domingo, 11 de diciembre de 2022

Pedrito, el saxofón

Hubo un tiempo, cuando los niños gobernaban el mundo y el sueño y la ilusión eran los primeros ministros, en que los habitantes del mundo eran raros, variados, divertidos...
Uno de los países era el país de la música. Había infinidad de calles y avenidas llenas de gran armonía y  musicalidad. En ellas vivían Juan el violonchelo, Cristina el clarinete, María el tambor, Nacho el piano... y un sinfín de instrumentos más. Todos juntos formaban "La gran orquesta del mundo" que servía para ambientar sueños, juegos, fiestas... 
Esta orquesta estaba dirigida por Don Director. Don Director iba siempre con su frac bien arreglado y, a su paso, todos los habitantes del país  le hacían una reverencia.
 
¡No fuera a ser que Don Director se enfadara!

Bueno, pues aquí, en este gran país, vivía Pedrito el saxofón, un niño único, especial. Era orgulloso, inestable en ocasiones, impresionable, hipersensible, nervioso, imaginativo... Sí, era el más encantador, generoso, idealista a la par que el más cascarrabias, inconstante y terco. 
Pedrito el saxofón era indescifrable, indefinible, a veces oscuro, extraño. Sin embargo, era música, armonía, canción. De él la música fluía, como fluye el agua en dirección al mar, y era apreciado por su talento. 
¡Ah! ¡Pobre Pedrito! Tenía el corazón de un romántico, de un sentimental. Necesitaba siempre alguien a su lado, cariño, comprensión, amistad. 
Sí, claro que tenía amigos, pero todos pensaban que era muy raro, difícil de comprender por eso se encontraba solo muchas veces. 
Un día, Don Director empezó a exigirle más y más a Pedrito. Le decía que era muy malo, que su música no valía para nada, que tendría que echarlo de la orquesta si no mejoraba. Poco a poco, Pedrito fué perdiendo su musicalidad: olvidaba las canciones, rechazaba la armonía, y fue volviéndose más huraño y solitario. Solo pensaba y decía: ¡No puedo!
¡Qué pena! Pedrito el saxofón estaba perdiendo los sueños, las ilusiones y constantemente en su cabeza tenía presente a Don Director.
Ahora ya no era él mismo. En la orquesta, todos los instrumentos, qerían saber cómo ayudarle. Aunque tenían sus más y sus menos, eran mejores o peores amigos, había instrumentos que arpeciaban mucho su música. 
Entre ellos estaba Alberto el timbal. Alberto siempre estaba enfadándose con él, pero tras esos enfados había un fondo de cariño. Sabía que si no volvía de nuevo a disfrutar con la música perdería para siempre su gran corazón pero por más que intentaba hablar con él, ayudarle,  no le escuchaba. Pero Pedrito  solo pensaba en  las palabras de Don Director:

—¡NO VALES!¡NO PUEDES! —se repetía a sí mismo sin parar.


