes de abril en el blog VadeReto, nos proponen un relato utilizando tres palabras o vocablos raros, de uso local, inventadas... y utilizar la palabra perdida. Yo la verdad creo que he utilizado alguna que otra palabra más de las pedidas. Me entusiasmé.

Aquí os dejo una relación de las palabras que he utilizado con su significado, aunque imagino que la mayoría se entienden. Os dejo el enlace a una página donde encontraréis más vocablos propios de la zona. Léxico Taustano – Asociación Cultural El Patiaz

  1. Bisajudo: Mal vestido, de forma desapropiada.
  2. Maripis: Deportivas, tenis, calzado deportivo.  
  3. Zaforas: Descuidado, desaliñado.
  4. Calzero:Calzado.
  5. Barrestruz: defecto de un trabajo. Rastro que dejamos al pisar el suelo con barro, por ejemplo.
  6. “a l'inte”: Al instante
  7. Rodilla:Bayeta para limpiar
  8. Arguellau: Flaco, deslucido.:
  9. Garroso: Que tiene las piernas encorvadas
  10. Aplampau: Con poco ánimo
  11. Zebollo: Estúpido
  12. Pampurrias: Dar mala gana, dar asco. 
  13. Malchandro: Vago, holgazán.
  14. Ortal: Huerto
  15. Ajau: Azada
  16. "Pa otri”: Trabajar para otro (un agricultor que cultiva tierras ajenas), trabajar por cuenta ajena. 
  17. Ñai: Interjección de sorpresa, extrañeza.  Utilizada solo por hombres.
  18. Chandrío: Mala pasada, travesura. Desgracia.
  19. Esbafau: Evaporado.  Sin gas, como se queda la gaseosa abierta.
  20. Inde:Interjección de extrañeza, sorpresa. Utilizada solo por mujeres .
  21. Torzón: Dolor agudo.
  22. Rebordiau: Persona non grata. Borde.
  23. Alparzero: Chismoso, alcahuete. 
  24. Zismiar: Provocar a alguien. Incitar
  25. Á la finitiba”: En definitiva, a fin de cuentas. 

lunes, 10 de abril de 2023

El poder de los deseos

Érase una vez, no recuerdo muy bien dónde ni cuándo, dos nacimientos que perturbaron para siempre la vida de sus progenitores.

En el castillo del rey, el agua caliente corría de palangana en palangana, de mano en mano de las criadas junto con los paños blancos. Las mujeres de palacio ayudaban a la parturienta dirigidas por la correspondiente matrona, mientras los hombres se arremolinaban en la puerta esperando al real heredero.

Al otro lado de la ciudad, en una pequeña y oscura cabaña, embarrada por el agua que se colaba por rendijas de paredes y techo, en una noche de turbulenta tormenta, el herrero ayudaba a su esposa a traer al mundo a quien sería su aprendiz y heredero del taller. Acompañado por roedores y bichos varios que habitaban su cabaña, hervía el agua en la olla de las judías y la vertía en un pozal donde tenía tres o cuatro trapos, que una vez hervidos le ayudarían a lavarlos tras el alumbramiento. La partera no había llegado a tiempo o tal vez no hubiera acudido temerosa de no poder cobrar sus servicios.

En el mismo momento dos bebes lloran desconsoladamente en un extremo y otro de la villa. Dos parturientas mueren sin conocer a sus vástagos y dos padres miran asombrados a la criatura que acaba de nacer y reposa en sus brazos.

El rey, entrega al recién nacido y vomita en una esquina de la estancia donde la reina, sin despedida alguna de su esposo, emprende en su último viaje.

El herrero envuelve en harapos a su descendiente, la coloca en una cuna de madera, para ir a darle el último abrazo a su esposa. Con el pie aparta a las ratas que intentan escalar por los barrotes de la cuna y se hunde en el pecho de la fallecida madre.

En una esquina y otra del lugar, dos niñas han nacido esa noche. Una de alta cuna y la otra en la más absoluta miseria, pero ambas unidas por una fealdad nunca descrita. La cabeza demasiado grande para su cuerpecito, los ojos diminutos y saltones, con media cara manchada de rojo, sombra que cubre media nariz, pasa por el labio y desemboca por debajo de la barbilla. Feas y lloronas, nacían las pequeñas.

El herrero decide mentir sobre su sexo y anunciar que es un varón. Nadie nunca se burlará de su pequeña. Nunca sufrirá el escarnio público de no tener marido que la proteja. Siendo hombre, el trabajo lo tiene asegurado en la herrería y no necesita casarse.

