Hoy soy yo quien te habla
Cuando tengo que salir a la calle así me siento.
Pienso que fuera está lleno de gente que me mira, me atemoriza, me atosiga, me amenaza. Están ahí, esperándome.
Sí, ya sé. Las personas no son así, como en la foto, pero imagínate que estuvieran entre nosotros. ¿No te asutaría pensar que puedes encontrártelos? ¿Qué están siguiéndote, observando tus movimientos?
Pues yo siento eso cuando tengo que enfrentarme a la gente. Terror.
Mi cabeza se preocupa por lo más superficial: la ropa que tengo que ponerme, lo zapatos,como me peino. Qué me dirán, qué les contestaré. Con quién me encontraré, a quién tendré que saludar... Así que la solución es sencilla: No salgo de casa.
Para ir a trabajar, me tengo que levantar varias horas antes de lo que necesitaría. Cada mañana lo primero que debo hacer es autoconvencerme de que tengo que salir para acudir al trabajo. Entonces sí. Es IMPORTANTÍSIMA mi imagen exterior. Y depende de cómo me haya levantado (pie derecho, pie izquierdo, doble pie izquierdo...) elegir ropa es toda una odisea. Me pruebo, me «des-pruebo»... me desespero. Luego me tengo que peinar: coleta, suelto, con diadema... otro «problemón». Si me tengo que llevar la comida todo son complicaciones: mejor que no tenga que calentarla, que no sea primero y segundo, una ensalada en invierno no pega... (Nada de comer en la sala común, mejor). Después, debo autoconvencerme de que enseguida llegaré a trabajar y que a esas horas me encontraré poca gente por el camino.
Invitar a amigos a casa tampoco es un opción. Y si no les gusta mi casa y si no está lo suficientemente limpia y si no tengo nada para ofrecerles que les guste y si vienen a comer y si no les gusta mi comida... la lista de los «y si» puede ser interminable. Así que no invito a nadie. Por tanto, tampoco acudo a sus invitaciones. No puedo corresponderles. (Quien dice amigos, dice compañeros de trabajo o compromisos laborales e incluso hermanos/as o familiares).
¡Todo por el qué dirán! Bueno, el qué pensarán me agobia igual o más.
Tal vez llevas un rato destornillandote de risa. Y no te juzgo. A mí, ahora, al pensar que vas a leerlo me da un poco de vergüenza. ¡Pero a qué nimiedades le doy importancia! Si me imagino lo que te he contado como una película, como las mudas de Charles Chaplin, en mi cara aparece una sonrisa! (No te cortes si se te escapa una carcajada. ¡Es lo que hay!)
En serio. Hace tiempo que no salgo de casa. Casi nunca. Puedo pasarme las vacaciones, las fiestas del pueblo, todos los fines de semana sin salir. No te creas que estoy mal. Me encanta estar en casa. No necesito salir. ¿Sabes cuál es el problema?
Me empezó a parecer un problema cuando uno de mis hijos, en fiestas del pueblo, me preguntó:
—¿Por qué no sales, mamá? —Él se estaba preparando para irse con los amigos. Ya es un hombre hecho y derecho, pero se guarda algún día libre para venir a fiestas del pueblo y estar con sus amigos.
—No tengo ganas —contesté rotundamente. Y su cara al mirarme fue un cuadro.
Ese día algo hizo clic en mí. Llevo años con esta actitud. Pero ese día me preocupó. Tal vez no estaba bien. A lo mejor necesitaba ayuda. Me puse a charlar un ratito con mi «amigo» google sobre trastornos de personalidad, fobia social... Entre sus múltiples respuestas (jejej tiene respuesta para todo) apareció un enlace a una psicóloga online. No solo eso. Terapia Vía Email (No tengo que dar la cara, no tengo que hablar, por escrito). Parecía estar hecho para mí.
¿Qué estoy diciendo? Sí. Terapia psicológica. Vamos al médico cuando nos sentimos mal. Vamos al dentista cuano dos duele una muela. El oculista una vez al año, necesitamos las gafas. Tal vez al fisio por los dolores de espalda. ¿Y cuando vivir se nos hace una montaña insalvable? No,no,no,no. NO hablo de eso. NO pienses en esa palabrita. Hablo de SALUD MENTAL.
