lunes, 30 de noviembre de 2020

En algún lugar del camino

 Día tras día lucho contra este rencor que me reconcome. Cuando creo que lo he superado, que ya no está, un pequeño comentario puede llevarme a un punto del pasado donde ella estaba y, de pronto, todo parece volver a invadirme: rabia, ira, enfado, llanto… rencor.

Cuando lo conocí a él, su hijo, todo parecía sencillo. Nuestros planes, sueños, propósitos. Todo encajaba como un puzle y obviamos todo lo que pasaba a nuestro alrededor. 


Pero mis ganas de escapar de casa no me dejaron ver su verdadera cara. Parecía inofensiva pero ¡qué equivocada estaba!

Manipulativa, egoísta, mentirosa. Madre absorbente, que consiguió cegar a su hijo, apartándole de lo que de verdad quería. Instalada en su estatus social, falso estatus social, todo lo mío le parecía insuficiente.  Nunca supo ser feliz, nunca disfrutó de lo que tenía, anclada toda su vida en las pérdidas.

Aunque ahora ya no está, en ocasiones, soy incapaz de impedir que su recuerdo venga a invadir mis momentos más felices y los estropee.

Callé demasiadas veces, ahogando mi desacuerdo en un silencio de lágrimas. Y ahora, ya es tarde para reproches.

Necesito encontrar el camino para alcanzar la paz, el perdón. Perdonarla a ella pero, sobre todo, perdonarme a mí.

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 Reto#48:Escribe un relato que incluya una etopeya sobre el antagonista de la historiaRetos Literup.

Dentro del laberinto, del día día que nos arrastra,
la vida nos aparta de nuestros verdaderos anhelos,  
nos olvidamos un poquito de nosotros mismos
y escondemos otro poquito nuestro verdadero ser.
¡Te deseo una grata lectura!

lunes, 23 de noviembre de 2020

Cloacina (Segunda parte)


No entiendo qué me está pasando. Primero aparezco en un mundo que no es el mío, sin saber muy bien para qué ni porqué. Y, ahora, me convierto en un lindo gatito. (Sí, soy gato).

 Esta mañana, al despertar, he tenido que ir al baño con urgencia y al levantar la pata en mi caja de serrín me he quedado en blanco. ¿Qué estaba haciendo?

Pero, luego ha venido lamerme para limpiarme instintivamente, recostada en mi cesta. ¡Una cesta de mimbre!

Con la boca con sabor a pelo gatuno me han rugido las tripas y ,de nuevo sin  pensarlo, he ido hasta mi comedero donde había algo parecido a comida.  ¡Comida de gato, claro!

Recorriendo la casa he entrado a una alcoba, me he subido de un salto a la cama y, por suerte, me he podido ver en el espejo del armario que había enfrente. ¡Me he visto reflejada en él!

Muchas emociones en poco tiempo. He buscado el salón y me he acurrucado  en el sofá.

Al poco alguien me ha empujado hasta echarme.

—Anda, tira a tu cesto. ¡Qué lo llenas todo de pelos!

—No la tomes con Mififú, él no tiene la culpa.

—¿Y quién la tiene según tú?

—No me gusta como me hablas.

 Se va del salón. Le sigo hasta la cocina. Llora. La otra persona viene. Le sigue hablando en ese tono amenazante, intimidante. Quien llora, cada vez llora más, se acobarda y quien grita, cada vez lo hace más fuerte, con ese tono autoritario, lleno de falsa razón.

No sé cómo, pero mi cuerpo se encorva, el pelo se me eriza y me noto tenso. Empiezo a Bufar.

—Mififú ha entendido perfectamente lo que quería hacer y no me atrevo.

—¡Quítamelo de la vista! —dice asustado. Realmente parece que vaya a saltarle a la cara.

—Grítale como a mí. Tal vez te resulte. Yo me voy. Esta noche mientras estés en el trabajo, recogeré mis cosas.

—¡Vamos, no es la primera vez que nos enfadamos!

—Pero será la última que voy a permitirte que me trates así.

Se va. Llorando, pero firme. Cierra la puerta con contundencia, pero sin portazos. Elegante.

Yo también me relajo, y contoneándome, un poco chuleando, me llego a mi cesto y me acurruco en él.

El que grita, da golpes a los muebles y tira cosas, gritando y maldiciendo durante un rato. Luego se calma.

