lunes, 8 de agosto de 2022

Crisis de identidad

 No sé hace cuánto he salido del trabajo, necesitaba un respiro. Sentía como un agobio que no me dejaba respirar. Me era imposible seguir el ritmo de la cadena productiva. Aún me parece oir las voces a mi espalda: ¡Pero dónde vas, destalentada! ¡A quién se le ocurre salirse de la fila!
 A cada esquina que doblo  esa vocecita interior me censura,  me increpa, como cuando haces algo que se sale de la norma, que no está del todo bien. 
El sol es abrasador, el asfalto quema. Si no encuentro pronto agua y una sombra voy a desfallecer. 
Hace rato que he perdido el rumbo, no sé donde estoy. Tengo que parar, el sudor resbala por mi cara y casi no me deja ver. He cerrado los ojos y he seguido avanzando. 
De repente, el suelo ya no quema. ¿Estoy bajo una sombra? Al abrir los ojos una colosal figura aparece sobre mi, inquietante, amenazadora. Doy unos pasos atras, asustada. El gigante de hierro no se mueve. Me atrevo, por fin, a mirar hacia arriba. Una hormiga gigante parece contemplar la ciudad desde el mirador de este parque. Una pequeña hormiga baja por una de sus patas...
—¡Por fin te encuentro!, Anda, volvamos al hormiguero. —La miro sorprendida y se echa a reir.
—¿Me hablas a mí? ¿Y cómo es que te entiendo? —Me mira con resignación, ahora, seria.
—¿Otra de tus crisis de identidad? ¡Nos tienes más que hartas a todas! ¡¡Qué eres una hormiga!!

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Buscando una estatua inspiradora me encuentro con esta anécdota: "La hormiga obrera de Vallecas"
De la noche a la mañana aparece una enorme hormiga contemplando desde lo alto la ciudad de Madrid. Nadie sabe de donde ha salido, nadie sabe quién o quiénes la han puesto ahí. Y sin mucho miramiento, se la llevaron cuando casi formaba parte de los habitantes del barrio. Historias urbanas.
Esta es mi humilde aportación al VadeReto de agosto. Desde un pueblo de Zaragoza a 40º a la sombra.