El rey, rechaza al abominable ser que se ha llevado a la reina, que nunca podrá darle el heredero deseado. Le preparan su estancia en lo alto de una torre. Con todos los cuidados y lujos posibles, pero lejos de la corte donde nadie pueda verla. Nunca deben saber que existe, para todo el reino madre e hija fallecieron en el parto.

La vida de las niñas transcurre paralela pero muy distinta.

La hija del herrero se ha convertido en “ un” profesional muy solicitado por la corte. Su fino trabajo, su rapidez en el servicio y su saber estar le han concedido el respeto de todos. Su padre ya fallecido supo hacerle entender la necesidad de esconderse tras una identidad masculina y así ha vivido desde siempre. Cada mañana, al dirigirse a su trabajo para frente al convento de las ursulinas y alza la vista hacia la gárgola que con pétrea mirada parece vigilar quien entra y sale del lugar. ¡Quién tuviera esas enormes alas para volar lejos!

La hija del rey rechazó la oferta de la bruja del norte, quien a cambio de casarse con su hijo le prometió un hechizo que la convertiría en la princesa más bella de todos tiempos. Desde entonces vive confinada en el convento, repudiada por su padre. Los días de lluvia asoma para contemplar como la gárgola de la fachada escupe el agua protegiendo la estructura del edificio. ¡Ojalá tuviera ese cuerpo fuerte y esas garras para poder huir lejos, sin miedo a nadie!

Una mañana, bien temprano herrero y princesa cruzan sus miradas. Ambos contemplan el gran perro alado y suspiran por que sus sueños se cumplan, al mirarse se ven reflejadas en los ojos de la otra y todo parece cambiar para ellas. La oscuridad se torna luz, la tristeza parece sonreírles.

No será la primera vez que se sonrían en silencio, que hablen sin palabras, que bailen en sus sueños.

Una noche de tormenta, de grandes rayos y lluvia torrencial, una corriente eléctrica choca contra la gárgola. A la princesa, que la mira como en todas las tormentas, le parece que de pronto cobra vida.

Extiende los brazos y cierra los ojos. Vuela hasta la casa del herrero y montadas en su lomo huyen; una de los rezos del convento, otra de las ratas de su casa.

Por la mañana, en un bosque lejano, de no se sabe dónde, dos jóvenes mujeres aparecen tiradas en el suelo. Mojadas, llenas de barro, heladas, medio desnudas, hambrientas.

Se miran y sonríen, se acercan. Se reconocen en la otra. La cabeza, los ojos, las manchas…. Se acarician y suenan al unísono sus carcajadas. Un enorme perro aparece junto a ellas.

La vida, les hace un guiño, un nuevo principio les espera. 

“Comienza haciendo lo que es necesario, 
después lo que es posible
 y de repente estarás haciendo lo imposible.” 


Con este cuento participo en CONCURSO DE RELATOS 36ª Ed. EL PENTAMERÓN de Giambattista Basile,que nos propone  "El Tintero de Oro".

lunes, 20 de febrero de 2023

Decía que no, y ya la quería

Encarna y Jero.

—¿Has cogido los papeles que te pedí?

—No estaban en la cómoda. He buscado por tus cajones, pero no hay nada de Julia.

—¡Los ha encontrado! —Encarna se entristece.

—Antes o después teníamos que decírselo. —Ella cabecea, muy a su pesar tiene razón.

Cuando la adoptaron sabía que antes o después llegaría el momento de querer saber. Temía la avalancha de preguntas que sin filtro le haría exigiendo, como siempre hacía, la respuesta.


Julia

Late tan deprisa mi corazón… me da la impresión de que todos pueden oírlo (pum-pum, pum-pum). Resuena en mi cabeza más fuerte que el traqueteo del tren. La verdad, estoy tan nerviosa que hasta la gente me parece hoy demasiado ruidosa. Cierro los ojos.

He salido de casa apretando la carpeta contra mi pecho y arrastrando la maleta a duras penas con la otra mano. He corrido tanto, para que no me encontrara Jero antes de irme, que creo que la he llenado demasiado. Cualquiera que me haya visto habrá creído que huía de algo. Que me llevaba algo que no era mío en ese portafolios.

Pero tenía que aprovechar que al fin, la bruja, ha salido del cuarto y me ha dejado vía libre. Odio a Encarna. No puedo con ella. Siempre tan indulgente, tan comprensiva. ¡Te hago la vida imposible, tía! ¡Lo hago a conciencia! Y tú como si fueras mi madre, perdonando y dándolo todo. ¡Qué no eres mi madre, entérate!