Una noche que no podía dormir, de esas de vueltas y vueltas en la cama,  se le apareció un duende. Al encender la luz para beber un poco de agua se lo encontró sentado en la mesilla.
—¡Hola, Pedrito! Soy Pedrón, el duende del Serrablo. —El niño lo miraba estupefacto, frotándose los ojos, no podía creer lo que estaba viendo.
-—¿Y tú quién eres? —preguntó sentándose en la cama.
-—Soy tu tocayo, Pedrón. ¿Qué no me oyes? —La verdad que Pedrito estaba un poco en shock, así que el duende tuvo que explicárselo desde el principio. —Soy un duende y he venido aquí para ayudarte.Toma, lo traigo para tí. —Pedrito alargó la mano para cogerlo.
—Pero si es un trozo de pan duro. —Intentó incarle el diente pero no pudo.
—Sí, un corrusco. ¿Ves ese saco? —el niño asintió—. Lo llevo llenico, llenico, para todos los niños que tengan hambre.
—Pero yo no tengo hambre —replicó acomodándose en la cama, con la almohada bien puesta en su espalda.
—Yo creo que una poquica sí. El hambre no solo se siente aquí —le explicó tocándole la tripa, también puede sentirse aquí —y le puso el dedo en el pecho, cerca del corazón.
—¡Estoy harto de este sueño, seas quien seas! Me voy a dormir. —Y apagando la luz se acurrucó en la cama y se durmió. 
Al día siguiente se encontró encima de la mesilla un canto de pan duro.
—¡Un corrusco! —exclamó contentó—. En realidad sí que estuvo aquí.
Desde entonces cada día al encender la luz por la noche, cuando todos dormían se lo encontraba sentado en su mesilla, con un trozo de pan duro esperándole. Mientras lo mordisqueaba hablaban.
—Yo tuve que irme un día de mi pueblo, donde había vivido siempre, porque toda la gente se fue, se quedó despoblado.
—¿Todos se fueron? ¿Y dónde fuiste? —Pedrón sonrió.
— A mí me encantaba asustar a la gente menuda, como tú, y encorrerles. Se reían y jugaban conmigo. Me alimentaba de los corruscos que iba cogiendo por los cajones de las casas. Al irse y quedarme solo, decidí ir por el mundo buscando a los niños y niñas que tuvieran hambre y darles mi corrusco de pan. 
—¡Debiste sentirte muy solo, al principio! —dijo con un hilito fino de voz Pedrito—,  como yo ahora...
—¡eh, eh, tocayo! Para eso estoy aquí yo, mocico. —Y se fundieron en un abrazo antes de que rompiera a llorar.
-—¿Tocayo?, qué es eso, ¿eh? —dijo entre risas y llanto.
—¡Na malo, zagal! Qué nos llamamos igual, Pedrito, Pedrón, ¡ves! —dijo el duende con un gesto cariños de las manos. Y rieron juntos a carcajadas.
Y noche a noche, poquito a poquito Pedrito el saxofón fue abriéndo su corazón. Corrusco a corrusco Pedrito fue recuperando la ilusión, la alegría y la confianza en sí mismo. 
Siempre con su canto de pan en la mano, mordisqueándolo cuando las cosas paracían superarle. Así fue como empezó a trabajar para que su música volviera a deleitar los oídos de toda la orquesta. De nuevo murmuraban, cuando pasaba junto a sus convecinos, lo bueno que era y lo bonitas que eran sus melodías. 
Don director seguía y seguía exigiéndole, pero en vez de amedrantarse, se fue creciendo, fue practicando más y esperando que su trabajo diera frutos. 

—¡SI QUIERO, PUEDO! -se decía cada mañana al cogerse el corrusco de pan y metérselo al bolsillo.

Poco a poco Pedrón, distanció sus visitas. Hasta que un día ya no volvió más. Bueno, o tal vez sí porque los corruscos siguen apareciendo mañana tras mañana en la mesilla de Pedrito el saxofón. "La gran orquesta del mundo" sigue contando con el talento de Pedrito que ahora es un poco más sociable, se ha dado cuenta que es mejor estár con gente que te aprecia que solo. Aunque para ello haya que ceder y adaptarse, en ocasiones, a los gustos de los demás. Y sobre todo ha aprendido a confiar  en sí mismo y en el trabajo hecho con corazón. 
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Este blog nació para sacar a la luz cuentos y poemas que escribí durante un largo periodo de mi adolescencia y juventud. Pero tras publicar unos pocos dejé de hacerlo y me lie con otros proyectos. Para este reto del Blog Acervo de Letras, he recuperado uno de esos cuentos que escribí allá por el año 1984, cuando acababa el instituto y que dediqué a un buen amigo. Lo he adaptado un poco(bastante diría yo, jejej), para intentar cumplir con las premisas del  VadeReto de este mes. Y estoy contenta porque después de mucho tiempo sin escribir he vuelto a intentarlo y he acabado mi cuento, que era el propósito. Participar. 
Os dejo unos enlaces por si queréis conocer mejor a Pedrón, el duende del Serrablo: