Llevaba años enamorado de Luna.
Estudiosa, formal, cumplidora, resultona físicamente. Y con un sentido del humor
envidiable. Le encantaba su sentido del humor. No era el chico en el que ella se
hubiera fijado. Se metía en líos todos los fines de semana y su fama de
mujeriego tampoco ayudaba. Le gustan demasiado las mujeres. “Le gustaban”, porque
estar enamorado solo lo había estado de ella…
—Señor Núñez, le recuerdo que
esta asignatura es tan importante como las demás y tiene los trimestres anteriores
suspensos.
—Lo sé. No hace falta que me
lo recuerden.
—¿Tiene pensado con qué
sorprendernos?
—¡No me conoce! Hay cosas de mí
que ninguno de clase sabe.
—¿Quiere decir que es algo más
que un conjunto de músculos que juegan a rugby?
—Esa beca universitaria, no me
la han concedido por que sí.
—Tampoco por un expediente de
infarto. ¡No se lo pondré fácil! ¡No voy a regalar ninguna nota! ¡Y hay notas
difíciles de levantar!
Sonó el timbre y salió disparado
hacia el recreo, hecho una furia. Esa profesora lo tenía cruzado. Se había sentido
humillado delante de todos y ese silencio que inundó la clase mientras ella le
hablaba no sabía muy bien cómo interpretarlo: si todos pensaban, como ella, que
era un deshecho o si les estaba pareciendo, como a él, que se estaba ensañando
con él.
¡Mierda!, pensó. Ahora ella se
acercaba, era la última persona con la que tenía ganas de hablar.
—¿Qué te ha pasado en la mano?
—Fernando intentaba que bajo el chorro de agua fría de la fuente cesara el
dolor, pero cada vez dolía más y se le estaba poniendo morada por momentos —¿La
puerta del lavabo la ha tomado contigo?
—Algo así —le respondió a Luna
devolviéndole la sonrisa cómplice que acababa de regalarle. Esos comentarios
sarcásticos tan en su momento, con un toque de humor y de decirte «entiendo cómo
te sientes», era lo que tanto le gustaba en ella.
—Creo que te la has roto.
—Él asintió—. Vamos, tienen que verte esa mano.
—Y la clase…
—¡No digas chorradas! Mira cómo se te está poniendo. ¡Parece una morcilla! —Extendió la mano derecha—. Déjame
las llaves de tu coche, te llevo al centro de salud.
—Desde cuando sabes conducir
tú. —Ella se mordió el labio, levantó las cejas y cambió la expresión de su
cara.
—Pues, veras… ¡míralo tú
mismo! —Sacó el justificante de carné de conducir y se lo enseñó, mientras seguía
mordiéndose el labio y lo miraba entre divertida y temerosa…
—Tía, ¡hace dos semanas!
—Levantó las cejas sorprendido.
—Sí. Eso creo que pone en ese
papel. —Explotaron los dos en una carcajada y en ese momento sonó el timbre
para entrar del recreo. Fernando siempre iba en coche al instituto. Ya hacía
casi un año que conducía, pronto cumpliría los diecinueve. Dejarle el
coche a Luna no estaba en sus planes.
Pero realmente le dolía una
pasada la mano. Se acercaron a dirección
y pidieron permiso para salir del instituto; un profesor los acercó al centro
de salud. Mientras esperaban a ser atendidos en urgencias le preguntó:
—¿Por qué lo haces? Sé de
sobra que no te caigo bien. —Al ver la expresión de su cara se arrepintió al
instante de decirlo—. Tranquila, no tienes que disimular.
—A ver, lo he hecho por ti
como lo hubiera hecho por cualquiera. Te he visto mal… realmente se ha pasado
contigo dos pueblos…
—¡Puedes largarte ya! ¡Gracias!
—Ella se levantó sin mirarle a la cara.
—¡Pero qué borde eres! —Y lo
dejó solo en la sala de espera.
Al rato, cuando ya pensaba
que ella se había marchado. Apareció con un botellín de agua entre las
manos.
—Me había olvidado de la sed
que tenía cuando te encontré en la fuente. —Le tendió la botella. La miró
levantando las cejas sorprendido y cogió la botella que le ofrecía—. ¿Qué es
eso tan especial que nadie conoce de ti?
—No estoy para pitorreos, ¡me
duele un huevo! —Ella sonrió mirándolo.
—Conmigo no tienes que ir de machito.
