lunes, 6 de enero de 2020

¡Si nos propusiéramos cambiar el mundo!

Como cada día al atardecer, Candela y Pedro se sentaron en una mesa de la terraza del bar "el bullicio" en pleno centro del paseo marítimo. Se pidió su granizado de melón, tenía una variedad de granizados naturales exquisitos, cada día distintos, y fue viendo como la tarima instalada en la arena de la playa, cerca del paseo, se iba llenando de gente. Ese día estaba de monitora Ester. La que más le gustaba. 

Esta niña tiene duende se decía Candela cada vez que la veía.

Y es que las clases de zumba playa con esta chica eran diferentes. Música parecida, pasos de baile similares, cada quincena la misma gente… sin embargo, el día que Ester dirigía la actividad a Candela le llenaba de vitalidad, a pesar de que ella lo veía siempre sentada. Desde pequeña le habían dicho que tenía arritmia musical y nunca bailaba. Las pocas veces que lo había intentado había sido un verdadero fracaso.
A Pedro le recordaba a su nieta mayor y muy a menudo hacía el mismo comentario.

―Tendrá más o menos la edad de nuestra Patricia, “veinti pocos”, ¡Hace cuánto no la vemos!
―No tanto, Pedro, no tanto. Cada quince días nos viene cargada de besos.

Candela sonreía pensando ya en los próximos, mientras acariciaba dulcemente la mano de Pedro. Poco a poco su memoria le estaba jugando malas pasadas y el tiempo y los acontecimientos tenían para él otra denotación.
Esa tarde el ambiente vibraba de  manera diferente. La tarima estaba llena y aún faltaban cinco minutos para empezar. Cerca, en el paseo, Ester bromeaba con unos y con otros. Hablaba con los más pequeños y los animaba a ponerse delante y si veía a personas de más edad quedarse rezagadas, con ganas de echar un baile, les hacía un hueco entre la gente y con su sonrisa las tenía en el bote.
A la hora en punto empezó a sonar la música y la voz de la “profe” sonó por encima.
―¡Vamos, vamos, despacio! ―animaba con movimientos de brazos ―después de este pequeño calentamiento empezamos la última sesión del verano.
El grupo aplaudió al unísono. Candela reparó en que ese era el último día de agosto. La gente joven que dirigía las actividades empezaba sus estudios y no volverían hasta el próximo año. La playa cambiaba de rutinas en los meses siguientes, hasta quedarse sola y callada casi entrado ya el invierno. Ella vivía todo el año allí y veía despertar y adormecerse al pueblo cada temporada. Le gustaban esos contrastes. Ansiaba tener, de vez en cuando, las calles del pueblo tranquilas para pasear y la playa para ella sola. ¡Toda la inmensidad del mar frente a ella!

―¡No se queden parados! ¡Vamos! Acabemos el verano a lo grande.

Otras veces los bañistas, al ver que empezaba el baile se preparaban en la toalla para poder verlo tranquilamente o recogían y se alejaban unos metros. Pero esa tarde, con sus incitaciones, estaba consiguiendo que muchos de ellos se unieran a la coreografía. A ambos lados de la tarima se habían ido colocando complementando el grupo. Los niños instintivamente se iban colocando delante y los mayores más atrás.

―Así,¡muchas gracias!, estamos consiguiendo llenar toda la playa con nuestra energía.

Y la gente siguió acoplándose hasta que Candela casi perdió de vista a los últimos. A ambos lados de la tarima, hasta donde su vista alcanzaba, la gente seguía los pasos al son de la música. Por detrás, casi hasta la línea del mar, podía ver personas siguiendo el ritmo.
A Candela le pareció impresionante. Casi al final, tuvo que levantarse para poder verlo mejor. La gente se agolpaba en el paseo para ver el espectáculo. Parecía mentira ver a tanta gente moviéndose al mismo compás, con la misma música, con los mismos pasos. Era como si la energía fuera envolviendo a todos con un efecto dominó.
Al acabar se fundieron todos en un aplauso colectivo y las caras de satisfacción lo decían todo.

―¡¡¡¡Guauuuu!!!!, esto es una despedida a lo grande. ¡¡¡Muchíiiiiiiiiiisimas gracias a todos!

Innumerables móviles grababan la escena. No era para menos. Poco a poco todos fueron marchándose. El paseo retomó su normalidad.

―Vamos ya a casa Candela ―le dijo Pedro de pronto― te noto nerviosa.
―Nerviosa… ―replicó con cariño Candela al levantarse― ¡contenta es lo que estoy!
―No sé porqué has de estar tan contenta hoy, todas las tardes es lo mismo.

Lo miró con cariño. Le tomó del brazo y poco a poco se dirigieron a casa.

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Este es mi aportación de esta semana al reto 52 retos literup 2020, espero ir completándolos semama a semana. Hacía mucho que no escribía.Ya no me acordaba lo que me gusta hacerlo. Creo que es el mejor regalo que he podido hacerme este año que empieza.

Reto #1. Haz una historia sobre un baile multitudinario.

Estaré encantada de recibir tu comentario con tu opinión y propuestas de mejora. ¡Feliz año!

1 comentario:

  1. La historia es muy buena, me pude imaginar perfectamente la multitud y el ambiente playero. Además, ame a los personajes de Candela y Pedro a pesar de que no se habla mucho de ellos.

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