No pienso volver. Ahora ya sé quién soy. En los papeles está todo. Bueno, si por fin la palma volveré por Jero. Él sí que es mi padre. Lo adoro. Nunca podré querer a nadie como a él. ¡Ojalá me hubiera contado antes lo que yo quería saber! Seguro que esa arpía lo tiene engañado, amenazado para que no diga nada.

La última vez que vi a Laura, mi madre, fue en el punto de encuentro con la trabajadora social. Me prometió que iba a cambiar. Me abrazó llorando y mirándome a los ojos me juró que volveríamos a estar juntas.

—¡No llores, mi amor! Pronto no volverán a separarnos.

Me agarré fuerte a su cuello, no me volverían a separar de ella.

—Escúchame, pequeña —dijo desenredándome de su cuello, bajándome al suelo y secándome las lágrimas—.Confía en mí. Deja de llorar y pórtate como una niña mayor.

Aquel día fue el último día que la vi. Salí de la mano de la trabajadora social, como siempre, pero esta vez no me llevó a mi casa de acogida. Ellos esperaban en otra sala.

En cuanto la vi allí, sonriendo, tendiendo sus brazos para cogerme me escondí tras mi acompañante.

—No quiero otra mamá, tengo una. LA MEJOR —grité mirando a Encarna directamente a los ojos.

Jero se agachó, me miró a los ojos y acariciando mi carita dijo:

—Había pensado que tal vez te gustaría pasar el verano con nosotros, vamos a ir a la playa.

—¿A mar? —Algunas amigas del cole me habían explicado eso de la playa y el mar, vamos, sus vacaciones.

—¡Si! Pero si no te apetece, no pasa nada.

Acarició de nuevo mi cara y sonrió. Después se levantó y dándome la espalda fua hacia Encarna. Algo dentro de mí reaccionó y casi en un susurro dije.

—¡Contigo si quiero! —Jero se giró pasó su brazo por los hombros de Encarna y la besó.

—Vamos juntos.

En ese momento su rostro cambió, no sé explicarlo era dulce y serio a la vez. Sentí miedo a no volver a verle.

—¡Vale! Pero ella no es mi madre.

Jero miró a su mujer y ella sonriendo con lágrimas en los ojos asintió con la cabeza. Yo solo tenía seis años pero entonces me pareció la mujer más patética del mundo. Y me lo sigue pareciendo.

Sin embargo, mi vida con Jero ha sido maravillosa. Cierto que la he tenido que aguantar a ella, a muchas de sus normas, manías, costumbres… pero ha merecido la pena por él. Mi padre.

Sé que he aprovechado el peor de los momentos para irme a buscar a mi madre, he sido ruin. Lo sé. Pero llevo dos años deseando conocerla y no aguanto más. No aguanto más “largas”. En una semana cumplo dieciocho, al curso que viene empiezo la universidad, ¿por qué no en el lugar donde vive mi madre?

Sabía donde estaban los papeles porque un día en una conversación con Encarna me lo dijo. Yo sé como sacarle las cosas. Hago lo que quiero con su voluntad. No entiendo que esté tan ciega conmigo.

Mi madre es su hermana, según los papeles. No se hablan. ¡No me extraña! Si a mí me hubieran quitado a mi hija seguramente tampoco querría saber nada de ellos. ¿Qué cara pondrá al verme? Ella no sabe que voy. Espero que siga viviendo en la misma dirección.

Sé que no se habla con su hermana porque tuve que hacer un árbol genealógico de mi familia y Jero me ayudó a completarlo. Él me contó que con su hermana hace años que no se habla. Entonces no me dijo que fuera mi madre.

Ya hemos llegado. Creo que he caído dormida. Mejor. Ahora, sentada en un banco de la estación busco en el móvil la dirección. Parece estar cerca. Son las 5 de la tarde. No es mala hora para hacer una visita ¿no? Allí que voy.

Todo me parece bonito. La gente va y viene. Algunos me sonríen. Las tiendas abiertas, los bares con gente en la terraza, los autobuses y los coches llenas las calles… Ya estoy en el portal. Llamo al timbre. Me contesta. Pregunto por mi madre. Es ella. El corazón me va a estallar

—¡Soy yo, mamá!

Cuelga el telefonillo, el portero. Pero no me abre la puerta. Dudo si volver a llamar. Seguramente está alucinando. Alguien sale del ascensor. O eso parece a través del cristal de la puerta.