Creo que mi misión está cumplida. Alguien se ha enfrentado a sus miedos y podrá al fin continuar con su vida. Tal vez me duerma. A ver si al despertar vuelvo a ser Cloacina.

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Reto#47:Tu protagonista despierta y de pronto es un animal (al más puro estilo Kafka, pero, si puede ser, que no sea una cucaracha). Narra las dificultades que tiene para continuar con su vida. Retos Literup.

Ojalá cada día una persona logre escapar de su cárcel personal,
encuentre la ruta que le lleve hasta sí mismo
y empiece a recorrer el camino  de su felicidad.
¡Bienvenida sea tu visita!


martes, 17 de noviembre de 2020

La magia de los sueños

María llamaba todos los días a su tío Anselmo. Vivía solo en el pueblo y ella hacía vida independiente desde que se fuera a estudiar a  la universidad.  

A sus ochenta y cinco años llevaba todos los días al rebaño a comer hierba fresca. Bueno, maticemos.

 Su rebaño de cabras se reducía a cinco cabras, ya mayores. La hierba fresca, tampoco era lo de antes. Se conformaba con llevarlas a pastar a los campos que sus convecinos dejaban sin cultivar y se llenaban de hierbajos. Y todos los días tampoco salía, los huesos, muchos días, le impedían andar y sus amigas debían conformarse con pienso compuesto.

Pero Anselmo, el cabrero, sobrenombre con el que todos lo conocían, pasaba más horas al año por los aledaños del pueblo que en su casa. Como correspondería, tal vez, a su edad.

 —¡María! ¡Qué alegría oírte! — La voz sonaba triste, cansada…

 —Tío, hablamos ayer. ¿Qué ha pasado hoy?

 Ayer… hablamos… parece que hace tanto… —María sabía que algo pasaba—. La boca me arde, mi niña. Ni el coñac me calma la ira de esta maldita muela.

 ¿Coñac? —Suspiró antes de continuar—. ¿Cuántas veces te digo que esa muela ya está acostumbrada a tu coñac? Has de ir a casa de Manuel, el dentista.

 ¡Nada, nada! Te cuelgo que las cabras me llaman.

Costumbres antiguas, males antiguos. Anselmo llevaba la boca llena de muelas rotas: algunas con caries, otras que se clavaban en el carrillo,  dos o tres temblando a  punto de caerse... Pero no se dejaba aconsejar. No pensaba acudir al dentista.

Ese día, Anselmo, se acostó pronto. Demasiado coñac.

 —Despierta, Anselmo, despierta... —La habitación estaba levemente iluminada, como si una nube plateada levitara encima de su cabeza.

 —¿Y quién eres tú? ¿El hada campanilla?

—No, soy Bigfoot, el hada de los dientes.

—Soy un poco mayorcito para creer en hadas.

 —Pues he venido a curarte, ¿a que ya no te duele? —El anciano se percató de que su dolor había desaparecido. Fue al baño, no notaba la hinchazón de la muela ni tampoco las muelas hincadas en su carrillo… 

 —¡Mis dientes, mis muelas! ¡¡¡Qué me has hecho!!! —Bigfoot revoloteaba alrededor de Anselmo. Cada vez que movía su barita, llovían diminutas estrellas plateadas—. Me voy a la cama. Arregla este desastre. ¡Quiero mi dentadura!

De madrugada se levantó gritando de dolor. Era un ardor insoportable. Fue al baño.  En el espejo volvió a ver reflejada toda su dentadura.  Se acordó de la sensación de bienestar cuando le despertó   el hada de los dientes...

Se quedó despierto. Limpió el corral de las cabras, les puso comida y agua. Se duchó y se lavó bien la boca. Se puso ropa limpia. Salió de casa y se dirigió a casa de Manuel…

—¡Buenas noches, tío! ¿Cómo estás hoy?

Mejor, fui al dentista —María se alegró de por fin le hubiera hecho caso.

—Tenías razón, hacía falta. —Anselmo prefería darle la razón a su sobrina, que volver a perder el sueño con  Bigfoot. ¡Hadas a sus años!

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Reto#46: Mezcla en el mismo relato a Bigfoot, el hada de los dientes y un cabrero.Retos Literup

No conocía la existencia del hada de los dientes. 
Es bonito como sabemos inventar seres mágicos para aliviar los miedos de los peques.
 A los retractores de todo aquello que conlleve, según dicen, engañar a los niños, les diría que a mis hijos les compensó con creces la ilusión vivida. 
Y  seguro que, con sus hijos, vuelven a crear la misma ilusión.

martes, 10 de noviembre de 2020

¡Odio Halloween!