—Se miraban a los ojos. Se dejó llevar.
—Practico bojutsu. —Al ver la
cara de Luna como diciendo “¿Qué es eso?”, se explicó—. Es un arte marcial
japonés que se practica con un bō. Un bō es un palo largo de madera que se utiliza como arma, como prolongación del
cuerpo.
—¡Me tomas el pelo! No te veo
yo disciplinado como para practicar un arte marcial.
—Ya, un mentecato como yo,
puede darse cabezazos en el rugby pero no practicar un arte milenario. ¿No? —“Me
pillaste”, decía la cara de Luna en ese momento. Él sonrió decepcionado y en ese
momento los llamaron.
Tras las pruebas, Fernando se
quedó tranquilo al saber que no se había roto la mano. Salían en silencio. Ya eran
cerca de las tres y cada uno iba a irse a su casa. A él lo habían venido a
buscar. Ella se despidió sin querer que la llevaran a casa en coche. Era
viernes. Ya no se verían hasta en lunes, pensó Fernando.
El domingo por la mañana le
mandó un wasap invitándola a asistir a una exhibición de bojutsu que hacían en el parque grande de
su localidad. Cuando ella llegó, él la esperaba a la entrada y la llevó hasta el
lugar donde iba a celebrarse.
Los diferentes participantes, ataviados con el traje correspondiente y armados con su bō, se movían deslizando
los pies por la hierba; a la vez, los bō parecían fluir entre sus manos, cambiando
de posición, en una especie de baile que alternaba movimientos de pies y manos.
Después de unos minutos de solo observar a todos
los participantes, Fernando y ella se mezclaron entre la gente, aunque algo
alejados y él le indicaba como seguir los movimientos de los demás. Primero le
hizo practicar el movimiento de los pies, del cuerpo. Luego, le invitó a tomar
el bō e intentar imitar los movimientos que le veía hacer a él, quien intentaba ir más
lento para que ella le siguiera. Finalmente la retó a hacerlo todo: moverse
acompasadamente con el cuerpo y el bō. Él se había posicionado frente a ella y
se miraban fijamente a los ojos, como queriendo adivinar el movimiento del otro.
Fue un rato mágico, hasta que con un megáfono anunciaron que iba a tener lugar
un simulacro de lucha.
Todos los asistentes se
sentaron, haciendo un círculo, en un claro del parque y los dos primeros rivales
salieron al centro.
Fernando iba explicándole a Luna
los movimientos de los luchadores. Le hacía fijarse en el cambio de los pies,
el giro del bō, la torsión del cuerpo. Ella parecía absorta, no se sabía si le
estaba gustando o estaba a otra cosa.
—¿Qué diablos estará pensando?
—Se preguntaba en silencio Fernando viéndola tan concentrada y callada. Parecía
que el resto había desaparecido.
Se levantó y se marchó. Se le
había cruzado el cable al creer ver indiferencia en ella.
Cuando acabó la demostración todos se levantaron. Luna buscó a Fernando, sin encontrarlo. Le mandó un wasap y
al no recibir contestación se marchó a su casa.
No era ese el final que ella
esperaba para esta improvisada “cita”. Tal vez había malinterpretado las
señales que creía haber recibido de Fernando.
Se fue a casa pensando en la
extraña forma de pasar una mañana de domingo. ¡Quién se lo iba a decir a ella! ¡Le
había sorprendido Fernando! Y el bojutsu… tenía su magia.
—¡Ya le vale! ¡Marcharse sin
decir nada! —Pensó mientras de iba a
casa dando un paseo.
El lunes, a primera hora, tenían que presentar el proyecto fin de curso. Cada uno debía hacer una exposición
oral, mostrando algo personal que nadie conociera. Objetivo: intentar sorprender a
los demás. La idea era demostrar que, a pesar de ir a clase juntos desde pequeños, no conocían a
los demás con ellos creían. Tan solo eran conscientes de cómo eran sus amigos
más íntimos.
Luna entró y se sentó en su
pupitre, sin fijarse quien estaba ya preparado para la presentación. Fernando esperaba con su traje de practicar Bojutsu, su bō y una presentación
en prezzi preparada para empezar.
Sorprendió. A ella y a los demás. Nadie esperaba verle así vestido, hablando con esa pasión de un arte marcial y haciendo una demostración tan delicada. Les hizo una especie de danza para que vieran alguno de los movimientos y entendieran lo que les había explicado. Los aplausos al final lo dijeron todo y la cara de la profesora no dejaba lugar a duda.
