Seis años. Recién cumplidos. Me ha dejado boquiabierta. Complemente «ko».
Durante nuestro primer paseo juntas, tras cuarenta
y cinco días de confinamiento, he tenido miedo de que saliera con juguetes y hemos salido sin nada, de la mano…
—¿Mamá?
—¡Sí, cariño! ¿qué
pasa?
—Ayer, cuando estaban
aquí tus amigos... —Tiene tan asumido este «arresto domiciliario» que cuando hago
videoconferencias con amigos siempre pregunta: «¿Cuántos han venido?»
—¿Nos has estado
escuchando? —Se pone las manos en jarra a la altura de la cadera y me mira poniendo
lo ojos en blanco.
—¡Qué remedio, mamá!
¡Hablabais muy alto! —¡Qué graciosa mi mujercita!
—¡Vaya! —Le contesto yo
disimulando la carcajada que se me quiere escapar.
—Pero estáis equivocados.
Muy, muy equivocados. —Sonríe pícara, como si conociera un secreto que nadie
sabe.
—¡Ah!, ¿sí? A ver,
listilla. —Me hace un gesto con el dedo para que me agache y mirarme
directamente a los ojos.
—Nadie ha soltado ese
bicho… —Niega con la cabeza mientras mueve su dedito reafirmando su idea.
—¡Ah!, ¿no? — Empieza a
no tener gracia esta conversación, ¿cuánto de lo que hablamos escuchó?
—Es la tierra que se
queja.
—¿La tierra que se queja?
—Ahora sí que me deja descolocada. Continuamos andando de la mano.
—Sí. Seguro que se ha
puesto de acuerdo con esos bichos y ha creado un gran un ejército invasor.
— ¡Pero tú de donde
sacas eso!
— ¿No tienes ojos o qué?
Ayer, por las noticias salieron animales corriendo por las ciudades, ¿te acuerdas?
— Sí, te llamé para que
lo vieras, unos jabalíes y algún ciervo. Buscaban comida o agua…
— ¡Ya! —Su expresión es
como de «no te enteras de nada»— Ellos corriendo por la ciudad y nosotros
encerrados en casa.
(No lo había pensado desde ese punto de vista, Los
animales corriendo libres y nosotros enjaulados. ¡El mundo al revés!)
— Como no salimos de
casa. No cogemos el coche…seguro que el aire está más limpio, sin tantos gases
sucios; y estamos manchado menos, seguro que hay menos basura tirada por las
calles…
— Puede ser. —Caramba con
la niña, me estaba dejando anonadada—. Entonces, ¿quieres decir que la Tierra nos
está castigando por destruirla?
—¡Tal vez! Por más que
los médicos luchan, más personas se ponen malitas… y algunas mueren…
—Sí. No estábamos preparados
para esto. Nos preocupamos más del ejército equivocado…—murmuro esto último esperando que no lo oiga.
— Pero ahora, mamá, nos vamos
dando cuenta de esas cosas, ¿verdad?
— ¿Tú crees? —Me paro en
seco a mirarla. Su expresión era tan triste…La cojo en brazos—. A ver,
princesa. Dame un gran abrazo, y vamos a disfrutar de este rico sol que hace
hoy.
Se aprieta a mi fuertemente rodeándome con
sus piernecitas y me pasa los brazos por detrás del cuello, suavemente. Noto su
aliento agitado en mi nuca. Al poquito se calma. La separo un poco de mi para
mirarle a los ojos y sonriendo le digo:
— Pronto vamos a tener
que volver a casa, ¿por qué no corres un poco para estar preparada para cuando
empiecen de nuevo los entrenamientos?
... Acaba el paseo dándose unas vueltas
corriendo a la manzana, saltando de vez en cuando, estirando «como ella dice»…
su cara vuelve a sonreír y mi niñita feliz y despreocupada aquí está de nuevo.
Yo sigo pensando en sus palabras y en
lo que, en algún vídeo de esos que va de wasap a wasap, he oído: «Es la primera vez que un virus tiene efectos
secundarios positivos»
La contaminación está bajo mínimos
históricos, hasta en los canales de Venecia se ven peces, ¿estará el océano
recuperando el oxígeno que le estábamos robando?
Nuestros sanitarios son ahora nuestro
ejército salvador, pero no disponen de las armas necesarias para vencer al
enemigo. ¿Nos hará esta situación darnos
cuenta, como dice mi “peque” de lo realmente importante?
Tal vez deberíamos
escuchar a la Tierra.
Está bramando ¿seremos
capaces de entenderla?
¿Llegaremos a tiempo?
Yo, lo primero, la próxima
videoconferencia intentaré que sea «para todos los públicos». Hay que tener
cuidado con lo que oyen estos «locos bajitos» que están todo el día con las
antenas de larga distancia enchufadas.
Después, intentaré hablar más
con ella para que suelte todos esos miedos concentrados que acumula de oírme hablar
o de lo que callo para que no me oiga. Y, para terminar, prepararé bien las
salidas para que sean un verdadero momento de diversión, alegría, relajamiento…
¡Si
hay que llevarse la bici o el carrito de la muñeca, se lleva!
(Mirándolo por el lado positivo: así a la vuelta
tendremos un buen rato ocupado desinfectando todo lo que hayamos sacado para
recordar el paseo)
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Este es mi aportación de esta semana al reto 52 retos literup 2020.
¡Hola! He estado un poco desaparecida, pero finalmente, puedo pasarme a dejar comentarios a las publicaciones.
ResponderEliminar¡Qué gran entrada! Coincido en que el virus tiene su parte positiva ¡como nunca! Y como he leído por ahí, el gran virus son los humanos, no hay otra, mira que en tan poquito, el planeta se ha limpiado y hasta los niños se dan cuenta de eso.
Pero todos extrañamos salir <3 ojalá sirva de reflexión para que los zoológicos dejen de existir.
Excelente cuento.
¡Un abrazo!
¡Gracias por tu visita! ¡¡Cuídate!!
Eliminar¡Hola!
ResponderEliminarCreo que ha sido una muy buena idea para la consigna del reto. También creo que tiene una parte positiva, aunque igualmente pienso que a muchos se les seguirá olvidando cuando todo pase. Espero que sean la minoría.
¡Cuídate mucho!
Esta extraña situación que estamos viviendo va a ayudarnos a muchos y muchas a mirar. A mirar atrás, adelante y al medio. A mirar y ver. Yo en eso quiero confiar.
Eliminar¡Cuídate tú también!