—¿Se puede saber que diablos haces aquí? Te han echado, ¿no?

No doy crédito a lo que veo y oigo.

—¡Qué dices, mamá! Encontré tu dirección y me vine a buscarte. Hace tiempo que…

—Seguro que Jero, ahora que Encarna se va, no quiere seguir haciéndose cargo de ti. Nunca le gusté a ese malnacido calzonazos.

—Mamá, no entiendo nada yo…

—¡Deja de llamarme mamá!

Sale del portal y me hace un movimiento de cabeza para que la siga. Entra en un bar que hay dos portales más allá. Se sienta en una mesa y enciendo un cigarrillo.

—No soy tu madre. Hace tiempo renuncié a ti. Lo hice porque quise. Porque no te quería en mi vida. No encajabas en mis planes. Así que ya puedes volverte por donde has venido. Y si la buena de Encarna se muere. Lo siento por ti. Si no te hubiera sacado de la basura cuando naciste, no se hubiera tenido que hacer cargo de ti a los seis años. Seguro que ahora tenía algún hijo propio. Pero al llegar tú y retrasarlo, la quimio se le comió los sueños.  Y total para acabar en la tumba a los 50 años. ¡No se puede ser tan buena!

Escupe las palabras con odio. Con tanto odio como cuando yo pienso en ella. Sin embargo me está doliendo. Y lo extraño es que no es por mí, me duele lo que dice de Encarna. Por cómo lo dice. ¿Cómo sabe que está de nuevo grave, en peligro?

De pronto siento la necesidad de volver a casa. De ir al hospital. De verla. Me levanto, la miro y me voy.

Corro a la estación. No sé porqué corro. Tal vez no haya trenes hasta mañana. Pero yo corro, corro, corro. Lloro, lloro, lloro…

Llego a casa. Llevo más de ocho horas fuera de casa. Todo está como lo dejé al irme. Jero no ha vuelto del hospital. Dejo los papeles donde estaban. Me ducho, me preparo una bolsa y me voy al hospital.

—¡Julia! —Está en el pasillo, se abraza a mí, ¡Qué bien se está entre sus brazos! —La están cambiando, ha vomitado. Lleva mal día.

—¡Vete a casa, Jero! Descansa y vuelve mañana. Yo te hago la noche.

—¿Seguro? Esta vez necesita mucha atención.

—Tranquilo, seré cariñosa. Lo prometo. —Sé lo que teme. Mi lengua puede ser viperina. —Sabes que puedo cuidarla. Lo he hecho en casa muchas veces y esta vez, no voy a ser cruel con ella. Confía en mí.

Acabo convenciéndolo, aunque creo que duda que lo cumpla. Nunca le he demostrado cariño ni respeto. Por eso Jero es reacio a irse. Pero al final cede. Está roto.

Al día siguiente desayuno con Jero en la cafetería del hospital y me voy a casa.

 

Encarna y Jero.

—¡Jero, por fin estás aquí! —Encarna le tiende los brazos a su marido con una enorme sonrisa.

—¿Ha sido muy dura contigo? Le cogí la palabra en seguida, estaba muy cansado. Necesitaba dormir. —Ella le coge la cara con las dos manos y le mira a los ojos dulcemente.

—Me ha llamado mamá. Me ha dicho: “Mamá, ahora viene papá. Duermo un poco y vuelvo por la noche”.

Se abrazan riendo mientras sus ojos se llenan de lágrimas. Ella le cuenta que ha sido la mejor enfermera, como siempre. Es la que mejor le pone el pañal, la que la limpia con más suavidad, la que siempre le acomoda mejor la almohada. Sus masajes en los pies es el único bálsamo para sus dolores. Julia es la que mejor la cuida siempre y esta vez, además, ha sido cariñosa, le ha dado sus primeros besos y le ha sonreído al hablarle.

—¡Me ha llamado mamá, Jero! ¡Por fin!

Y mientras ellos se abrazan, Julia se ha metido en la cama para poder volver por la noche a cuidar a su madre. Sí, su madre. Ha preparado una bolsa con cosas que va a necesitar en el hospital. Encarna es muy presumida y en cuanto esté mejor querrá arreglarse algo. Esta vez, le ha dicho el doctor, el ingreso en el hospital será largo. Así que tendrá que organizarse con Jero. Ella está de vacaciones y él tiene que trabajar.

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Con este relato participo en el VadeRero de febrero23, reto que se nos propone desde el blog Acervo de Letras