Todos estábamos desolados. Encerrados en
nuestra isla particular. El confinamiento no ayudaba.
Se
había ido silenciosa y discreta, como ella era, sin que ninguno hubiéramos podido
cogerla de la mano y darle un beso. El pensar que no habíamos podido
acompañarla en esos últimos momentos, calmar su miedo, reconfortarla,
transmitirle tranquilidad y paz, esa paz de saber que todos estábamos bien y a
su lado, nos iba llevando a un aislamiento inconsciente donde cada uno velaba
su pérdida individual.
Pero una idea rondaba por mi cabeza y no
iba a dejarla pasar. Pronto sería el día de la madre y tal vez pudiéramos
celebrar ese día de forma especial.
Una despedida póstuma todos juntos.
Entre siete hijos y doce nietos, había “mano
de obra” más que suficiente, ¿no? Así que lancé mi idea por el wasap de familia:
“Domingo 3 de
mayo gran celebración del día de la madre” conferencia conjunta a las 6 de la
tarde.
¿vas a perdértelo?”
Pronto empezaron a mandar wasaps unos y
otras.
Expliqué la idea general por el grupo
común, para que fueran animándose a participar, trayendo ideas, buscando formas
de hacerlo, material, recursos…
Por el privado les contestaba, no quería
que se repitieran ni que todos conocieran lo que preparaban los demás.
Noventa años
de vida daban para mucho.
Los nietos mayores tenían anécdotas que
les había contado de cuando era joven, canciones que sabían que le gustaban,
películas que veía una y otra vez.
Los no tan mayores habían vivido con
ella fiestas de muñecas, excursiones al parque grande para alquilar bicicletas
e incluso aventuras jugando a perderse por las calles.
Los hijos todos teníamos momentos inolvidables
que hasta ese día habían sido privados de cada uno, o tan públicos que todos
reiríamos recordándolo.
No recuerdo habernos visto tan unidos
nunca. Tuvimos menos de un mes, pero lo aprovechamos a tope.
Vídeos, montajes de fotos, dibujos,
pequeños teatrillos de los más pequeños, monólogos de la juventud más atrevida…
A ellos me alié para buscar la forma que por video conferencia pudiéramos conectarnos
y disfrutar todos de todo. Los nietos mayores, Melisa y Ángel se encargaron de
la tecnología adecuada y de que los adultos más carcas supiéramos manejarla.
Yo fui como la directora de escena y
coordiné todo lo que iban preparando. A una semana vista ya tenía confeccionado
un programa específico con el orden de todas las intervenciones. Había pactado
el título de cada intervención para que nadie pudiera sospechar lo que otro
participante llevaba en mente.
Hasta los más chiquitines, Izaskun de 3
años y Manuel de 2, ayudados por papá y mamá, claro, habían preparado su
canción.
Nos conectamos todos a la vez y la función
empezó.
Nada salió como estaba previsto, pero os
puedo asegurar que pasamos una tarde entrañable e inolvidable entre risas y
llantos. Unas horas que tardaremos en olvidar mayores y pequeños.
Resulta que en cada casa pusimos a
grabar el evento con una cámara, y como la juventud sabe de todo, ahora lo van
a editar para que todos lo tengamos… ¡No sé qué saldrá de ahí!
Este fue nuestro último regalo para ella
y estoy más que segura que todos la sentimos presente entre nosotros hasta el último
momento.
Y si os soy
sincera, en esta ocasión:
¡No había
nada más que pudiéramos hacer!
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Este es mi aportación de esta semana al reto 52 retos literup 2020,
Reto# 15. Haz que tu relato termine con “No había nada más que pudiéramos hacer”.
Hola formo parte de la Iniciativa Seamos seguidores y ya te sigo, te dejo mi blog por si gustas pasar, kiwybooks.blogspot.com, saludos!
ResponderEliminarEncantada de verte por aquí. Visita devuelta.
Eliminar¡Hola Jose!
ResponderEliminarTengo este y otros relatos del reto pendientes. Al parecer mis musas también están de cuarentena.
Me ha parecido un relato entrañable. Aunque solo imaginarme las primeras líneas me ha dado vértigo. Pero ha terminado con un sabor muy dulce.
¡Un abrazo!
Gracias, Sara por tu comentario. Si es duro de imaginar, pero está pasando.
EliminarNos Leemos.