"Acervo de letras"
convocándonos un mes más al
"VadeReto"
De nada serviría decirle a su madre que no quería salir.
Seguro que la obligaba, como siempre. Y a ella lo que de verdad le apetecía era
ir al río, pasar la tarde corriendo por la hierba, tumbarse al sol entre las
flores silvestres, oír los pájaros, el silencio… Pero sus amigas decían que eso
era aburrido.
— Eso es de viejas, Marina.
Cogió su chaqueta, no fuera que más tarde refrescara, y se fue de casa antes de que su madre saliera del baño. Ella supondría que habían venido sus amigas a buscarla y no se preocuparía más.
Corrió hasta la ribera del río. Las hojas de los árboles parecían susurrarle movidas por la brisa que mecía sus ramas. Se acercó a la orilla. Era un paraje maravilloso. En el pueblo, era un lugar muy apreciado y lo cuidaban con esmero. Un pequeño bosque de antiguos árboles escondía un río de aguas cristalinas, que parecía cubrir su rivera con una alfombra frondosa de hierba y flores silvestres. Blancas margaritas, rojas amapolas...
Caminó hasta llegar a un pequeño puente que atravesaba el río. Mientras cruzaba le pareció ver corriendo a alguien por el bosque. Corrió hacia allí ilusionada de que alguien más gustara de jugar en ese idílico lugar.
En esta ladera los árboles eran más abundantes y crecía más cerca unos de otros, formando un bosquecito que a ratos se oscurecía por las copas de los árboles. No encontró a nadie.
Volvió sobre sus pasos se sentó a la orilla del río. No bajaba muy lleno y los pies no llegaban al agua. Pero agachándose podía acariciar sus transparentes aguas. Se notaba que estaban cerca de su nacimiento, por lo fría que discurría la corriente. Al agacharse a remojar las manos, algo en el fondo le llamó la atención. Parecía un espejo, creyó ver su resplandor.
Dejó que las aguas se calmaran y pudo verlo mejor. Era un precioso espejo con marco plateado, del estilo de los que tenía su abuela. ¡Qué bonito era!
—Si lo coges es para ti. Se me ha caído esta mañana.
No sabía de donde había salido, esa mujer que parecía brillar bajo el reflejo del sol.
—¿Quién eres?—le preguntó sorprendida.
—Una encantaria*. Salía a hacer mi colada. No pensé que siendo fiestas en el pueblo viniera nadie hasta aquí a estas horas.
—¿Una encantaria? —No cabía en su asombro— mi abuela me contó... bueno me leyó una historia... que salíais la noche de San Juan.
—Bueno, tal vez. Tal vez no estoy aquí. A lo mejor estoy solo en tu imaginación. Puede ser que sea tu conciencia para decirte que no tengas miedo, te metas al agua y lo cojas. Es un espejo verdaderamente único.
—¿Y por qué dices que es único?—la encantaria sonrió.
—En él verás reflejado tu mayor poder.
—¿Y cuál es?—Se despistó mirando de nuevo hacia el espejo y al volverse hacia ella había desaparecido.
Vaya, empezaba a oscurecer. Refrescaba. Debía volver a casa.
Sin embargo, volvió al día siguiente. Allí seguía el espejo. Mientras miraba embobada su reflejo creyó oir susurrando en su oído: «¡Verás reflejado tu mayor poder!»
Realmente el río, más bien riachuelo, no cubría mucho. Pero le daba mucho miedo caerse y darse con una piedra en la cabeza o perder el pie y que la corriente le arrastrara... tampoco es que hubiera mucha corriente... Pero le asustaba mucho.
Contó los pasos que había del río al árbol más cercano. Había tenido una idea. Corrió hasta casa. Buscó en el garaje. ¡Eureka! La cuerda que guardaba su padre desde las obras. la extendió en el suelo. Contó pasos para ver su largura. Tenía de sobra. La metió en una vieja mochila que había en el suelo y se fue corriendo hasta el bosque.
Actuaba como poseída. Como impulsada por una extraña fuerza. Obsesionada con coger el espejo y ver lo que tenía que mostrarle.Ató la cuerda al árbol y anduvo hasta la orilla con el otro extremo de la cuerda bien sujeto. Llegaba de sobra. Podía meterse al río agarrada a la cuerda. Parecía bien fuerte atada. Estable. No se lo pensó dos veces. Se metió al agua, se acercó al espejo, se agachó y lo cogió.
No se dio cuenta de que se había metido vestida, de que se mojó casi hasta la cabeza para cogerlo... salió aferrada a la cuerda. Embelesada con el espejo.
Miró. Solo se veía a ella misma. ¡Vaya, era mentira! ¿Se imaginó a la encantaria?
—Vuelve a mirar—Sin saber de donde había salido, allí estaba de nuevo.
—No veo nada. Solo me veo yo. — Ella le sonrió.
—¿Qué poder más grande quieres? Has podido vencer tu miedo al río para conseguir tu objetivo.
—¡Claro, atada a una cuerda!—Exclamó como desmereciendo su acción.
—Sea como fuere. Lo has hecho. Has conseguido lo que querías. ¿No? Te has vencido a ti misma.
La verdad. Sí. Otras veces se rendía. Lo difícil lo dejaba. Esta vez había vencido su miedo, había buscado una solución y la había llevado a cabo. Sin dejarse vencer por sus pensamientos negativos.
—Se miró al espejo y se dijo: ¡Vaya Marina, me sorprendes!
—Ese es tu poder, Marina. Mírate al espejo y quiérete mucho. Anímate, háblate, escúchate. Nadie te querrá nunca tanto como tú. La abrazó y la envolvió en una suave tela blanca. Cálida. Radiante. Y desapareció.
Llegó a casa. Empapada. Su madre al verla le riñó pero ella no alcanzó a escuchar lo que le decía. subió a su cuarto, se quitó la ropa mojada, fua a ducharse y mientras el agua caliente le caía por la espalda creyó ver el reflejo de la encantaria en el espejo del baño.
Por las mañanas, al despertar, se mira en el espejo y piensa en el día qué le espera. ¡Hoy puede ser un gran día! ☼— se dice.
Y por las noches, antes de acostarse se da las buenas noches y rememora las cosas buenas del día.
¡Tal vez era cierto, y realmente encontró su poder!
*Fuentes para conocer a "Las encantarias":