No tenía fuerzas para ducharme, que era lo que de verdad necesitaba, me mareaba, así que, decidí echarme un rato y cuando Eloy volviera pedirle que me ayudara a refrescarme. Si seguía encontrándome así de mal, le pediría que me acompañara al médico…
¡Vaya con Eloy! Al abrir la
puerta del dormitorio me encontré una escena que bien podría haber estado
sacada del Kama Sutra. (Lástima que la protagonista no era yo. Hacía meses que
no era yo. No me acuerdo cuánto tiempo hacía ya que no intimábamos. Mucho. Tal
vez demasiado). Cerré la puerta. Creo que ni se enteraron. Mi hijo pequeño, me
miraba desde la puerta de su habitación. Cómplice. Lo miré y no supe qué
decirle, él tampoco me dijo nada.
Las piernas me flaqueaban y
cada vez me mareaba más. Me metí a la habitación del mayor, que ya no venía a casa salvo en contadas ocasiones, cuando su trabajo y vida personal se lo permitían.
Me sentí caer en la cama, como
un peso muerto y ya no recuerdo nada más, hasta el día siguiente que desperté
de madrugada. Miré el reloj, las cinco. Casi diez horas durmiendo. Tal vez mi
cuerpo empezaba a sentir los últimos días, donde el trabajo había sido agotador,
preparando el congreso que al que debíamos acudir a finales de mes.
Salí al balcón, la fresca de
la mañana me reconfortó. Qué paz. Me estuve buen rato allí. Eloy y Fran
se levantaron, como todos los días; se vistieron, como todos los días; almorzaron,
como todos los días; y se fueron a trabajar, como todos los días. Sin mediar
palabra de lo pasado el día anterior. ¡Demasiada normalidad para mí!
Al poco sonó mi móvil:
—¡Hola
mamá! —Mi hijo, mayor, estaba al otro lado de la línea.
—Desde
cuándo, Nacho —Suspiró antes de contestar.
—Mamá,
qué querías. Hace tiempo que vosotros… —Mi cabeza iba a estallar.
—Cómo habéis podido, no decirme nada, tapar a vuestro padre, ¿y yo? —Empezó a explicarme algo, pero no podía escucharle. Un zumbido en los oídos me lo impidió, notaba que me temblaban las piernas y la vista se nublaba…
—¡Cómo veo que no me escuchas, te llamaré mas tarde! — Nacho colgó el teléfono.
Llamé al trabajo. No podría ir
a trabajar. Pedí hora para mi médico. El monstruo que habita en mí, hace varios
años, estaba despertando.
No sé cuánto tiempo llevaba
allí, llorando, con el coche en marcha. No
sé, perdí la noción del tiempo, de la realidad…
—¿Te encuentras bien? —Alguien chocaba sus nudillos contra la ventanilla de mi coche—. ¿Me oyes?, Has cruzado el coche y no puedo salir.
—Perdona… —dije levantando la cabeza. Y allí estaba él. Hacía tantos años ya…
—¿Carmen? —Su sonrisa no había
cambiado de como yo la recordaba, y en sus ojos seguía reflejándome al mirarme.
La misma sensación de entonces me envolvió. Salí del coche, nos sonreímos y nos
dimos un abrazo. Inocente y torpe.
—¡Darío…! ¡Cuánto tiempo sin
vernos!!!
—Pues sí… y ya lo siento. Pero
me coges en un mal momento. Llevo prisa. —Nos quedamos mirando, a los ojos, en
silencio—. ¿Estás bien?
—Sí, sí… ya muevo el coche —Entré, lo puse en marcha, lo miré por última vez y me fui.
❤❤❤
Pufffffffffffff. Hacía casi diez años que no lo veía. Cuando empecé a trabajar de bibliotecaria, en su pueblo. Él iba todas las tardes, cogía un libro y se sentaba en una de las mesas. Con sus cascos se aislaba del entorno y se estaba una hora larga enfrascado en su lectura. Pronto empezamos a hablar y comentar sus lecturas, las mías, su vida, la mía… había mucha conexión entre nosotros… Saltaban chisma al mirarnos. Enseguida me di cuenta. Me estaba enamorando. Y no podía ser. Estaba casada. Tenía dos hijos. Y tenía diecisiete años menos que yo. Pedí traslado enseguida, a la primera oportunidad, con la excusa de mi enfermedad. Dejamos de vernos y todo quedó en una breve, pero intensa, amistad. Ya entonces mi vida matrimonial no era tan satisfactoria como a mí me hubiera gustado. Pero no quería romper con todo…
NAVAS DEL MARQUÉS |
¡Vaya día para reencontrarse con él! Le acababan de decir que posiblemente le quedaban solo dos meses de vida y estaba pensando en irse lejos. Lejos de tanta hostilidad que le envolvía últimamente. Ella, acababa de irse de casa y sus hijos se habían volcado con su padre, quien no había hecho el más mínimo movimiento para sentarse a hablar con ella. Cierto, que ella, había estado muy distante.