He de reconocer que nunca me ha gustado esta fiesta. Por varias razones: no me gustan los disfraces, odio las películas de miedo, si decimos "descansen en paz" pues deberíamos respetarlo y ,para terminar, porque no sé que manía tenemos de adoptar  todas las fiestas ajenas y ,sin embargo, ir perdiendo tradiciones españolas. Pero bueno, esto daría para otro relato.
Pasé semanas y semanas intentando darle una vuelta de tuerca a la noche de Halloween sin romper toda la ilusión de los chicos y chicas de mi clase. Pero, no podía quedarse en una noche de disfraces y caramelos. 

Y se les propuse a ellos y, como siempre, me sorprendieron:
— Yo he pensado en llevar a mi vecino a recoger caramelos, sus padres trabajan y nunca lo sacan, he hablado con ellos y están de acuerdo. Voy a prepararle el disfraz.
—Pues nosotros, Natalia ,Juan y yo. Vamos a ir disfrazados a la residencia  de ancianos y les haremos un karaoke a los abuelos, que está mi yayo y me ha dicho que les gusta mucho.
—Algunos hemos pensado en pedir comida en vez de caramelos, latas, arroz, macarrones y luego llevarlo al banco de alimentos de la plaza.
—Nosotros, montaremos una fiesta en mi bajo, para los chicos del barrio, que hay muchos que no pueden comprar disfraces. Pensamos preparar disfraces para que se los ponga los quien vengan.

... Y bueno, estuvimos más de un mes preparando en la hora de plástica cada proyecto. Disfraces con material reciclado, carteles, guirnaldas, adornos, calabazas... 
Halloween estuvo presente, sí. Pero no fue el fin, fue el medio. Después del fin de semana todos querían contarme lo que habían hecho, cómo había salido, cómo lo habían pasado... Les pedí que me mandaran fotos al email, las imprimí e hicimos un mural para ponerlo en el pasillo.
Lo titularon: ¡Una noche de miedo!
Y es que, en verdad, ¡lo pasaron de miedo!.
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Reto#45: Haz una historia que narre la preparación de tu protagonista para Halloween.Retos Literup

Bueno, esto no es más que un relato pero no soy la única que ha pensado en un Halloween "alternativo". Solo   haya que moverse por la red.





miércoles, 4 de noviembre de 2020

No perdamos el oído

Decido salir a estirar las piernas tras el duro día. Me acerco al pequeño bosque cercano a mi casa. Al adentrarme, en mis oídos se mezclan el cruch, cruch de las hojas bajo mis pies con el fuuuuuui, fuuuuuuui, del viento entre los árboles. Anochece. Unos animalillos desaparecen y otros se empiezan a escuchar: “Cri, cri, cri... “

¡Bruuu! La noche se mete hasta los huesos, congelándome. Noviembre se anuncia frío y lluvioso. Lo huelo. A tierra mojada. A aire fresco, húmedo.

Decido volver a casa. Ya la oscuridad me envuelve. Esa calma que me ha acompañado hasta hace poco se interrumpe de golpe al acercarme a casa. Los motores de coches y motos, los cláxones, la música que sale de algún bar, los murmullos de la gente sentada en las terrazas. Estoy a punto de darme la vuelta y volver a perderme en el silencio y tranquilidad cuando aparece frente a mi, saltando y girando a mi alrededor. Me agacho a acariciarlo: ¡guau, guau! Me esperaba, intuyo, para compartir como ha ido su día.

—Íbamos a tu encuentro, nos parecía que tardabas.

—Creía que se os haría más tarde en el veterinario.

—Al final, no era nada. Una pequeña piedrita clavada en su pezuña.

Nos vamos los tres a casa, después de dejarle un rato de correteo por la plazoleta. Aquí vuelvo a la tranquilidad. Sus ladridos, jugueteos, nuestras risas, confidencias…

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Reto#44: Escribe un relato que integre cinco onomatopeyas.Retos Literup

Una semana más. Otro intento de relato. Recordando las calles ruidosas, llenas de coches, gente, bares con su música a tope... nada parecido a esta "nueva normalidad". A ver si, de una vez, nos damos cuenta que, tan solo,  entre todos conseguiremos salir de esta situación.