Pues sabes una cosa. Escribí. me costó mucho, no creas. Mi vocecita interior siempre tiene qué opinar. («Tampoco es obligatorio salir de casa o ir de bares o de fiesta. ¿No? ¿Tan importante es relacionarse con la gente? ¿Y si me gusta estar sola? Seguramente me dirá que son cosas sin importancia que no me preocupe, que todo va bien.») Y mandé el email.
Desde entonces, tampoco hace mucho, la mochila que llevaba a la espalda ya no pesa tanto. Y no es que de repente sea la persona más salidora del universo. Pero, cuando tengo que salir de casa (de vez en cuando hay que tirar la basura o comprar patatas😬) ya no me cuesta media hora decidirme a poner el pie en la calle (acuérdate: la ropa, los zapatos, el pelo, con quien me encontreré, jejej todo eso).
Ya no pienso primero en los peligros que me esperan tras la puerta. Soy capaz de vestirme en diez minutos (bueno, tal vez un poco más, pero tampoco voy a salir de cualquier forma ¿no?). A veces hasta salgo con ilusión, no por imposición.
Le he contando cosas que mi mente rumiaba constantemente. Voy callando poco a poco esa voz mental que no me dejaba disfrutar del silencio. Ni siquiera era consciente de lo que chillaba dentro de mi cabeza. Si mi equilibrio emocional pudiéramos compararlo con una escalera al cielo (tal vez me he pasado un poquito, demasiados escalones, ¿no qué te parece?), lo que he subido no sé si es un escalón o varios. Todavía creo que me faltan unos cuantos.
Sé que puedo contarle lo que siento, lo que me callo, lo que me preocupa. Cualquier cosa. Lo que a nadie le cuento. Confío en que me «escucha» (ya sé, en realidad me lee) y que me va a constestar. Está ahí. Me he hecho el mejor regalo del año. De mi vida. Me estoy regalando PAZ INTERIOR.
Te cuento todo hoy, 31 de agosto día de la solidaridad, y espero que te solidarices con todas esas cosas que no sabes cómo manejar y les des una oportunidad.
Y, también, quiero que lo lea mucha gente y se enteren de que a su alrededor hay personas con situaciones diferentes y vidas complicadas. Aunque desde fuera, de lejos, nos parezca que se ahogan en un vaso de agua.
¡Hay vasos de agua que a veces se convierten en profundos pozos!
Buscar una escalera que te ayude a subir, puede ayudarte a salir del hoyo.
💙💚💛💜💙💚💛💜💙💚💛💜
Laura, mi terapeuta, me pidió que escribiera mis avances desde que “converso” con ella. No es fácil escribir sobre lo que te pasa y hacerlo atractivo, interesante. Saber que van a leerlo. A juzgarlo.
Hay mucha verdad en estas líneas y espero que me perdonéis si consideráis que me he extralimitado al incluirlo en el VadeReto.
Yo espero que me sirva a mí para seguir subiendo escalones y, tal vez, para que alguien coja su escalera y empiece su remontada.
Hola, María José.
ResponderEliminarUn relato profundo, sentido y muy reflexivo.
No, no me he reído. Porque, por un lado, cuentas cosas que en algún momento me ha llegado a pasar a mí. Y, además, porque hablas de un problema al que no le damos importancia hasta que se convierte en una gravísima enfermedad. Sí, los problemas mentales ni se quieren contar, ni apetece que te miren con cara de «¡vaya bobada!».
Muy bien por ti y por haber dado ese paso tan complicado. Por suerte, hoy en día, disponemos de medios para conectar con gente online y poder desbloquearnos. Me alegro mucho que vayas avanzando y, aunque no te hayas convertido en una juerguista, te entiendo perfectamente ;), puedas ir rompiendo esas barreras que te impiden disfrutar.
¿Me preguntas si este relato va a la lista de participación del VadeReto? Pues claro que sí. Y no lo pongo el primero porque tengo que respetar el orden de participación. Es una maravillosa historia-reflexión que nos puede ayudar muchísimo. Muchas gracias por compartirlo.
Abrazo Grande.