Además de que su matrimonio, junto con su familia, se iba al garete,
su enfermedad volvía, queriendo parar su vida de nuevo. La "quimio" no estaba
resultando, el tratamiento no controlaba el avance.
En situaciones normales
hubiera llamado a su hijo mayor o le hubiera acompañado como otras veces a la
consulta. Él, lo llevaba mejor que su padre, al menos aparentemente. Siempre lo
había tenido a su lado. A sus treinta años era su bastón para caminar en
tiempos duros y quien más disfrutaba compartiendo sus alegrías. Fran, el pequeño, con
veinticinco años recién cumplidos, aún vivía en casa y tenía pocas ganas de
volar. Tranquilo con su trabajo y sus amigos, era mucho más reservado y
distante. Habían sido, los dos, toda su vida desde que nacieran y ahora era lo
que más echaba de menos en su día a día. Cada vez los sentía más lejos de ella.
CASA JARDÍN, EL COLMENAR |
Quedaba apenas un día para el congreso, un fin de semana que llevaba esperando, y preparando, todo el mes.
Iba a asistir como invitada, debido a sus proyectos en la biblioteca del pueblo, al X Congreso Nacional de Bibliotecas Públicas, evento bianual, que este año tenía lugar en Navas del Marqués, uno de los cuatro municipios más poblados de Ávila, zona gran interés turístico de la región. Situada en las faldas de la Sierra de Malagón, esta villa colinda con la Comunidad de Madrid al este y sureste y con la provincia de Segovia al norte. En ella se encuentra el Castillo-Palacio de Magalia, escenario, en es esta ocasión, del congreso.
Tras dos horas conduciendo
llegué a mi destino. Me instalé en la habitación y me fui a dar una vuelta por
los jardines para estirar las piernas de tanto coche. Cuando me interesé por
este destino, en la descripción del lugar ponía que su vegetación forestal
contaba con especies
como el roble melojo, el pino piñonero, los chopos, los cedros, los enebros,
los helechos… yo no reconocía cada uno a simple vista, pero esa mezcla de aromas y colores creaban un ambiente mágico, al menos eso me pareció, se respiraba paz y tranquilidad. De pronto, me pareció oír
el trote de un caballo, apareció a lo lejos y cuando quise fijarme me pareció que
me saludaba el jinete…no, ¿un centauro?
—Vale, calma, Carmen. Estás mezclando realidad con leyenda.
El
estrés de este tiempo atrás, los resultados de las pruebas, y el cansancio del viaje se mezclaban con las
leyendas que había leído sobre el Castillo. ¡Ahora venía a saludarle el Centauro
de Magalia! Lo vio alejarse mientras una sonrisa se dibujaba en su cara. La
primera del día.
Tenía ganas de visitar el Castillo-Palacio y pasear por los pasillos que recorría el centauro para encontrarse con su amada Magalia.
Volvió a la Casa Jardín, entre que se duchaba y no se haría
una buena hora para acercarse a comer a algunos de los restaurantes de la zona,
estaba hospedada en el centro de la villa, todo lo tenía muy cerquita.
PATIO INTERIOR CASTILLO PALACIO DE MAGALIA |
Los
exteriores de la edificación contaban con elementos fortificados propios de los
castillos, como grandes torreones defensivos y amplios muros y su interior era tan refinado como un
palacio. Hacía honor a su nombre: Castillo-Palacio.
Al acercarme a la ventana de la fachada principal leí la frase escrita bajo
ella : «Magalia Quondam,
Magalia, ¿dónde estás?».
Por detrás de mí, en ese momento una voz de hombre rompió el silencio con un agudo gemido: ¡Magalia, Magalia… dónde estás?
Me volví impresionada:
—¡Los que se quedan sufren la ausencia! —Realmente parecía el señor del
castillo, desesperado por la ausencia de su hija.
— Los que se van, tal vez, para ser felices, deben elegir entre un amor u otro. —le contesté y casi din darme cuenta, de pronto, había desaparecido.
De nuevo, me encontraba confundida. Sin saber si lo vivido en ese instante era real o fruto de mi imaginación, y ya empezaba a preocuparme.Se acercaba la hora de empezar el congreso, así que me dirigí a recoger mis credenciales.
EXTERIORES CASTILLO-PALACIO DE MAGALIA |
Tras hora y media de intervenciones, el calor empezaba a agobiarme y la cabeza volvía a dolerme como si no hubiera una mañana.
