En una de las reuniones de equipo didáctico de mi cole de primaria se habló de hacer mi cole de primaria se habló de hacer bibliotecas de aula. Cada alumno trae un libro de su casa y lo deja en clase para el intercambio.
— ¡Claro! —pensamos muchos—. ¿Y si alguien no trae? ¿Y si no quieren
prestarlo a según quién?... —Una luz se encendió en la cabeza.
— ¿Y si traen el libro que
menos les guste, el que más odien de los que tienen en casa?
Así que fui a clase y
enlazando con la introducción a la publicidad, anuncios, consumo… que les proponían
transversalmente en varias áreas les lancé un reto:
“Cada
uno traerá a clase un libro
que tenga en casa que no le guste nada
e intentará “vendérselo” a uno de sus compañeros”
que tenga en casa que no le guste nada
e intentará “vendérselo” a uno de sus compañeros”
O sea, les propuse que su
misión era pensar cómo podían conseguir que ese libro que era su mayor
pesadilla a uno de sus compañeros le apeteciera leerlo.
Había unas normas que debía cumplir
el libro: estar en buen estado y ser adecuado para su edad.
A cambio, cada uno podría
llevarse a casa el que le gustara de otro compañero; si había acuerdo.
¡Pues acerté!
Tenían un mes para preparar la
presentación del libro. Podían usar el material que quisieran y no podía ser
muy largo. Nos ocupó dos días, hicieron exposiciones orales con power point y
sin él, Lapbooks, trípticos, murales, buscaron vídeos en youtube referentes a
su libro … todo valía.
Todos me presentaron en una
carilla de folio cómo había elaborado su trabajo. Tenía encima de mi mesa 23 “reseñas
originales” de 23 libros diferentes para niños.
Hubo libros más difíciles que
otros de colocar, pero se las ingeniaron para convencerse unos a otros. Cuando a
varios les gustaba el mismo entraba el regateo: que le gustara al dueño el de
algún pretendiente o por el poder de convicción del compañero.
Después de las presentaciones, dedicamos un rato cada día
de aquella semana y el viernes cada uno se llevó un nuevo libro a casa.
Hubo
segunda vuelta; ya lo creo.
La segunda vez fue diferente. Metimos los títulos de cada
uno de los libros en una bolsa negra y fueron eligiendo a turnos un papel. Leían
el título en alto, si era el que había traído ellos o su primer libro volvían a
elegir.
Ese año la biblioteca de aula
funcionó a las mil maravillas, sus pequeñas reseñas se iban agrupando en las
ramas de un árbol dibujado en la pared en un gran mural, a modo de hojas.
Les gustó mucho la actividad y se dieron cuenta que lo que a uno le encanta otra lo puede aborrecer.
Que todos somos diferentes y con gustos muy distintos. Sus mejores amigos habían elegido el libro que ellos aborrecían y de compañeros con los que no se relacionaban mucho habían encontrado un libro que llevarse a casa.
Que las historias nos enganchan
y ya no nos dejan ir.
Que a veces una historia no está escrita para nosotros o incluso que hay que darle una segunda oportunidad, ya que al tiempo puede ser que nos perdamos en su magia.
Que a veces una historia no está escrita para nosotros o incluso que hay que darle una segunda oportunidad, ya que al tiempo puede ser que nos perdamos en su magia.
Y se dieron cuenta ellos
mismos.
Algunos al leer los comentarios de sus compañeros se extrañaban:
—¡Yo no recuerdo que pasara eso! —exclamaba asombrada María.
— A lo mejor me lo vuelvo a leer — murmuraba Pedro al leer en una “hoja” del árbol una opinión sobre su libro.
Algunos al leer los comentarios de sus compañeros se extrañaban:
—¡Yo no recuerdo que pasara eso! —exclamaba asombrada María.
— A lo mejor me lo vuelvo a leer — murmuraba Pedro al leer en una “hoja” del árbol una opinión sobre su libro.
Y después de la tercera vino
la cuarta y la quinta… y así hasta que el curso acabó. Cada rama del árbol
albergaba hojas de reseñas del mismo libro y cada título tubo al menos 6
reseñas. Leyeron mucho aquel año.
Siempre había un nuevo matiz para cada historia, para "bien" o para "mal".
Siempre había un nuevo matiz para cada historia, para "bien" o para "mal".
Al acabar el curso, estando
recogiendo la clase algunos y algunas de mis compañeros, con la calma de esos
días, se acercaron con tranquilidad a mi árbol sabio y se sorprendieron con las
diferentes reseñas que guardaban sus ramas.
—¡Vaya, qué interesante
actividad! —Matilde me miró asombrada.
—Te dije que estaba resultando
sorprendente.
Pensativa me miró.
Pensativa me miró.
—¿Y si la repetimos entre
varias clases? —Sus ojos brillaban ilusionada.
—¡No tenemos nada que perder!
—Mi árbol había obrado su magia.
💢💢💢💢💢💢
Reto#16. Escribe un relato en que haya un intercambio de libros.
Este es mi aportación de esta semana al reto 52 retos literup 2020,
¡Hola Jose!
ResponderEliminarComo maestra, me ha encantado la idea. Creo que además de evitar conflictos se pueden trabajar muchísimos temas transversales gracias a esta propuesta.
Creo que es una idea fantástica.
P.D. Aunque a veces tarde más de lo que me gustaría en visitar los rincones de mis lectores, por aquí vuelvo.
¡Un abrazo!
Sara, encantada de volver a encontrarte. Yo también soy maestra. Es una idea que se me ha ocurrido para el reto. Pero no descarto ponerla en marcha. Me alegro que te haya gustado.
EliminarNos leemos,(No cuento los días).
Mientras leía me preguntaba por qué nunca se me ocurrió (soy maestra retirada).Pensé que relatabas actividades vividas por ti. Tienes una buena tarea en perspectiva,Jose.
ResponderEliminarUn abrazo
A veces es más fácil diseñar actividades que luego llevarlas a cabo. Los niños suelen llevar a la espalda una mochila que no les pertenece y que a veces no les deja ser ellos mismos. La difícil tarea de los padres de educar dejando libertad. Me gusta verte por aquí.
Eliminar¡Hasta otra!