Sorprendió. A ella y a los demás. Nadie esperaba verle así vestido, hablando con esa pasión de un arte marcial y haciendo una demostración tan delicada. Les hizo una especie de danza para que vieran alguno de los movimientos y entendieran lo que les había explicado. Los aplausos al final lo dijeron todo y la cara de la profesora no dejaba lugar a duda.
Al ir asentarse en su mesa, Fernando
levantó la vista y miró al fondo donde Luna se sentaba, esta le sonrió levantándole
la mano derecha con el pulgar hacia arriba. Él sonrió moviendo tan apenas la
comisura de sus labios. Se sentó notando que su corazón latía tan fuerte que
parecía querer salírsele del pecho.
😏😏😏😏😏😏😏😏😏😏😏😏😏😏😏😏
Y cada semana se me hace un poquito más complicado, pero me obligo a publicar. a Seguir. No voy a dejar que los acontecimientos rompan todos mis planes. Quiero escribir, soltar lastre. Aunque no me salga como yo quisiera, aunque no alcance a transmitir lo que en el fondo quiero. Si lo dejo ahora lo abandonaré de nuevo. Aparcaré de nuevo la escritura y es mi mejor medicina. Además, ahí estás tú con tus comentarios para darme el subidón de adrenalina que necesito. Tú y tu opinión. No necesito más.
¡Hola!
ResponderEliminarMe encantan ese tipo de iniciativas gracias a las cuales el grupo de alumnos se da cuenta de que todos conviven cada día con sus compañeros pero apenas los conocen y cómo resulta ser un punto de inflexión en sus relaciones sociales. Además de que muchas veces las apariencias engañan. Muy tierno.
Y, como dices, no dejes de escribir si te hace feliz.
¡Un abrazo!
¡Gracias por tu visita!
Eliminar¡Hola! Qué interesante, un poco extraña la actitud de él, vaya que irse así sin avisar cuando veía que Luna estaba interesada en él. A veces me preguntó qué pasa por la cabeza de alguien para actuar así.
ResponderEliminarMe gustó especialmente el final, que mostrara un lado más sútil y profundo ¡jo! Hasta artístico. Me encantó.
Espero que te animes a seguir escribiendo. Creo que todos hemos tenido esos bajones y digo mucho esto: la cuarentena, el encierro y la locura por el covid no ayuda en nada a lidiar mejor con todas estas emociones.
Lo importante es seguir adelante, bien lo has dicho. Te doy mucho ánimo y mis mejores deseos.
¡Besitos!
Muchas gracias por tus ánimos. Con esa extraña actitud, intento reflejar que es un chico especial, que va de perdonavidas y cuando se encuentra con la persona que de verdad le interesa le saca todos los demonios. Esas personas que van de insensibles de cara a la gente, tal vez para ocultar sus inseguridades.
Eliminar¡Me gusta verte de paseo por aquí!
lo que uno escribe no es para anlizarlo a vecers escribimos cosas que solo estan un minuto en el cerebro para saber que piensa otro del mañana me hace crecer porque asi aprendo yo vivo solo eol momento
ResponderEliminarmuy bueno tu texto
Hola, gracias por tu comentario. A veces es verdad, escribir es "soltar lastre". Me alegro que te haya gustado.
EliminarNos leemos!
En cuanto al argumento, me parece una idea interesante, presentar una relación sentimental entre dos jóvenes estudiantes en su ambiente universitario y con el aliciente del arte marcial japonés, como motor de la acción, aparte de los "tiras y aflojas" de esta pareja.
ResponderEliminarYa veo que te decantaste por un final simpático y feliz, lo que siempre agradecemos los lectores, especialmente en estos temas amorosos.
En lo formal, te comento que debes prestar más atención a la hora de utilizar signos de puntuación, que agilizan la lectura y son muy convenientes para evitar frases demasiado extensas, y que a la larga, distraen la atención lectora o pueden confundir su contenido.
Un abrazo, Jose.
Hola Estrella, agradezco muchos tus comentarios, siempre amables y constructivos. He releído mi trabajo y es cierto que en determinados pasajes se hacían las frases algo largas y farragosas. He intentado arreglarlo(y de paso alguna otra cosilla). Creo me centro mucho en cumplir con el tema y en ocasiones olvido la parte formal. Me encanta aprender de los vuestras aportaciones.
EliminarUn abrazo, a ti también.