Salí a tomar el aire. Cogí una pastilla del bolso. Me tomé
una con la esperanza de que mi cabeza dejara de doler, como si martillearan
desde dentro. Me senté en uno de los bancos, mirando hacia el patio y vi
acercarse a una mujer, vestida de época, preciosa, que me miraba a los ojos
y me sonreía.
—Las nubes escamparán, y volverás a ser feliz.
—Perdona… —Empezaba a estar harta de estas visiones.
—No fue fácil huir con el centauro, cuando mi padre, el señor
del castillo, prohibió nuestra relación. Lo diferente no es aceptado.
—Renunciaste a tu familia por él —Se levantó sonriendo.
—Tu familia parece haber renunciado a ti, ¿no?
—No sé… —Estaba confundida: ¿Qué pasaba?
—Y si él te llama, ¿será la edad la diferencia que os separe?
Bueno, aquí estaba pasando algo raro. Tal vez el tumor
cerebral me estaba jugando una mala pasada. Aunque poco a poco el dolor de cabeza iba
remitiendo, casi no lo notaba. Volví a la sala y en todo el día no me acordé de
todo lo que había pasado.
Disfruté el congreso sin más fenómenos extraños. Conocí a
gente interesante y di a conocer mi trabajo, que por cierto gustó bastante.
El resto de los días que pasé en Navas del Marqués disfruté
de los paseos por el pueblo lleno de preciosas casas blancas rodeadas de verdes
campos y montañas rocosas.
Visité el convento de
Santo domingo y San Pablo que 1982, fue declarado Monumento
Histórico Artístico de Interés Cultural Nacional y saboreé la rica gastronomía
del lugar tanto sus tapas, su carne a la plancha o los ricos postres
tradicionales.
Tuve tiempo para hablar con mi
oncólogo y escuchar todo lo que, aunque ya me había dicho en la consulta, entonces no oí, asustada por el pronóstico de mi enfermedad.
Probaría el nuevo tratamiento y
pararía el ritmo de trabajo, para darme un respiro y evitar el estrés del que también se alimentaba mi monstruo interior.
Esperé la llamada de mis hijos,
incluso la de mi marido. Los tres sabían que esperaba resultados y que no era
del todo buena la situación. Pero nada, ni un wasap.
Sin embargo, si recibí una llamada de Dario, que al no cogerle, me grabó un mensaje de audio:
—¡Me gustó volverte a ver!¡Me quedé preocupado! Cuando
tengas ganas, podemos quedar.
¡Vaya! ¿De dónde había sacado
mi teléfono? No sé si quedar con él iba ser la mejor idea. Pero reconozco que oír
su voz me reconfortó. Y de nuevo, después de algunos días, volví a sonreír.
❤❤❤❤❤❤❤❤❤👀👀👀👀👀
Una semana más os presento mi escrito. Otro reto que me ha supuesto un "vamos a ver cómo hago esto". Primero recorrí un poco la web intentando conocer diferentes leyendas de Castilla e intentando crear un relato con alguna de ellas, Por fin me decidí por la leyenda de Castillo-palacio de Magalia y me centré en la información de la wikipedia y de la página web La mochila de mamá. La fotos las he sacado de la web.
Ya hace semanas, os lo digo que no acabo de estar contenta con lo que escribo, cumplir todas las semanas es difícil y si voy acumulando hasta estar contenta con el resultado dejaré a medias el reto. Y este año me he propuesto acabarlo. El ceñirme a un tema dado con unas premisas especiales me está haciendo trabajármelo mucho, y creo que el proceso me está ayudando. Yo siempre les digo a mis alumnos que, a veces, el camino para llegar al resultado es más importante que el resultado. Pues lo estoy poniendo en prática.
Ahí he dejado a Carmen,
en medio de un mar de dudas, en el pero momento de su vida
¿Qué pensáis que puede pasar?
¿la llamaran sus hijos primero o lo hará ella?
¿Quedará con Darío?
Os espero en comentarios. ¡¡Saludos!!
¡Hola! A veces cuesta agarrar el tema, pero una vez que la historia llega, fluye más rápidamente. Sobre la historia, por ahí me cuesta seguir un poco estas historias que hablan de cáncer sin largarme a llorar.
ResponderEliminarOjalá quede con Dario. Sus hijos son unos ingratos y su esposo un desalmado, quizá, esa indiferencia la ayuden a encontrar un soporte en otro lugar y desligarse un poco de la familia que no la trata como se merece.
¡Un abrazo!
Bueno, las historias largar también son difíciles de hilar. Esta no ha sido muy bien aceptada. Gracias por tu lectura.
Eliminar¡Saludos!