Invaden mi memoria reminiscencias de esa niña que evoca olores impregnados de cariño, sonidos característicos que envolvían los ambientes que paseaba y alguna que otra revuelta callejera de aquellos o aquellas que necesitaban reivindicar lo que les hervía en las venas…De vez en cuando, el aire me envuelve con un cierto aroma fresco que me lleva al aguamanil que tenía mi abuela en su “alcoba”, en el que aguardaba un botecito con pulverizador de colonia de “Heno de Pravia”, fragancia que la acompañó desde que yo la recuerdo. Allí se mezclaba con el olor a naftalina que salía de arcón que presidía el pasillo, cerca de la puerta de su habitación.
Allí nos esperaba,
a mis hermanos y a mí, el mugido de la vaca, cuando nos llevaban a ver ordeñarlas
o el valido de la oveja al recibirnos en el día que alumbraba a sus corderillos.
Fuera habíamos dejado el corral de las escandalosas gallinas que, con sus incansables,
cacareos parecían querer decirnos: “¡Si tocas los huevos, probarás mi pico”.
Al bajar por el camino que nos llevaba de
vuelta casa, todo se impregnaba de la calma y tranquilidad de los campos labrados,
tan solo interrumpidas por nuestros juegos y risas.
Este sonido
campestre contrastaba con el agudo y penetrante chiflo de la ocarina de plástico
que llenaba toda la calle los miércoles por la mañana cuando, de visita en casa
de mi abuela, corríamos veloces a su llamada:
— ¡El afiladooooorrrr! —(Grito precedido del sonido inconfundible del “chiflo”)—
¡Se afilan cuchillos,
navajas, tijeras, hachas, machetes. Todo tipo de utensilios de cocina! ¡Ya está
aquí el afilador!»
Allí las mujeres se arremolinaban con sus utensilios envueltos en un paño y, esperando su turno, se ponían al día de chismes y chascarrillos. Uno de los mejores momentos, sin duda, para algunas de ellas que, dedicadas a las labores del hogar, disponían de pocas oportunidades de asueto con sus convecinas.
Muy de tarde en tarde, vuelvo a oír por el pueblo la ocarina del
afilador. A veces, me asomo a la ventana y me parece ver a mi abuela, paño en
mano, saludar al afilador y reencontrarse con esa vecina que hace días que no
ve al tener a su hijo enfermo en cama.
Tal vez, hoy, el joven que se afana en afilar los cuchillos y tijeras de
sus clientas mantiene viva una tradición heredada de su padre, o incluso de su
propio abuelo.
Como aquél, oficio de butanero, con su mono naranja y la bombona al hombro, que lo oías llegar, con el tintineo del chocar una con otra en el camión, y tu madre se asomaba a la ventana:
—¿No llevarás una de sobra?
—¡Lo que haga falta, María! ¿Qué piso?
Recuerdos todos ellos entrañables, que me transportan a una época feliz de mi vida, lejos de donde ahora vivo. Imágenes entrañables que solo se trastocan, levemente, al recordar esos sábados que bajaba con mi madre de compras al pueblo y nos encontrábamos con un grupo de mujeres que con pancartas y cacerolas invadían la calles con su presencia y alboroto:
—¡Vamos, vamos! No te pares. Agarra a tu hermana, que no se te suelte y sígueme sin despistarte. —me decía mi madre sin detenerse y buscando la primera puerta en la que meterse con nosotros, hasta que mi padre acudiera a recogernos.
Hola!!! me encanto como escribes *-* muchas gracias por animarte a participar en mi sorteo y quedarte por el blog, yo también me quedo por tu bello espacio. Nos leemos.
ResponderEliminarUn besote desde Plegarias en la Noche.
Gracias por tu visita. Nos leemos!
EliminarHola!
ResponderEliminarUn sentimiento que vuelve a ser vivido como lo fue antes. Encanto de relato, nostálgico. El recuerdo de la niñez es un tesoro, que se acumula con escenas de esos lugares, esos objetos que ayudan a reconstruir una memoria del pasado. Muy bien integradas las palabras en el texto.
Tambien participó en Literup, solamente con los mensuales. El tiempo no me da para los semanales. Lo importante es sentirse bien escribiendo sin prisas.
¡Un cordial saludo!
Encantada de recibirte en mi blog. tienes razón en cuanto a lo de los retos. ES mucho, al menos también para mí, la obligación de todas las semanas. YA no hay tiempo para más. Ni para menos.
EliminarNos leemos.
Muchos ánimos y a seguir con el reto, Jose! Escribes de maravilla!
ResponderEliminarGRacias por tus palabras. Nos leemos!
EliminarJose, un relato muy evocador. Con tus palabras me has trasladado a mi infancia. Enhorabuena!
ResponderEliminarBesos apretados.
Hola, aunque un poco tarde, te agradezco tu visita y tu ratito de lectura y comentario.
EliminarLlevo un tiempo apartada por motivos personales, solo publicando los retos, y este fin de semana estoy intentando llegar a todos vosotros y vosotras que me dedicáis un ratito de vuestros paseos virtuales.
Un saludo
Un relato para viajar al pasado, ese, que es lindo recordar con personas que dejaron nuestra vida marcada con las costumbres de esa epoca como el afilador o el lechero en mi caso; que dejaba los botellones de leche fresca.
ResponderEliminarUn bonito regalo tu historia y un reto mas que cumplido.
Gracias por pasar y dejarme tu opinion en mi blog. Y te sigo por supuesto!!
Besos!!😊
Si, los recuerdos, como bien me dices en otro de tus comentarios, son lo mejor que nos queda de cada minuto que vivimos. Besos!
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