lunes, 16 de marzo de 2020

Cuando los dioses pierden los papeles


Cuenta la leyenda que antiguamente todos los seres humanos eran dioses que cometieron el gran error de abusar de su divinidad y por ello el señor de los cielos se las arrebató y a manera de lección optó por esconderla en un lugar donde jamás pudieran caer en cuenta de buscar, este sitio es nada más y nada menos que en el interior de cada hombre”(1)

Podríamos imaginarnos que, tan solo un rato antes de que el mundo colapsara, los dioses, alguno de ellos, estaban viendo el absurdo proceder de la humanidad que, aquejada de un nuevo virus, que iba poco a poco alcanzando a unos y otros, había obviado los consejos de sus gobernantes y estaba convirtiendo el día a día en un caos asolador. Al menos emocionalmente hablando.
La diosa Parvati, considerada la madre divina, diosa de los alimentos, observaba asustada como la humanidad estaba actuando sin control, comprando de manera descontrolada, sin previsión real y sin tener en cuenta al prójimo. Actuaban igual en todos los rincones de la tierra.
Ganesha, no entendía lo que veía desde su ventana celestial. Se les avisaba constantemente para que se mantuvieran en casa, pero unos y otros, buscando la forma de no ser vistos, salían de sus hogares sin causa justificada. Su divinidad le dotaba de sabiduría, pero ese descontrolado atrevimiento que demostraban ahora los mortales hacía tambalear  una de sus máximas, por lo que era conocido: La prudencia.
Agni, quisiera poder cerrar los ojos y seguir siendo bondadoso y benévolo, siempre buscando el lado bueno de las personas, pero su espíritu comprensivo, que tanto venían a solicitarle los fieles, estaba llegando a su fin. No eran capaces de proteger a sus hijos, los llevaban a los parques, solución más cómoda para entretenerles y allí se juntaban unos y otros sin la más mínima prevención de contagio. Los niños estaban indefensos.
Ganga fabulaba con un río Ganges embravecido que se llevaba por delante a toda la juventud inconsciente que seguía reuniéndose, amontonándose en pequeños locales de ocio,  desoyendo los consejos de las autoridades. ¡Almas pecadoras, impuras! ¿cómo después habría de purificarlas?
Vishnu ardía en deseos de fulminar ese mundo egoísta que no era capaz de parar el ritmo de sus negocios, por el bien de los demás. Venerado por su don de protección y por su bondad, ante esta visión surrealista, su instinto de cuidar de cuanto existía se veía nublado.
La fuerza inagotable y el poder de Hanuman, se estaba desvaneciendo viendo a los ancianos desprovistos de los consejos más importantes, de la protección necesaria, del cariño y atención, a distancia, que ahora necesitaban. Esa humildad de la que podía presumir desde siempre se estaba tornando en orgullo mal entendido, pues le hubiera gustado aplastar esa bola terrestre que giraba en un despropósito.
La naturaleza estaba en peligro y nadie mejor que Shiva lo sabía, la purificación de los pecados y de los humanos que ella simbolizaba estaba en la cuerda floja. La ira la consumía.
A la cabeza de Kali, adorada como la diosa madre, llegaban todos estos pensamientos de la misma forma que a los demás dioses y diosas, y siendo su misión la destrucción de la maldad y los demonios, su mente, llena de alegría en otras ocasiones, estaba llenándose de pensamientos impropios de su deidad.

Y estando los dioses tan cargados de malos pensamientos hacia la humanidad, 
la tierra bramó y cual bomba atómica la destrucción fue masiva. 
Por doquier que hubiera podido mirarse la desolación
 y la devastación había pasado.
Parecía haber llegado el fin del mundo y los dioses parecían haber desaparecido, como si hubieran abandonado el universo conocido.

Sin embargo, como suele suceder, siempre hay supervivientes tras una masacre.
Poco a poco se iban encontrando y se juntaban entre las ruinas, ayudándose y apoyándose unos a otros.
En un pequeño rincón de la tierra, donde antes había un pequeño pero precioso pueblecito, la vida le dio una segunda oportunidad a un grupos de personas que parecían haberlo perdido todo. Niños, jóvenes, adultos y ancianos todos desconocidos y solos. Todos sin nada, derrotados.
¿Solos y derrotados? Tal vez desde fuera podría parecerlo, pero desde el principio formaron un grupo unido con ganas de salir adelante y de dejar atrás aquel día. Cada uno asumió el papel en el que se sentía más cómodo: Marian y Jaime, unos adolescentes de poco más de 16 años, se hacían cargo del grupo de niños de entre 3 y 10 años; los más ancianos intentaban buscar los lugares todavía recuperables y daban sus consejos a partir de la experiencia vivida; Arturo y Encarna se encargaron, en principio, de la comida; otros sabían de construcción y dirigieron la reconstrucción…
En fin, poco a poco fueron levantando una villa comunal. Habilitaron diferentes casas para poder dormir, comer, divertirse… Los adultos más instruidos se encargaban unos de la educación de los jóvenes y otros de los niños.
Cuando más seguros estaban que acababan de formar la sociedad perfecta sin necesidad de gobernantes y leyes. Los problemas empezaron a surgir. Los instintos más primitivos empezaban a aparecer y unos parecían no poder detenerlos y para otros parecía suponer el final de la felicidad.
Se había preocupado de sobrevivir, de crear un espacio seguro donde seguir viviendo, pero se habían olvidado de los sentimientos, del amor, la pasión, la ira, la tristeza, la melancolía, el miedo, la alegría…
Ahora todos esos sentimientos fueron apareciendo, poco a poco. Desde la persona más anciana al niño más pequeño, todos se encontraban perdidos y nadie se veía capaz de gestionar tanta emoción. Nadie se encontraba seguro, nadie era experto es eso.
Cuando pensaban que lo tenía todo resuelto y que la vida rodaba sin problemas, aterrizaron en la cruda realidad. Se habían olvidado de sentir.
Vivían juntos, se ayudaban, se acompañaban, pero habían sido como islas. Todos esos meses solo habían pensado en la reconstrucción del pueblo y se habían olvidado de reconstruir su corazón. Ahora empezaba para ellos la verdadera dificultad y tal vez para eso, iban a necesitar otra perspectiva. Eran los herederos de la tierra. Con ellos podía acabar la especie. O podían continuarla.
👹👹👹👹👹👹👹👹👹
1. Texto e  Información sacada de  https://www.mitologia.info/hindu/
Este es mi aportación de esta semana al reto 52 retos literup 2020
Reto#11: Escribe un relato distópico sobre un grupo de supervivientes a un apocalipsis causado por dioses hindúes.

2 comentarios:

  1. Increíble que tengamos material para escribir sobre apocalipsis en nuestra sociedad, tan a la mano. Terrible que el peor efecto destructor lo origine nuestra falta de empatía. Ojalá aprendamos algo de esto, y no sean solo los más ricos los únicos que salgan de esto, encima sin hacer caso de las reglas que todos debemos cumplir.
    Muy bueno el relato.
    Un abrazo a la distancia.

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    Respuestas
    1. ¡Hola!
      Gracias por leerme. A veces la realidad supera a la ficción.
      Pasa buen fin de semana en casa.
      Mis mejores deseos.

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